Cómo pescar esposo (concurso Rom Com)

CAPÍTULO 6: El Test del Picante

—Doña Fina, ¿usted cree que el nivel de tolerancia al picante de un hombre revela su carácter?

Eran las cinco de la mañana. Yo estaba desvenando camarones con la precisión de un cirujano, y Doña Fina me miraba como si acabara de sugerir que la tierra era plana.

—Muchacha, ¿dormiste anoche o te quedaste despierta inventando teorías locas?

—Dormí. Pero también pensé. Y mientras pensaba, llegué a una conclusión científica.

—Ay, Dios. Cuando dices "científica" es porque estás a punto de hacer alguna barbaridad.

Sonreí. Tenía razón.

—Mire, Doña Fina. Los hombres mienten. Mienten sobre sus intenciones, sobre sus sentimientos, sobre su pasado, sobre su sueldo, sobre todo. PERO —levanté un camarón para énfasis dramático— los hombres no pueden mentir cuando enfrentan picante real.

—Explícate antes de que piense que te volviste loca de verdad.

—El picante es verdad pura. No puedes fingir que no te quema. No puedes pretender que lo aguantas si no lo aguantas. Tu cara te delata. Tu sudor te delata. Tu dignidad colapsa frente a un ají honesto.

Doña Fina se sirvió café, se sentó, y me hizo la señal universal de "continúa con tu locura que esto se pone interesante".

—Entonces —continué, entrando en modo conferencia TED—, si sirvo camarones enchilados con diferentes niveles de picante y observo cómo reaccionan los hombres, puedo aprender más sobre su verdadero carácter en cinco minutos que en cinco semanas de conversación educada.

—¿Y qué exactamente vas a aprender?

Dejé los camarones y me limpié las manos en el delantal. Esto requería gesticulación completa.

—PRIMERO: Los que presumen de valentía pero lloran con picante medio son farsantes. Si no pueden con un ají, ¿cómo van a lidiar con un bebé llorando a las tres de la madrugada? Con crisis reales. Con responsabilidades adultas.

—Punto válido.

—SEGUNDO: Los que piden el más picante sin preguntar nada son impulsivos. Probablemente toman decisiones financieras terribles. "¿Necesitas este carro nuevo? No, pero lo quiero AHORA." Peligrosos para un presupuesto familiar.

—También válido.

—TERCERO: Los que dicen "no me gusta el picante" y no lo prueban son cerrados de mente. Si no pueden experimentar con comida, ¿cómo van a ser con la vida? Con cambios. Con compromisos.

—Estás en algo.

—Y CUARTO, el más importante: Los que preguntan, escuchan mi recomendación, y la siguen... esos son los ganadores. Esos saben pedir ayuda. Saben confiar. Saben que no tienen que saberlo todo.

Doña Fina me miró con una mezcla de admiración y preocupación.

—Muchacha, estás más científica que el biólogo ese que vino ayer.

—¿Cuál biólogo?

—Un tal Doctor Julián Palacios. Vino a hablar con el Ingeniero Castellanos sobre el impacto ambiental de la construcción. Guapísimo, por cierto. Se quedó mirándote mientras servías el almuerzo.

—¿Y por qué no me dijiste?

—Porque estabas demasiado ocupada mirando a Martillo.

Touché.

—Como sea. Hoy es el día del test. Camarones enchilados. Tres niveles de picante: Suave, Medio, e Infierno.

—¿Infierno?

—Le puse ese nombre porque literalmente te manda al infierno y de regreso. Lleva ají chombo, habanero, y el secreto: un toque de ají fantasma que conseguí de contrabando con Don Tulio.

—Maritza, eso es un arma química.

—Es una herramienta de investigación.

—Es una manera de asesinar clientes.

—Nadie está obligado a pedirlo. Pero los que lo hagan... ay, Doña Fina, los que lo hagan me van a revelar TODO.

Preparar camarones enchilados es un arte. Los camarones tienen que estar frescos, grandes, jugosos. Se saltean rápido en mantequilla con ajo —apenas un minuto porque camarón sobrecocido es insulto a la gastronomía— y después viene la salsa.

Para el nivel SUAVE: Ají dulce, pimentón rojo, cebolla, tomate, cilantro, un susurro de comino. Color rojo alegre, picante apenas presente, perfecto para turistas y niños.

Para el nivel MEDIO: Todo lo anterior más ají chombo picado fino, pasta de tomate para concentrar sabores, y ese punto de picor que te hace sudar un poquito pero no sufrir.

Para el nivel INFIERNO: Todos los ajíes del apocalipsis. Habanero completo con semillas (ahí está el verdadero fuego), ají fantasma molido (solo una pizca porque esa cosa puede derretir lenguas), y mi ingrediente secreto: un toque de tamarindo para balance. Porque si vas a quemar a alguien, al menos que sea con complejidad.

—¿Y cómo vas a saber qué nivel pide cada quién? —preguntó Doña Fina mientras yo preparaba tres ollas diferentes.

—Simple. Voy a explicar las opciones claramente. Nada de trampas. Información completa. Su elección revelará todo.

—Eres diabólica.

—Soy eficiente.

El desayuno pasó normal. Pero cuando llegó el mediodía y empecé a servir, la cosa se puso interesante.

Puse un letrero escrito a mano en la estación de servicio:

CAMARONES ENCHILADOS - ELIJA SU NIVEL SUAVE - Para los que disfrutan sabor sin sufrimiento MEDIO - Para los valientes con sentido común
INFIERNO - Para los que creen que el dolor construye carácter

La fila se formó. Y el show comenzó.

El primero era un Sardina conocido, uno de los casados que siempre se quejaba de todo.

—Dame el INFIERNO —dijo, golpeando el pecho como gorila—. Yo aguanto lo que sea.

—¿Seguro? Porque no acepto devoluciones ni llamadas al 911.

—Seguro. Soy hombre de verdad, no como estos muchachitos.

Le serví una porción generosa del nivel INFIERNO. Lo vi caminar a su mesa con confianza de macho alfa. Doña Fina y yo nos miramos. Contamos mentalmente.

Uno... dos... tres...

—¡AGUA! ¡DIOS MÍO, AGUA!

El hombre estaba rojo como camarón cocido, lágrimas rodando, buscando agua desesperadamente. Sus compañeros se reían. Él maldecía. Yo tomaba notas mentales.



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En el texto hay: romcom

Editado: 19.11.2025

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