El sábado y el domingo se pasaron como los dos peores fines de semana. A pesar de que Olivia salió de fiesta con Adriana y Erika, el no ver a Kevin trabajando como payasito malabarista en aquella avenida, le ocasionó un profundo hueco en el pecho. La joven se había acostumbrado a pasar y verlo ahí, al lado de Gabriel y Hugo, o simplemente metido en el mar de autos que ansiosos esperaban a que el semáforo marcara la luz verde para continuar con su camino. Olivia no lo supo en ese momento, pero en el fondo, el tener a ese payasito formando parte de su vida y sus viajes en auto, se estaba volviendo algo significativo.
—¿Otra vez esa canción? Ya la has repetido más de veinte veces —Adriana bajó el volumen de la radio en la que sonaba Yellow.
—¿Qué tiene de malo? Me gusta mucho.
—¿Me permites? Estoy tratando de poner a Karol G.
Olivia entornó los ojos.
—Liv, ¿al menos nos has puesto atención en todo lo que te hemos dicho?
—Lo lamento, Adri, todo el camino he estado pensando.
—Ya sé en qué, o más bien, en quién estás pensando.
La sonrisa de Adriana contagió a Olivia, quien comenzó a ruborizarse.
—¿De verdad? Vaya, pensé que te molestarías.
—¿Por qué iba a molestarme? Si yo fuera tú, también estaría pensando en James.
—Ah… —la sonrisa desapareció— Sí. Estoy pensando en él, supongo.
—¡Ay, Liv! Tener a James fue lo mejor que te pudo haber pasado. Cierro los ojos y no puedo ver otra cosa que no sea a una reina y a un rey bailando en medio de un salón de bodas repleto de personas. Los músicos a un lado, la mesa con el bufet lleno de comida y el enorme pastel en medio. Es hermoso de solo imaginarlo.
Pero por más que Olivia quiso ver esas mismas imágenes, ya no lo hacía con el mismo entusiasmo. Días antes, aquellas fotografías de su imaginación habrían sido la idea más perfecta de su vida. Ella se habría levantado a bailar y un montón de falsos corazones girarían a su alrededor. Sin embargo, ahora eso ya no era una posibilidad.
—Yo pienso lo mismo que tu hermana. James es un maldito —contestó Erika desde atrás.
—Tú no sabes nada, porque no has tenido la suerte de Olivia. Así que cierra la boca.
—¿A eso le llamas suerte, a un tipo que le molesta incluso que respires? Olivia se merece algo mejor, y tú te mereces un psicólogo.
—¿Y tú con quien piensas emparejarla?
—No lo sé, pero estoy segura de no querer a James para ella.
—Deja que siga asegurando su futura vida.
—¡Claro! Ella, un esposo de piedra, una casa lujosa y una mascota llamada Adriana. Porque la manera en la que tú lo piensas, estarías viviendo con ellos.
Olivia dejó que sus amigas siguieran discutiendo mientras ella solo se limitaba a escuchar, conducir y… pensar en Kevin. Sobre todo pensar en Kevin.
La muchacha manejó enfrascada en su propio mundo, y lo bueno de todo, fue que al final una cena dominical con su familia le haría recobrar el ánimo. Todo estaría sucediendo; mañana sería lunes, Kevin regresaría al semáforo y ella podría estar con sus padres. Todos juntos sentados en la mesa riéndose y conversando.
Y cuando la noche se llegó, Liv estaba lista, feliz e ilusionada. Ella, Nicole, Julio y Verónica tomaron sus respectivos asientos. Pero entonces, James llegó.
—Hola —sonrió. Llevaba un ramo de rosas en la mano.
⟡
—Es increíble, deberían visitarla. Es una isla preciosa. Bueno, mi padre estuvo pensando en comprarla como regalo a su nueva esposa, pero luego se dio cuenta que sería una inversión deprimente. Mi madre por supuesto agradeció que eso no sucediera. Es irónico cómo los adultos suelen pelear por tonterías…
El tipo no paraba de hablar, y pronto se convirtió en un atentado de cacofonías, incluso para Olivia.
—¿Por qué en lugar de comprar una isla, no ayudan con situaciones reales? —Verónica se llevó un trozo de lechuga a la boca.
—Discúlpame, cuñadita adorable, pero no te entendí.
—No me llames cuñada. Y lo que quiero decirte con eso, es que, ¿por qué comprar una isla como regalo? Entiendo que eso se vea romántico y hermoso en la ficción, pero vivimos en un mundo real, un mundo con necesidades y…
—Sí, sí, sí, como por ejemplo mi necesidad de gastar.
—Necesidad de comprarte un cerebro.
Nicole la golpeó por debajo de la mesa,
—James —le habló Julio, y todos, menos James, pudieron notar el trasfondo de aquella pregunta que para nada quería buscar información—, ¿cuándo piensas regresar a los Ángeles?
El hombre se sonrió. Pensaba que aquella abundante barba se le veía hermosa.
—No lo sé. Pero quiero que cuando regrese, sea de la mano de mi amada Olivia —y entonces ella solo pudo sonreír en medio de incómodos gestos.
La cena se dio por terminada a las once y media de la noche, y un silencio bien agradecido por todos reinó en cuanto James abandonó la casa.
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Editado: 18.02.2023