Cómo Matar A Un Héroe

Capítulo 70

Para crecer es importante entender una cosa. Un amor no te complementa, no es tu otra mitad, tu completo o tu media naranja. Un amor, una persona que te quiere, te suma, no te resta ni te completa. Tú eres todo, eres un entero. El amor no debe doler, de lo contrario ya no sería amor. Quien te quiere, quien te ama, te impulsa, te suma, te ayuda y muchas veces te levanta. También recuerda que todo es recíproco, y si en algún momento sientes que esto no es así. Sal, aléjate y sálvate. Puedes con cualquier cosa, incluso cuando sientas que el mundo se cierne sobre ti e intenta ahogarte, no te des por vencido, vencida, patalea hasta alcanzar la superficie y toca las estrellas con tus dedos.

Bien lo había dicho Julio Palacios, el padre de James lo defendió a capa y espada, luchó contra todo y contra todas las acusaciones que Liv hizo en su contra, sin embargo, la familia Palacios no era tan seria y calmada como deseaban aparentar. Un año fue suficiente para que finalmente James L. Cardos fuese sentenciado a pasar al menos seis años en prisión por tentativa de homicidio, secuestro, fraude, extorsión y amenazas. Sí, en algún momento el hombre saldría en libertad, pero al menos Liv tendría todo ese tiempo para recuperar la fuerza que la caracterizaba. Solo el tiempo decidiría si lo volvía a colocar en su camino, o James pasaba a formar parte de su vago y lejano pasado.

Cuando Olivia regresó a Álamos, Adriana se lanzó a sus brazos, gimiendo y rogando un perdón que tardó alrededor de dos semanas en llegar. Erika, por su parte, lloró y rogó una disculpa aclarándole todo lo que ella y Kevin habían necesitado que sucediera para darse cuenta de que uno no era el amor del otro.

Desde su regreso, Olivia no había visto a Kevin, no porque no tuviera ganas de hacerlo, sino porque él sabía que ella necesitaba tiempo para componer todo lo que James había echado a perder. La rama del árbol ya no existía, la escalera se había guardado bajo llave en el almacén, y a Olivia no le quedó más que escuchar Yellow encerrada en su habitación.

—Un día le hablé a Chris Martin sobre todo lo que yo sentía por ella, y entonces escribió Yellow.

Estaba lista, Olivia se había puesto el vestido largo, aquel que no pudo utilizar en su graduación. Se arregló el cabello negro, se maquilló muy poco el rostro y salió al jardín, salió al encuentro de sus amigos que la esperaban. Pasó por cada uno de ellos, escuchándolos y abrazándolos mientras su corazón lloraba de felicidad.

Al final estaba él.

Los dos se vieron. Por un momento no necesitaron palabras para expresarse todo lo que sentían. Se abrazaron, y en un momento de soledad, lo pudieron hacer.

—Te vez hermosa, Olivia —sus ojos brillaron en un rostro tierno, quizá un poco más maduro, pero al final siempre representaría la ternura que lo llevó a la cúspide del mundo.

—Te extrañé tanto —le dijo ella.

—El sentimiento siempre ha sido mutuo. Desde que te fuiste, desde que te perdí y desde que vi ese avión despegar dejándome plantado en el aeropuerto.

Liv estaba sonrojada. Pegó su rostro al de él, y rosando su nariz contra la suya, le habló con una verdad absoluta.

—Cuando las estrellas nos junten, viviremos felices, cariño.

—Ya nos juntaron.

Pero ella dijo:

—¿A dónde quieres ir? ¿Cuánto quieres arriesgar? —finalmente un beso cerró la noche. Su noche, de ella, de él. La noche de los dos.




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