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–Nivel 4B:– anunció la voz robótica –Lluvia de meteoros.
Ángel y Mario sintieron sus corazones palpitar con desesperación al escuchar esas palabras. Habían pasado sólo un nivel esa mañana y era más de lo que habían enfrentado desde el inicio del juego. El nivel 4A había sido una aterradora ola de tornados que precedían una hermosa lluvia de estrellas fugaces. Aunque ambos niños estaban admirados con la belleza y el realismo de las imágenes, las noticias no eran nada alentadoras.
Sus poderes habían sido inútiles contra los gigantescos huracanes que azotaron gran parte de la ciudad, por lo que habían centrado su misión en ayudar a las familias a escapar, lo que les había llevado más tiempo del que hubieran preferido. Ambos se preguntaban cuándo empezarían a enfrentar súper villanos.
Pero ahora no era el momento de pensar en ello. Si sus poderes no habían podido hacer nada frente a los tornados, ¿Qué esperanza tenían contra los meteoritos?
Al menos eso era lo que pensaba el Chico Araña. Mientras Ángel meditaba sobre su impotencia ante la inminente colisión de las rocas espaciales, Mario se elevó en el aire, haciendo agitar su capa frente a la ventisca generada por las rocas aproximándose. Apuntó su guante lanzallamas y calentó la primera roca hasta derretirla.
El Chico Araña se movió ágilmente para esquivar la lluvia de roca fundida que por poco quema su máscara. Estaba harto: una vez más, Mario se estaba llevando toda la diversión.
Dos gigantescos meteoritos se acercaron uno tras otro, pero el héroe tuvo una brillante idea: usó sus poderes elásticos para expandir sus dos manos y con la ayuda de su súper fuerza, atrapó una de las rocas para volver a lanzarla, y hacer que se estrellara con la segunda. Más piedras minúsculas llovieron sobre la cabeza de Ángel que miraba con resignación a su compañero ganando más puntos, que lo convertirían en un héroe más poderoso.
Aquello no era justo: él no tenía tantos poderes como su compañero, pero no por eso tenía que perderse de toda la diversión, ¿O sí? Él podía crecer y encogerse a voluntad, lanzar telarañas y tenía fuerza arácnida…
¡Eso era! ¡Fuerza arácnida! Las arañas aguantan 170 veces su propio peso. Siendo un adolescente de 44 kilos, podría moverse fácilmente si alcanzaba un peso aproximado de 7 toneladas. La primera vez que usó sus poderes, había crecido mucho más que eso y era natural que su fuerza no fuera suficiente para moverse, pero si tenía cuidado en ajustar un tamaño idóneo, sería un gigante capaz de detener los meteoritos con las manos y evitar que terminaran de destruir la ciudad.
Presionó el botón con cuidado, alcanzando tres metros de altura. Hasta ahora todo iba bien. Creció diez metros más; aún podía moverse. Aumentó hasta llegar a 20, 30, 40 metros, y se dio cuenta que había alcanzado su límite, pero aquel tamaño era más que suficiente.
Al ver las rocas aproximándose, usó nuevamente su fuerza arácnida para golpear el gran meteorito y hacerlo pedazos. Mario sonrió al ver a su amigo unirse al juego, y ambos continuaron ganando puntos, destruyendo meteoritos y trabajando juntos hasta que la voz robótica anunció que la misión estaba completa.
–Nivel 4C– recitó –Devorador de mundos.
Aquellas palabras hicieron a los muchachos sentir un escalofrío recorrerles la espalda. Más huracanes se formaron, más meteoritos chocaron con la tierra, pero aquello no les preocupaba, al menos no tanto como el gigantesco rostro humano que se había formado en el cielo.
–Muchachos– dijo Gil, apareciendo de la nada una vez más –Han acumulado 7000 y 3500 puntos respectivamente. Necesitarán nuevos poderes para enfrentar al primer villano del juego.
–Primero que nada– continuó –Por 1000 puntos, daré a ambos la capacidad de sobrevivir en el espacio. Chico de acero: con 6000 puntos puedes obtener el poder de lanzar rayos gama, ondas de radiación muy útiles para reducir enemigos a cenizas, aún más que los lanzallamas.
–Genial– dijo el joven, recibiendo el aditamento.
–En cuanto a ti, Chico Araña– dijo Gil volteando a verlo –Lo único que puedo ofrecerte por 2500 puntos es una mutación de ADN que aumentará tu fuerza de insecto y te dará la capacidad de volar.
Ángel estaba a punto de aceptar, pero el profesor lo calló.
–Pero escucha: Es posible que haya reacciones secundarias con la mutación que ya posees.
–¿Qué clase de reacciones?
–Quizás obtengas más poder del que puedes controlar– dijo sombríamente.
Aquella idea emocionó a Ángel.
–Lo tomo– decidió, extendiendo su mano.
–Bien– dijo el profesor, y un momento después, Ángel gritó de dolor al sentir una nueva punzada en su mano. Vio con sorpresa una enorme mosca verde que había picado su mano, justo donde tenía el piquete de la araña.
El efecto fue inmediato. Ángel sintió los músculos ajustarse al traje del Chico Araña. De repente se sintió más veloz, más fuerte, capaz de pensar más rápido. ¡Era maravilloso! Sintió entonces un escozor en su espalda y algo que rasgaba la tela de su traje: un par de alas de mosca brotaron y colgaron sobre su cuerpo a manera de capa.
El muchacho extendió las alas y voló rápidamente hacia el espacio. Contempló el rostro del devorador, que había abierto su boca y empezado a succionar el ozono del planeta. Se sentía invencible, pero seguía sin entender cómo le servirían a alguno de los dos sus nuevos poderes para detenerlo.