Cómo pescar esposo

  CAPÍTULO 1: El Milagro Llega por Teléfono

El caracol rosado que sostenía en mi mano derecha era del tamaño de mi puño, hermoso como una joya del Caribe, y probablemente mi cena de esta noche si Don Tulio me hacía buen precio. Estaba regateando con él —porque en Isla Salazón todo se negocia, hasta el amor, créanme que lo sé— cuando mi teléfono empezó a vibrar en el bolsillo trasero de mis jeans.

—Siete dólares, Maritza, y ni un centavo menos —Don Tulio cruzó sus brazos morenos sobre el mostrador de su puesto, donde los hielos mantenían fresco un desfile de tesoros marinos: pargos con ojos todavía brillantes, camarones que parecían bailar sobre la cama de hielo, y ese caracol rosado que yo NECESITABA.

—Tulio, mi amor, por favor —le dije mientras sacaba el teléfono sin mirar la pantalla—. Ese caracol tiene una rajadura en el borde. Te doy cinco.

—¿Rajadura? ¡Eso es carácter, mujer! ¿Acaso no tienes tú tres matrimonios encima y sigues siendo una belleza?

Casi le lanzo el caracol a la cabeza, pero el teléfono seguía vibrando insistentemente. Número desconocido. Probablemente spam. O peor, mi segundo exmarido queriendo que le "preste" dinero otra vez. Contesté de todas formas, porque soy de esas masoquistas que no pueden ignorar una llamada.

—¿Aló?

—¿Señora Maritza Sandoval? —una voz femenina, profesional, con ese tonito de "tengo noticias importantes" que me hizo enderezar la espalda inmediatamente.

—Sí, soy yo. ¿Quién habla?

—Llamo de la Clínica de Fertilidad San Rafael. Soy la doctora Méndez.

El mundo se detuvo. O tal vez seguía girando y yo me había quedado congelada en medio del mercado de mariscos de Isla Salazón, con un caracol rosado en la mano y el corazón saliéndoseme por la boca.

—Dígame —fue todo lo que pude articular.

—Tenemos los resultados de su último tratamiento. Señora Sandoval... funcionó.

Silencio.

—¿Cómo que funcionó? —pregunté, porque aparentemente mi cerebro había decidido jugarme una mala pasada y hacerse el estúpido justo en el momento más importante de mi vida.

—Su perfil hormonal indica que el tratamiento de estimulación ovárica fue exitoso. Está usted en su ventana fértil, señora Sandoval. —la doctora hizo una pausa, y pude escuchar papeles moviéndose del otro lado—. Según nuestros cálculos, tiene aproximadamente tres meses, posiblemente tres meses y medio, antes de que esta oportunidad se cierre.

TRES. MESES.

—¿Está segura? —susurré, y en ese momento me di cuenta de que tenía lágrimas rodando por mis mejillas—. Porque mire, doctora, yo ya pasé por esto cuatro veces. Cuatro veces me dijeron que había esperanza, y las cuatro veces terminé llorando en el baño mientras llegaba mi período como un recordatorio mensual de que mi cuerpo es un desastre.

—Estoy completamente segura, señora Sandoval —su voz se suavizó—. Los números no mienten. Pero debo ser honesta con usted: esta ventana es limitada. Tres meses, tal vez un poco más. Después de eso... es probable que no tengamos otra oportunidad.

Tres meses para hacer lo que no había podido lograr en treinta y siete años de vida: quedar embarazada.

Tres meses para encontrar a un hombre decente, enamorarlo, convencerlo de tener un hijo conmigo, y...

Esperen.

ESPEREN.

—Doctora —interrumpí sus explicaciones sobre progesterona y óvulos maduros—, ¿usted me está diciendo que si yo... digamos, hipotéticamente... encuentro a un hombre en estos tres meses y, ya sabe, hacemos lo que se tiene que hacer... podría quedar embarazada?

Hubo una pausa del otro lado. Probablemente la doctora Méndez estaba reconsiderando su elección de carrera.

—Técnicamente, sí. Pero señora Sandoval, yo le recomendaría que considerara la inseminación artificial o...

—Perfecto. Muchas gracias, doctora. Es usted un ángel enviado del cielo. ¡Que Dios la bendiga! —colgué antes de que pudiera darme más consejos sensatos que yo definitivamente no iba a seguir.

El caracol rosado resbaló de mi mano.

Todo pasó en cámara lenta: el caracol cayendo, mi grito de horror, Don Tulio tratando de atraparlo, fallando miserablemente, y la hermosa criatura marina estrellándose contra el suelo de cemento del mercado con un sonido que me partió el alma.

Pero no me importó.

Porque en ese momento, un pulpo —un pulpo VIVO que estaba en la tina de agua de mar junto al puesto de Don Tulio— aprovechó la confusión para escapar. Salió de la tina como un alien en una película de ciencia ficción y empezó a deslizarse por el suelo del mercado con una determinación admirable.

El caos fue instantáneo.

Las señoras gritaron. Los vendedores corrieron detrás del pulpo. Don Tulio maldecía en un español tan creativo que estoy segura de que inventó nuevas groserías en el proceso. Y yo... yo me quedé ahí parada, en medio del mercado de mariscos de Isla Salazón, llorando y riendo al mismo tiempo como una desquiciada.

—¡Maritza! ¡Agarra ese pulpo! —me gritó Don Cheo desde su puesto de pescados.

—¡QUE LO AGARRE TU ABUELA! —le grité de vuelta, con las manos en las rodillas, tratando de respirar entre carcajadas y sollozos—. ¡ESTOY FÉRTIL, DON CHEO! ¡FÉRTIIIIIL!

El mercado entero se detuvo.

Todos me miraron como si me hubiera vuelto loca. Y tal vez lo había hecho. Tal vez la noticia había roto algo en mi cerebro que ya venía agrietado desde el divorcio número tres.

Pero no me importó.

Porque ahí estaba yo, Maritza Sandoval, treinta y siete años, tres exmaridos en mi haber, cuenta bancaria más vacía que promesa de político, de vuelta en mi isla natal después de jurar que nunca volvería... y acababa de recibir un milagro.

Un bendito milagro.

—Maritza, hija —Don Tulio se acercó con cuidado, como si me hubiera transformado en algo peligroso—, ¿estás bien?

—Estoy PERFECTA, Tulio —me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y le sonreí con toda la dentadura—. Estoy más que perfecta. Estoy... bendecida.

—¿Y el pulpo?



#4814 en Novela romántica
#1645 en Otros
#562 en Humor

En el texto hay: romcom

Editado: 18.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.