Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 32

—¡Olivia! —gritó su madre por quinta vez.

—¿Qué pasó? ¿Qué pasó?

—Es tarde, cielo. ¿No pusiste tu alarma?

Liv se sentó en la cama, miró su celular, y con un tono de total frustración miró hacia la ventana. Se había llegado la mañana y ella seguía sumergida en el fondo de las sábanas.

—Creo que la olvidé poner cuando Kevin se fue.

Pero cuando Olivia se levantó para correr hacia el baño, un cauteloso aroma llamó su atención. Regresó a la cama, hundió su nariz en las sábanas y entonces un peculiar detalle le hizo sonreír. Su cama olía a él. dulce y cruelmente olía a él.

—¡Argh! —despegarse de aquel olor le cortó el alma entera.

Para el momento en el que la joven muchacha bajó al comedor de la cocina, su hermana y madre se hallaban en ella. Liv cogió una tostada del plato y un vaso de jugo, pero cuando estaba a punto de salir, con la mochila ya en el hombro, recordó:

—¡Espera un momento! Hoy entro tarde.

Verónica comenzó a reírse.

—No cabe duda. La inteligencia no es tu fuerte, mi estimada Olivia.

—Cierra la boca —y en un gesto de intención maliciosa, Liv introdujo media tostada entre los labios de su hermana.

Olivia regresó a la mesa, tiró la mochila al suelo y ocupó un lugar cerca de su madre, quien de inmediato le pasó su vaso con jugo de naranja.

—Aprovechando que estamos solas, quiero contarles que anoche tuve una pesadilla.

—¿Qué soñaste, cielo? —Nicole dejó de untarle mermelada a su tostada para prestarle atención.

—Bueno, en realidad más que sueño, fue un recuerdo. La vez en la que me conocí con James.

—¿En la playa de Malibú?

—No mamá —Olivia sintió la necesidad de decirle la verdad—. En la galería de arte.

—¿Cuál galería?

—Creo que ya es momento de decirles lo que pasó. Es mentira que me conocí con James en la playa. En realidad fue en la galería, cuando tú y papá estaban tratando de vender tus esculturas para pagar los tratamientos de Ricardito.

—Pobre Ricardito, no sobrevivió —se lamentó Verónica.

—Sí mal no lo recuerdo…

—Sí mamá. Yo solo tenía catorce años cuando dejé a James entrar en mi vida. Lamento tanto haberles ocultado la verdad.

—Aparte de mentiroso y clasista, también nos salió pedófilo.

—Verónica, por favor no te expreses así. Olivia, ¿has vuelto a saber algo de él? ¿Te ha llamado, escrito o buscado?

—No. Solo algunos mensajes que se han ido al buzón o a la papelera, pero no le he vuelto a ver en persona.

—Pues que ni se le ocurra acercarse a ti, o de lo contrario… —Verónica levantó con firmeza el cuchillo de la mermelada, y de un golpe tan fuerte lo clavó sobre el pan.

Justo en ese momento, su padre apareció en la cocina.

—Ahora entiendo por qué no he tenido ningún yerno de tu parte, querida —le besó la cabeza.

—Y así será por un largo tiempo, o por lo menos hasta que me consiga un militar.

El desayuno que muchos hijos de familia anhelan tener; estar juntos, sin discutir y solo haciéndose bromas los unos a los otros. Ese día había sido muy al estilo con el que Olivia soñaba siempre. No había James, no había humillaciones ni miedo a que una palabra acabase con la tranquilidad.

—Me iré a mi habitación —dijo Liv en cuanto ella y Verónica terminaron de lavar los platos.

—¿A qué hora tienes tus clases? —cuestionó su madre antes de que Liv pudiera escabullirse.

—Cambiaron el horario para después de las tres. Y mientras se llega la hora, trataré de terminar el documental que tengo pendiente. No tengo ni idea sobre quién lo voy a realizar. Tal vez termine pidiéndoselo a papá.

—¿Documental?

—Sí mamá. Erika y yo debemos fotografiar a una persona, hacerle algunas encuestas, entrevistas, indagar sobre su vida y sobre su trabajo. Pero no tenemos claro a quien se lo queremos hacer. Siento que si vuelvo a ocupar a mi padre, me llamarán la atención los profesores.

—¿Tienen derecho?

—Pues si omitimos que todos mis trabajos de todos los años pasados han hablado sobre Julio Palacios y su enorme cadena de imprentas, creo que no.

—¿Y por qué no lo haces sobre los repartidores de comida? —comentó Verónica—. La presión de entregar en diez minutos o el producto es gratis, significa un enorme esfuerzo físico. Créeme, alguna vez trabajé de eso y es horrible.

Pero entonces, en el basto mar de pensamientos que creaban olas de ideas en la cabeza de Olivia, la idea llegó de golpe junto con el recuerdo de su aroma.

—¡Eso es! —dijo.

—¿Si lo vas a hacer sobre los repartidores?

—No. ¡Se lo haré a Kevin!

Su madre y hermana compartieron una risita.

—No piensen cosas donde no las hay.




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