Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 35

La alarma del lunes comenzó a sonar. Luego de un laborioso escrito en el que se juntaron varias hojas entre letras y fotografías, Liv y Erika habían terminado con las contundentes horas del fin de semana. Olivia metió en una carpeta de plástico las hojas del documental escrito, y tras apoyarlo en su brazo derecho, subió a su auto conduciendo hasta la casa de Erika.

—¿Qué nota crees que nos asigne el profesor? —preguntó su amiga, leyendo nuevamente el escrito y devolviéndolo al interior de la carpeta.

—No lo sé, solo espero que sea buena. Esta vez sí que nos matamos investigando.

—Y aunque no requirió de un esfuerzo monumental… ¿si sabes a qué me refiero? Pusimos de toda nuestra determinación para lograrlo. La introducción te ha quedado increíble, Olivia.

—Muchas gracias. Es uno de mis tantos dones —las carcajadas se encerraron dentro del auto.

Luego de llegar al estacionamiento del campus, aparcar y salir, Erika se despidió de Liv, disculpándose por tener que usar el baño y diciéndole que la alcanzaría más tarde en el salón de clases. Olivia se quedó ahí, abrió la puerta trasera de su auto y comenzó a meter dentro de su bolsa todos los libros que utilizaría; cuando de pronto, una sombra enorme cubrió su rostro mientras la saludaba.

—Ciao principessa,

Olivia se dio la vuelta, aterrada por la ronca voz que le había saludado.

—James —dijo, y no dudó en alejarse un par de pasos de él.

—Come sta signorina?

—Basta, James, sabes que no me gusta que me hables en italiano.

—Está bien, dejaré de usarlo solo porque tú me lo pides.

—¿Qué quieres, James? ¿Qué haces aquí?

—Vine por ti el viernes, pero me dijeron que tu clase empezaba hasta la tarde, y al no tener bien los horarios, preferí esperar hasta hoy.

—¿Quién te lo dijo?

—¿Importa?

—Por supuesto que importa.

—¿Es acaso verdad lo que estoy viendo? Olivia, te has teñido el cabello.

—No James. El negro siempre ha sido mi color natural.

—Da igual; pelinegra, castaña o rubia, no sabes cuánto te he echado de menos. Extraño que ya no compartas tu vida con la mía.

—¿Ya no tienes a quien gritarle? —Olivia enarcó una ceja.

—No digas eso, mi principessa. Nunca has tenido motivos para pensar que ya no te quiero.

—¿De verdad? Te recuerdo, por si ya lo olvidaste, que ambos estamos en esta situación por tu manera de tratarme, James. Tú me alejaste.

—Y tal parece que no solo te alejé, sino que también te lancé a los brazos de alguien más —Olivia se puso pálida—. Te vi cuando estabas con él. ¿Qué pasó, en dónde quedaron todas las palabras que utilizaste la primera vez que conociste a ese tipo?

—Lo sé. Me expresé muy mal de Kevin, y lo reconozco, pero no quiero seguir tratándolo así.

—Ahora resulta que conociste el sentimiento llamado lástima.

—No es lástima, es respeto. Kevin es increíble en todo lo que hace, y yo lo admiro.

—¿Increíble? ¿Sabes qué es increíble? Que me hayas cambiado por un jodido errante marginado.

—¿Cambiarte por él? —Olivia sonrió—. Esas palabras se me hacen muy conocidas, James. ¿Quién te las dijo?

—Imaginé que a estas alturas, ya estarías arrepentida de cómo me trataste aquella vez, Olivia.

—Imaginaste mal. No me arrepiento de nada.

—¿De verdad, Liv? Habiendo tantos hombres en el mundo, ¿por qué él?

—Por una sencilla razón que en ti jamás pude encontrar. Él me enseñó a vivir y no solo me succionó la vida. Es un caballero, es muy trabajador y es tierno.

—¿Tierno? Por favor —se llevó la mano a la cara, pero al notar cómo Olivia se aferraba al informe de su trabajo, arremetió a quitárselo—. ¿Qué es eso que traes en la mano?

—¡Es mi trabajo! ¡Devuélvemelo, James!

El estacionamiento de la universidad estaba tan vacío que era la viva representación de un lunes por la mañana, un lunes en el que la mayoría de los estudiantes ya estaban dentro de sus aulas, o rondando los pasillos principales del campus. Olivia estaba sola, aislada de quien pudiera escuchar sus gritos.

Él sonrió con amargura cuando las fotografías de Kevin aparecieron en la sexta hoja del documento.

—¿Investigaste sobre él?

—Me pidieron investigar sobre alguien interesante.

Molesto, James lo arrojó al suelo, ocasionando que las hojas se regaran por todas partes.

—Te faltó poner que también es un gigoló.

—¡No le vuelvas a llamar así!

—¿Tú crees que está contigo porque te quiere? Vamos Olivia, que hasta aquí puedo ver su interés por tu dinero.

—Eres un pobre imbécil, James. No tienes idea de lo que dices.




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