Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 66

—I've been reading books of old. The legends and the myths. Achilles and his gold. Hercules and his gifts. Spiderman's control and Batman with his fists. And clearly I don't see myself upon that list. Pero ella dijo: ¿A dónde quieres ir? ¿Cuánto quieres arriesgar? No estoy buscando a alguien con poderes sobrehumanos. Un superhéroe. Una felicidad de cuento de hadas. Solo algo a lo que pueda volver. Alguien a quien pueda besar…

La puerta del pequeño baño se abrió.

—Me tienes harto con esa maldita canción. No has dejado de cantarla desde que te metí aquí. Y ¿qué es esto? ¿Por qué no has comido nada? —James la miraba, estaba molesto al notar que la cena de la noche anterior seguía en el plato del suelo.

Olivia yacía acostada en el colchón del piso, tenía las rodillas contra su pecho y el cabello toda una maraña.

—Te hice una pregunta —insistió.

—Porque no se me da la gana comer, y canto porque quiero. ¡Ya perdí la cuenta de cuántos malditos días me has tenido aquí encerrada!

Olivia estaba viva, con un diente roto y una herida en la frente que ya casi le había sanado por completo, pero viva. La caída había sido amortiguada por la alberca del fondo, pues cuando la joven se lanzó por la barandilla del segundo piso, lo hizo con la intención de caer al agua y salir corriendo en busca de ayuda. Sí, todo le habría funcionado, el plan era idílico, de no ser porque dos guardias, hombres que supuestamente eran empleados de mantenimiento de la casa, la detuvieron en la salida. James había gritado que era una ladrona y que había intentado robarle algunos relojes de oro. Y tras varios sobornos y amenazas, el hombre logró comprar el silencio de dichos empleados y así mantenerla en cautiverio.

—De verdad, eres una necia —James recogió el plato llevándolo consigo y volviendo a ponerle seguro a la puerta.

—¡Sácame de aquí! ¿¡Cuánto tiempo más me piensas mantener encerrada!? ¡James!

—¡Será mejor que guardes silencio!

—¡Hace más de un mes que me tienes aquí! ¡Esto es secuestro! ¡James!—Olivia comenzó a llorar. Las uñas le sangraban después de tanto arañar la madera de la puerta—. ¡Por favor, déjame por lo menos saber algo de mis padres!

—¡No me veas la cara de estúpido! ¡Lo único que tú quieres, es salir y correr a los brazos de ese desgraciado muerto de hambre!

—¡No, te juro que no!

—¡Mientes!

—Escucha, escucha —intentó calmarse—, al menos permíteme hablar con ellos por teléfono. Decirles que estoy bien, y anticiparles que jamás me volverán a ver. Después, tú y yo podremos irnos a cualquier parte del mundo si así lo deseas. ¡Pero por favor, quiero decirles que estoy bien!

—Lo pensaré y luego te aviso.

—¡James! ¡No me dejes aquí, James!

Pero él se había ido, cerró la puerta de la habitación general con llave, y tras guardarla dentro de la bolsa de su pantalón, se dispuso a salir. Seguramente iría en busca de un trago y alguna hermosa mujer que accediera a revolcarse con él.

Olivia había visto pasar estas semanas como el peor momento de su vida. Durante varias noches se la pasó llorando, gritando y golpeando la puerta el poco tiempo que podía hasta que James entrase y la sometiera con cuerdas y una mordaza de tela. Su desesperación la estaba llevando a ideas suicidas, pues en un cierto tiempo, Liv deseó haber caído al suelo, en lugar de la piscina que le salvó la vida. Parecía ser que aquel encierro llegaría a cumplir el año, pues en un momento dado, Olivia pensó y recordó los documentales sobre secuestros que le gustaba ver con Verónica y con su madre, aquellos documentales en YouTube donde la pareja se obsesionaba tanto, que incluso llegaba a asesinar sin pensar en las consecuencias. El miedo le propuso unas inmensas ganas de vomitar al imaginarse siendo una más de aquellas pocas mujeres que se enamoraban perdidamente de su captor. Sin embargo, era imposible que el síndrome de Estocolmo la consumiera a ella también, pues el amor que alguna vez sintió por ese hombre, ahora era un odio repulsivo y ciego que en cualquier momento le daría el valor suficiente para lastimarlo y salir huyendo.

Finalmente, después de tanto gritar, pensar y lamentarse, Olivia se quedó profundamente dormida, recostada en el suelo y con el oído pegado a la pared, en la que, había una diminuta ventana que casi llegaba al techo, pero que desgraciadamente, era tan pequeña que Liv no tendría ni una sola posibilidad de entrar en ella.

Summertime, Yellow, Something Just Like, Les Rois Du Monde, Viva La Vida y Roller Coaster se perdieron en su pensamiento. La hicieron recordarlo a él, a Kevin, el verdadero amor de su vida.




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