“¿Qué hacemos cuando la vida se convierte en una extorsionadora de sueños?”
Jóvenes que se ganan la vida entre los peligros de los semáforos. ¿Un trabajo obligado por las circunstancias o una forma de vida?
Por: Olivia Palacios y Erika Gonzales.
Son las once quince de la mañana cuando llegamos a la Avenida #127 Rosales, en la ciudad de Álamos. José Hugo Rodríguez y Kevin Velázquez se encuentran trabajando. El tráfico es abundante, y algunos autos se detienen cuando el semáforo marca un alto para el paso peatonal. Es la hora, el momento ha llegado y sólo tienen dos minutos aproximadamente para ejecutar sus empleos y luego pasar a las ventanillas en busca de unas monedas que agradezcan su trabajo.
Es bien reconocido por muchos, que las personas en Latinoamérica tienen una gran diversidad de formas para llevar sustento económico a sus hogares, y en este caso en particular, no es la excepción. Hoy nos centraremos en los trabajadores callejeros.
Él es José Hugo Rodríguez, un joven muchacho de apenas veintiséis años que se dedica a vender botellas de agua, helados y otros dulces entre los autos que esperan pacíficamente a que el semáforo encienda su luz verde.
“He trabajado la mayor parte de mi vida aquí. Desde morrito me enseñaron que el dinero limpio siempre me traerá bendiciones y tranquilidad, y aquí estamos. No queda de otra. Hay días buenos, otros realmente malos, pero al final siempre se consigue un poco de lo que se invierte. También no voy a mentirles y a decir que me divierto casi todos los días. Hay veces que las condiciones del clima no lo permiten. Llueve, por ejemplo, en otras ocasiones hace un calor infernal, pero, ¿qué queda? Aguantarse y seguir adelante…” nos cuenta Pepe.
En la Avenida #127 Rosales se les puede ver caminando en medio de los autos, intentando alejar los terribles rayos del sol que caen sobre sus cuerpos como un enemigo silencioso, pues de lunes a domingo, de ocho de la mañana a siete treinta de la tarde, son los encargados de servir a la comunidad con el único interés de recibir propinas caritativas. Se lanzan sobre los autos y comienzan con sus hazañas.
A lo lejos se puede ver a un tercer trabajador, y debido a que no ha querido revelar su nombre, le llamaremos Globito, quien visita a los conductores ofreciendo servicios de limpiaparabrisas.
“Hay días en los que estamos bien, pero luego esos días se convierten en un sufrimiento cuando algunas personas intentan lanzarnos sus coches encima con la intención de asesinarnos…” Globito ha mencionado un intento de asesinato. Peligros que suelen correr en la increíble destreza de su empleo.
Como pueden ver, podemos encontrar todo tipo de actividades. Vayamos por el siguiente ejemplo. Hay quienes incluso se disfrazan de payasitos mimosos que se precipitan al frente de las largas hileras de autos, mientras demuestran sus habilidades como el malabarismo, la comedia o el simple uso de su gracia personal. Estos mismos hombres cambian sonrisas por monedas de bien, monedas que más tarde les proporcionarán sonrisas a sus familias.
Él es Kevin, un muchacho de veinticuatro años de edad que se disfraza de payasito para entretener a la gente.
“Me gusta mi trabajo, y creo que es uno de los empleos que podría estar realizando toda mi vida sin aburrirme. Me gusta ver la sonrisa en los rostros de los niños y a veces en los adultos. Me gusta cuando depositan las monedas en mi mano y me hacen algún cumplido. En general me gusta todo, pero así como hay personas que entienden por qué hacemos lo que hacemos, también existen otras que… bueno, tratan de humillarnos. Nos lanzan insultos, a veces nos arrojan el dinero al suelo, y otro simplemente no esperan a que nos quitemos de su camino para encender el motor y alejarse…” nos cuenta Kevin.
Es momento de ver la otra cara de la moneda, y darnos cuenta que, detrás de aquellas aparentes sonrisas eternas, también se esconden pesares tan terribles como estos.
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Por qué no nos detenemos a reflexionar y entendemos que la necesidad nos puede conducir a rincones inimaginables? ¿Un trabajo obligado por las circunstancias o una forma de vida? ¿Qué nos responden estos tres jóvenes muchachos?
Kevin: No me siento obligado. Amo lo que hago, y lo seguiría haciendo durante mucho tiempo.
José Hugo: Me siento cómodo desempeñando mi trabajo, pero me gustaría que las circunstancias cambiasen. De corazón me gustaría tener una mejor oportunidad laboral.
Globito: Lo detesto.
El ser humano actúa bajo sus instintos, y muchas veces esos instintos pueden estar equivocados. Nos hemos acostumbrado a relacionar la apariencia humilde, la suciedad en la ropa y el rostro cubierto de sudor como una potencial amenaza. Si bien la baja seguridad por la que atraviesa el país es un factor importante para que las personas no bajen la guardia y la vigilancia de sus propias pertenencias, muchas veces este tipo de trabajadores suelen ser confundidos por ladrones, secuestradores y otro tipo de agresores.
Hemos visto cómo son rechazados estos hombres, insultados, humillados o simplemente dejados atrás. Pero ojo, que esto no les ha servido como impedimento para seguir adelante y no detenerse. La vida suele ser una extorsionadora de sueños, muchas veces te exige demasiado para poder recompensarte, y eso, en un muy próspero futuro hace que realmente valga la pena. La calle, como todo, se toma de dos diferentes maneras: emplearla para bien, o emplearla para el mal que te llevará a la derrota y el sacrificio en vano.
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Editado: 18.02.2023