Como perros y gatos

Capítulo VIII Los problemas causados por una gente estúpida

Pensativo como no lo había estado en mucho tiempo, Don Aristóteles se encontraba sentado en su sillón favorito, cerca de la pequeña ventana de la sala del apartamento. El anciano contemplaba hacia la calle, mientras Julieta reclamaba atención en su regazo, pero Aristóteles no estaba prodigando los cariños correspondientes que una gata como Julieta creía merecer, por lo que, resentida e indignada, la felina clavaba malhumorada sus garras en los muslos del anciano.

Pero Aristóteles no parecía prestar atención a la molestia de Julieta, ni la manera en que esta dañaba uno de sus pantalones favoritos, ni a los chicos que jugaban en el jardín frente al edificio con aquel bullicio habitual de cada tarde, que a veces crispaba los nervios de alguien como él quien prefería la calma y el silencio.

En aquel momento, Aristóteles no prestaba atención a nada de aquello. Sus pensamientos estaban centrados en una sola cosa: el nuevo inconveniente causado por su conocido vecino. Uno que, en esta ocasión, el viejo Enrique no parecía no haberlo causado a propósito, pero de lo cual Aristóteles igualmente le culpaba.

Y es que, luego de que cuidar el día anterior un par de horas más al viejo Enrique, decidió encomendar el resto la tarea a Ricardo e intentó regresar a su cotidianidad, sin querer pensar en un anciano que cuando se enfermaba actuaba más como un niño que como el hombre mayor que era. Por desgracia, aquello le fue imposible. Y justo en ese momento tuvo la certeza de que algo malo le estaba pasando. Un problema del que sospechó desde el instante en el cual su corazón palpitó al escuchar los agradecimientos del viejo Enrique. Y en especial, cuando su corazón se siguió comportando de manera extraña cuando rememoraba lo ocurrido.

Otra persona confundiría aquella sensación con cosas raras como pasaba en las melodramáticas telenovelas que tanto le gustaban a Ricardo. Otra persona que no fuese Aristóteles, puesto que para él no había espacio para aquellas ridiculeces. A su edad lo único que podía atacar era un infarto, y las supuestas mariposas en el estómago, no podían ser más que malestar estomacal. Por ello, esta vez Don Aristóteles tenía la certeza de que ahora sí se iba a morir.

—¿Qué sucede, papá? ¿Te duele algo? —preguntó de repente y exageradamente alarmado al igual que siempre, su hijo Ricardo, quien abandonó la limpieza de la sala para correr al lado de su padre. Y Aristóteles se dio cuenta de que mientras se encontraba sumido en sus pensamientos había estado sobándose el pecho.

Aristóteles gruñó cuando su hijo le tocó con preocupación, y miró con disgusto los oscuros ojos de Ricardo que parecían los de un cachorro sobrecrecido a punto de perder a su madre, o en todo caso, a su padre.

—¿Papá, quieres que llame al médico? ¿A una ambulancia? No, ya sé. Espérate aquí. Voy a pedirle ayuda al señor Enrique... Pero él apenas se está recuperando... Entonces voy a...

—¡Coño, Ricardo, ya quédate quieto, carajo! —gritó Aristóteles hastiado de la actitud de su hijo. Y por su parte, Julieta herida por la falta de atención y molesta por el escándalo, abandonó el regazo de Aristóteles, y se marchó con elegante dignidad, alzando su grisácea y esponjosa cola.

—Pero, papá, ¿en serio estás bien? No vaya a ser que te vuelva a dar lo de la última vez y ahora sí estires la pata.

—Primero te mueres tú que yo —refunfuñó entre dientes.

Aristóteles comenzaba a pensar que, si Ricardo continuaba hablando de muertes, entonces por supuesto que iba a haber una: la de Ricardo cuando él lo arrojara por el balcón a ver si le dejaba en paz. Estaba en un punto que incluso ya empezaba a pensar las formas de cumplir su cometido cuando el teléfono sonó, salvando así a Ricardo de las intenciones asesinas de su padre.

—¿Qué no ves que el teléfono está sonando? Anda, contesta —dijo Aristóteles a Ricardo, deseando deshacerse de este de alguna manera, puesto que el matar a su hijo quizá realmente era demasiado cruel. Además de por desgracia ser un crimen.

Ricardo hizo una mueca y a regañadientes, se dirigió a contestar el teléfono.

Aristóteles escuchó un saludo y retazos de una conversación, y entendió que su exmujer había llamado. Y cuando escuchó a Ricardo contar que su pobre padre estaba sufriendo otra vez problemas, se levantó de golpe y caminó presuroso hacia su hijo.

—Ah, carajo, pues. Ya deja de hablar vainas que no son ciertas —se quejó arrebatándole el teléfono a su hijo y haciendo un ademán para que se marchara.

Ricardo no parecía querer hacerlo, mas la fulminante mirada de su padre le convenció.

—Elba—saludó a su exmujer.

—Ay, Aristóteles. ¿hasta cuándo seguirás siendo un viejo amargado? —chistó la mujer desde el otro lado de la línea que había escuchado el intercambio entre padre e hijo—. Pero supongo que eso nunca cambiará —escuchó un suspiro resignado—. Así que más bien, dime, mijo: ¿es verdad que estás mal del corazón? —un dejo de preocupación impregnó la pregunta y Aristóteles echó una mala mirada a Ricardo que le observaba desde una distancia segura para evitar que su padre volviera a regañarle, y quien no pudo evitar encogerse un poco ante la expresión de su padre.

—Por supuesto que lo estoy —dijo pensando a quién habría salido Ricardo tan chismoso—. Cómo no voy a estarlo. Pero ¿por qué en lugar de escuchar las pendejadas de Ricardo no le invitas a quedarse por allá? No sé... ¿No te gustaría que fuese a joderte la vida por un rato? ¿Es que no extrañas a tu hijo?

—Lo extraño, sí, pero con una llamada me basta —dijo Elba—. Además, yo ya me lo aguanté por muchos años. Por eso cuando se casó y se fue, hice fiesta. ¿Y a estas alturas me lo quieres regresar? No, gracias, mijito. Ahora soy una mujer que está en paz con su marido y que no sabe nada de muchachos hasta que se muera.

—Hablas como una madre desnaturalizada. ¿Es que tú no lo pariste?

—Sí lo parí, ¿pero acaso tú no me ayudaste a hacerlo? Porque ese muchacho no se hizo solo. Y yo no recuerdo haber recibido en ningún momento la visita del Espíritu Santo.



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En el texto hay: comedia, lgbt

Editado: 07.01.2024

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