Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 17

Era jueves por la tarde, Olivia llevaba el mando del volante y las chicas venían de regreso del colegio. Adriana se pintaba las uñas de los pies sobre la guantera del auto, mientras Erika se reía a carcajadas por un video que había visto en internet.

De pronto…

—¡Qué horror! Ahí está el payaso y sus amigos —Adriana se quitó los lentes oscuros y observó a Kevin, Gabriel y Hugo, quienes emprendían sus trabajos de siempre.

Liv sonrió, Erika la acompañó en ese gesto, y sin que Adriana se lo pudiera esperar, se detuvo a unos escasos centímetros del cuerpo de Kevin.

El muchacho la contempló con una amalgama de seriedad y gracia.

—¿De verdad, Olivia?

—Esta vez no planeaba asesinarte… ¿o sí?

Kevin comenzó a reírse.

—Hola, payasito mimoso.

—¿Unos malabares, señorita?

—¡Kevin! —Erika se asomó desde su asiento—. Hace tanto que no hemos vuelto a saber de ti. ¿Cómo estás?

—¿A quién le importa? —Adriana agitó su mano con desdén.

Y para que aquellas palabras no sonasen con dureza, Liv decidió cambiar de tema.

—De casualidad, ¿tu amigo Pepito tiene paletas?

Kevin intentó contener la risa, miró a Hugo y finalmente lo llamó.

—¡Pepito! ¡La señorita Olivia quiere paletas!

Gabriel soltó una carcajada.

—Olivia —Adriana la reprendió—, ¿estás loca? Cómo piensas comerte una cosa de esas. No sabes con qué las preparan.

—Sí, Olivia —Erika la sujetó del brazo—, estás loca al pedir una… Mejor pide dos.

Hugo se acercó, y tras mostrarles la hielera con los helados dentro, no le quedó más que sonreírles.

—¿Segura que no quieres una, Adri?

—Desde luego que no.

—Bueno —Erika se anexó a la burla—, pero cuando quieras de nuestras paletas, no te vamos a dar.

Kevin se acercaba, y dentro de aquel auto, había una persona que desbordaba corazones y sonrisas solo de verlo.

—Mi coche está detenido, joven, creo que es buen momento para que intente ganarse unos centavos. ¿Unos malabares?

Pero la pena le ganó.

—Ni lo sueñes, Olivia. Anda, será mejor que muevas tu auto antes de que los conductores se te amontonen.

—¡Ay no! —el cuerpo de Erika se a travesó entre los dos asientos—. A mí sí me gustaría verte haciendo malabares, Kevin. Me gusta mucho cuando estás vestido de payasito.

El chico estalló de vergüenza; sus mejillas se le pusieron rojas y el maquillaje de los ojos comenzó a correrse. Dio unos pasos hacia atrás e hizo girar un par de segundos las nueve pelotas que terminaron contadas en sus manos, ganándose los aplausos de Erika y Olivia.

—Oye Liv, ¿qué vas a hacer durante la tarde?

—¿La tarde?

—Hasta el momento nada, pero ya encontraremos algo que…

—No tengo nada por hacer.

Las miradas entre Olivia y Adriana desbordaron un odio retador.

—¿Estaría bien si paso a verte?

—¿Te espero en la puerta o en la ventana?

—No te preocupes por eso. Tengo una escalera natural que llega hasta tu ventana.

—En ese caso, ten por seguro que las cortinas estarán abiertas.

Los dos se sonrieron, y un par de segundos después, el auto desapareció.




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