Hola, querida mía, lamento contestar a la carta que me haces llegar con el posta del pueblo, los menesteres que acarrea nuestro hogar, me absorben en un letargo impávido, taciturno, que no me deja salir, los recuerdos me toman el corazón y la mente, sacudiéndolos como cual saco de huesos y los avienta ante el furtivo viento. Con tristeza, leo tus palabras, escritas con bella prosa, que lástima hasta el punto más recóndito de mi ser. Me haces saber con palabras tacitas, que ya no me ama usted. Leí cada palabra con desasosiego, mis lentes se empañan como una feroz tormenta se posará sobre mis ojos, el candil de la pared, aquel que tanto te gustaba, derrama su tenue luz amarillenta sobre el papel donde escribo estás sinceras líneas, más solo un reflejo de la lividez del corazón. Me pide usted que le olvidé, cosa nada fácil, es como pedirle a la rosa que olvidé su color, al arco iris su pincelada multicolor, oh el camino a casa, casa donde usted y nuestros hijos fueron alguna vez felices. La execrable guerra nos apartó de nuestra tierra, de nuestra casa, aún visito aquel balcón donde está colgada aquella mata de claveles, vierto el agua, pero al parecer, sabe que no es la suya, se seca cada día, como todo lo demás, las hojas invaden los pasillos, los caballos de madera de los niños, han perdido su color, detenidos en el tiempo, arropados ahora por una maraña de tela de araña, el color de las paredes está opacó, casi traslúcido, la tapia se escurre por las paredes, su color cobrizo me provoca nostalgia, veo la figura de los niños corriendo por los zaguanes y en el patio donde pernotaban los indios, escuchó sus risas, sus afables risas, me levanto de madrugada, solo en mí habitación, los rumores de las bestias son mí compañía, abrazó a una sombra al lado de mí lecho, solo una sombra de lo que usted dejo. Con la vieja lámpara de aceite recorro las habitaciones, la soledad es mí compañía, hasta las animas se retiran a mí paso al saber con la profunda tristeza que cargó, busco la música que reinaba en nuestros bailes, donde la contradanza se tocaba toda la noche y usted y yo bailábamos hasta rendirnos ante nuestros pies. La guerra, aquella guerra nos hizo marchar a casa de sus padres, se abrió un abismo, que se engullo sin temor alguno nuestro amor, su amor. Por esa razón quería volver a nuestro hogar, pensaba quizás que tal vez que volveríamos a querernos como una vez lo hicimos, amar es fácil decirlo, demostrarlo es cuestión distinta. Debí ser más cuidadoso, pero soy hombre de poco tacto, debí preguntarle por qué su voz distinta, su trató lejano y su cuerpo sin alma en el acto del amor, No, solo me dediqué a pagar con la misma moneda, cosa más sutil e inmadura que separo por nuestro amor de un extremo de la tierra a otra. Yo aquí, en la soledad de nuestras tierras y usted allá, en el horizonte lejano, tan allá como está la tierra de la luna oh la palabra de Dios y los hombres. ¡Oh vida mía! Me pide usted, algo que no puedo cumplir, no podría olvidarle ni un millón de años, porque no habrá hombre que le ame como este corazón roto, como olvidar, la primera vez que le tome la mano, cuando bese por vez primera vuestros labios, cuando abracé a nuestros hijos después del laborioso parto, como olvidar aquella vez que susurraste que me amabas al cobijo de la noche, usted quizás pensó que no la oí, pero si lo hice, como se puede borrar todo esto del alma del hombre, queda labrado Como grandes surcos que recorren la tierra, prendida del alma y añorado en recuerdos llenos de felicidad y nostalgia. ¿Qué extraña es la vida? Y hemos de saber que es corta y una sola, pero dejamos que el maldito orgullo nos apabulla, nos arrastre, en vez de vivir la felicidad a plenitud. ¡Oh vida de mi vida! A pesar de todo quiero que seas feliz, sin mí mano para sostener la vuestra, pero os juro, que mí alma volará de dónde quiera que esté su merced para brindarle abrigo si hace frío, sombra si hace sol y compañía si siente que los años pasan muy deprisa. ¡Oh mí gran amor! Me levanto y tropiezo con restos de mí corazón, esparcidos por todos lados, su sonido es tan perturbador como el tañido de una campana de alguna iglesia abandonada en algún breñal, camino con ritmo monótono por las empedradas calles, pido a dios piedad por mis errores y justicia por mis aciertos, pero imploro por encontrar en alguna vuelta de esquina a usted, mi amor. Los caballos relinchan a mí pasó, sonrió a nuestros vecinos, pero si por alguna razón pudieran ver mi alma, llorarían conmigo. Pero, quiero verte feliz y a mis hijos, que mejor condena que darlo todo por la felicidad a quienes tanto amas, me alejaré como el alcatraz de la orilla para surcar el ancho mar. Si un mes alejado suyo, confabulo para alegrarme de su corazón, una eternidad bastará para mellar en mí, si usted es feliz, siempre fue mí mayor anhelo. A dios vida de mi vida, siempre mí amor, los ruidos de la guerra estremecen todo nuestro hogar, besos a mis hijos, dáselos en la frente y uno para usted de mí parte, no hubo hombre que la amara tanto como su servidor, solo le pido a dios que me permita buscarla en la otra vida, para que seamos felices, ya que en esta nos fue esquivó.
Se cuenta que la carta se consiguió entre los huesos de lo que fue una mano de un cuerpo ya corroído por el tiempo, telarañas abarrotaban el entorno, había rastros de disparos de fusil por doquier y a pesar de los años, lágrimas aún emanaban de la blancuzca calavera.
(Dedicado para Damaris Mosquera)...TQM.