Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 29

Por la mañana, antes de que cualquiera de los Palacios pudiera levantarse, el timbre sonó en medio de insistentes llamados que amenazaban con tirar la puerta.

Verónica atendió dicho llamado, pero antes de que pudiera decir o preguntar cualquier cosa, Adriana se abrió paso entre ella y la casa.

—¡Oye!

—¿Está Olivia?

—¿No crees que es un poco temprano para joderle la mañana a alguien?

—¿Está Olivia? —reiteró, pero esta vez su voz tenía un tinte amenazante.

—Está en su habitación.

Adriana subió las escaleras como alma que lleva el diablo, volvió a tocar la puerta y a los pocos segundos, una Olivia con el pijama todavía puesto y los ojos irritados, salió a su encuentro.

—¿Qué haces…? —pero esta no la dejó terminar. La joven entró, y en cuanto estuvo sobre la alfombra, se cruzó de brazos.

—¿Se divirtieron ayer en la feria? —soltó sin más.

—What? —Liv se tallaba los ojos intentando comprender los motivos de su visita.

—Tú, Erika y…, el piojoso ese, ¿se divirtieron?

—¿Has venido a mi casa sólo para reclamarme eso?

—No, Olivia, de hecho podría reclamarte muchas cosas más.

—Adriana, ¡basta! Si te vas a poner en ese plan, será mejor que te retires.

—La vez pasada me corriste, y ¿ahora vas a volver a hacer lo mismo? What is happening to you!?

—Me pasa que estoy cansada, aburrida de escucharte despotricar siempre de las mismas cosas. No entiendo cómo dices ser mi mejor amiga y joderme de esta manera.

—¿Joderte? ¿Buscar lo mejor para ti significa que te estoy jodiendo? Menuda falta de respeto me he llevado.

—¿Tú qué sabes de lo que es mejor para mí?

—Liv —la muchacha le sujetó los hombros—, nosotras siempre hemos estado juntas, incluso antes de conocer a Erika. ¿No ves que todo este tiempo, ella ha envidiado nuestra amistad?

—No digas estupideces.

—¡Es que Olivia! No puedo creer que seas tan tonta para no ver la realidad. Erika y el mugroso ese, lo único que quieren es separarte de mí y de James. Y tú los estás dejando.

La sangre le hirvió.

—“El mugroso ese”, como tú le llamas, tiene un nombre. Se llama Kevin.

—Ah, mira, información que cura.

—¡Basta, Adri! No puedo creer que prefieras defender a James que a mí.

—Lo defiendo porque tu felicidad está con él.

—¿¡Mi felicidad o la tuya!?

—¿¡Pero qué dices!? Sabes que jamás haría algo para dañarte.

—Pues lo estás haciendo. Lo sigues haciendo cada vez que me señalas que regrese con él. La felicidad que tú mencionas, es la que tú quieres. Adriana, mi familia goza de dinero, no cómo el de James, pero sí el suficiente para darme la vida de reina a la que siempre he estado acostumbrada.

—¿Y cuánto tiempo te va a durar esa vida con ellos?

—¿Y quién te dijo que pretendo querer esa vida para siempre? Prefiero vivir con alguien que me quiera, que me haga feliz, y no solo que se la pase criticando mi cuerpo, mi personalidad y mis sentimientos. ¿Y sabes qué? Quiero a alguien que no se la pase diciéndome tonta, estúpida o bruta.

Pero mientras Liv seguía con su discurso de ilusión, la chica de cabellos rizados se acercó a su mesa de escritorio y observó la pared. La fotografía de Kevin fue lo primero que capturó su atención.

—Aléjate de ahí, Adri.

—¿Es por él? —arrancó el retrato—. Claro, ahora todo tiene sentido. Oh, ¿cómo he sido tan tonta? Olivia, ¿estás enamorada de este imbécil?

Liv se mordió la lengua para no gritarle todo lo que sentía por él.

—No. Sólo somos amigos.

—¿Y piensas que te lo voy a creer? No tienes idea de la estupidez tan grande que estás cometiendo, Olivia. ¿Cuánto crees que le va a durar el amor a tu maldito príncipe de cuento? ¿Y después qué? ¿Qué tiene para darte?

—Cuida tus palabras…

—¿Por qué, te has sentido amenazada? ¡Abre los ojos, Olivia! Ese muerto de hambre no tiene nada qué ofrecerte.

—¡CÁLLATE! ¡Para tu información, ese muerto de hambre, me ha dado muchas más cosas de las que tú y James me han quitado. ¡Sí! ¡Es verdad! Estoy tan enamorada de él, que sería capaz de pasar sobre quien sea solo para tener mi momento de felicidad.

Adriana suspiró. Aquella confesión la había dejado derrotada.

—Está bien, Olivia, cómo quieras. Lo único que espero, es que no te arrepientas cuando sea demasiado tarde —le dio la espalda y se marchó.

No había absolutamente nada qué pensar, qué decir o qué llorar. Olivia suspiró, dejó la fotografía de Kevin de nuevo en la guirnalda de luces y se adentró a la regadera. Su cabeza estaba vacía, necesitada de pensamientos y realidades, pero principalmente, aquel murmullo de pequeñas vocecitas imaginarias necesitaba saber, qué es lo que pensaba aquel chico. Liv se miró en el espejo, sonrió mientras se acariciaba la mejilla donde el beso de Kevin seguía perdurando, y tras sentir que aquello le daba fuerza, dejó que las gotas de agua abrazaran su cuerpo desnudo.




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