Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 33

Todo estaba tranquilo, armonioso, taciturno y perfecto. Hasta que…

—¡AUTO! ¡Aaaaaah! —Gabriel y Pepe gritaron al ver el enorme y letal coche gris que se les venía encima.

—Olivia, no seas grosera —Erika le golpeó el hombro al ver las terribles caras de espanto que tenían los dos chicos; Gabriel había corrido hacia la jardinera mientras Hugo se abrazaba a su hielera como si fuese el final de su vida.

—Hola, muchachos —Olivia les sonrió—. ¿Están ocupados?

—Sí, sí lo estamos. Pueden marcharse por donde vinieron —Gabriel la cortó, y de inmediato regresó a sus extraños menjurjes de jabón y limpiador.

—No mucho. ¿Se les ofrece algo? —Pepe, como siempre, se comportó muy atento, lo que claramente causaría severas miradas de recelo por parte de su amigo.

Olivia estacionó su coche muy cerca de la carretera, bajó de él y las dos se encontraron con Pepito.

—En realidad hemos venido porque necesitamos hablar con los tres. Requerimos su ayuda.

—¿De nosotros?

—¡Olivia! —y de pronto, una voz que gritaba con alta felicidad mientras corría hacia ella. Kevin llegó, la envolvió entre sus brazos y la levantó dándole vueltas en el aire. Sin embargo, cuando sus ojos repararon en la mejor amiga de Olivia, su atención se volcó totalmente en ella—. Hola, Erika —le sonrió y sus mejillas se pusieron rojas—. ¿Qué las trae por aquí?

—Bueno, en realidad le comentábamos a Pepito que necesitamos la ayuda de los tres.

—¡Yo no estoy disponible! —Gabo gritaba a lo lejos.

—En cualquier cosa que necesiten, tengan por seguro que nosotros les ayudaremos. ¡Gabriel, ven aquí que una mano no se le niega a nadie!

Olivia y Erika comenzaron a explicar sobre qué trataría el documental del proyecto, cuáles eran sus planes, la importancia que éste tendría en su calificación, y cómo se llegó a la decisión de hablar sobre ellos.

—Por mí está bien. Mi disfraz de payaso está limpio y no me importaría salir en unas cuantas tomas.

—Por mí también está bien. ¿Tú qué dices, Gabo?

—Conmigo no cuenten.

Y en lugar de molestarse, Olivia y Erika esbozaron una sonrisa. Aquella actitud tan agresiva, antipática e incluso grosera se asemejaba bastante a la actitud de Adriana. Gabriel en realidad parecía ser una Adriana, solo que en su versión masculina.

—Está bien, Kevin —dijo Liv, intentando contener su risa—, no podemos obligarlo. Contigo y con Pepito es más que suficiente.

Durante el transcurso del día, los chicos siguieron, cada uno, con sus respectivos trabajos mientras Liv y Erika documentaban entre fotografías y anotaciones de tinta y papel cada uno de los movimientos, gestos y palabras que intercambiaban los muchachos con los conductores que se detenían cuando el semáforo estaba en rojo. Desde que los autos llegaban, hasta cuando se marchaban. De vez en cuando, Erika tomó posesión de la cámara fotográfica de Olivia y retrató los mejores sucesos. Existieron imágenes de todo tipo; de la cara sonriente de Pepito cuando guardaba los centavos en la bolsa de su pantalón, de la cara molesta de Gabriel cuando se daba cuenta de que era fotografiado, y de los autos que se perdían en el horizonte. Pero las que sin duda alguna llenarían de colores una página completa de cualquier libro, eran las sonrisas de los momentos en los que Kevin y Olivia se miraban, se cargaban y jugaban.

Lamentablemente la felicidad sólo era palpable de este lado de la acera, pues cerca de la avenida contraria, un coche aparcó detrás de un par de árboles y bajó sus vidrios oscuros. Dentro de él, el conductor observaba con tal atrocidad cómo la mujer que había sido su novia durante muchos años, ahora “pertenecía a la calle”. Le horrorizó la idea de ver a Olivia envuelta por brazos marginados y rodeada de personas que según él, no tenían lugar en la sociedad de los humanos.

James se quitó los lentes oscuros para poder dar crédito a lo que sus ojos presenciaban. Bajó el vidrio sin que nadie de los muchachos lo pudiese ver, y un ronco gruñido salió de las entrañas de su pecho. La sangre le quemaba de ira la piel, el corazón le palpitaba tan rápido y violento que incluso se asemejó a un zumbido, pero en contra de todo el odio y la fulminante sentencia de un asegurado golpe a ese payaso, no se atrevió a salir de la vista perfecta que le daba su vehículo. Maldijo cientos de obscenidades y finalmente arrancó alejándose. No era tonto, James era todo, menos tonto. Y sabía en dónde y cuándo atacar.

—Liv —dijo Erika mirando la pantalla de su celular—, ya casi es hora de nuestra primera clase. ¿Te parece si pasamos a tu casa por algo de ropa limpia y nos vamos?

—Segura.

Olivia se despidió de todos, abrazó a Kevin, le dio la mano a Hugo y queriendo o no, también le lanzó una señal de despedida a Gabriel.

—Espero y tengan suficiente material —comentó Kevin, cuando sus manos todavía sostenían las de Erika.

—No te preocupes. Con todo lo que tenemos hoy, haremos un documental muy completo.

Los dos se miraron, Olivia ya estaba en el auto, y sin que nadie más los pudiese ver, más que un Gabriel claramente molesto, Kevin le soltó un tierno beso a ella en el pómulo derecho, muy cerca del ojo. Aquel beso no significaba un acto de despedida, sino un directo «me gustas».




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