El arroz con mariscos es un plato de timing perfecto. El arroz debe cocinarse en el punto exacto para que absorba los sabores sin convertirse en papilla. Los mariscos deben agregarse en secuencia precisa: primero los que tardan más, después los delicados, finalmente los que solo necesitan un beso de calor. Un minuto de más y todo se arruina. Un minuto de menos y está crudo.
El timing lo es todo.
Y aparentemente, mi timing biológico estaba jodido.
La cita con Martillo había sido... perfecta. No, más que perfecta. Había sido real. Cocinamos juntos (él sorprendentemente competente pelando camarones). Hablamos por horas (sobre todo y nada: su hija, mis divorcios, nuestros miedos, nuestras esperanzas). Y al final de la noche, me besó. No en la frente esta vez. En los labios. Suave. Lento. Como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Excepto que yo NO tenía todo el tiempo del mundo.
Y hoy, viernes por la mañana, iba a descubrir exactamente cuánto tiempo me quedaba.
—¿Segura que quieres que vaya contigo? —preguntó Doña Fina mientras esperábamos el ferry a tierra firme.
—Necesito que vayas. Porque si las noticias son malas, voy a necesitar que me impidas hacer algo dramático.
—¿Como qué?
—Como tirarme al mar. O comer mis sentimientos en forma de todo un pastel. O ambos.
—Dramática como siempre.
—Es mi naturaleza.
El ferry estaba lleno. Trabajadores yendo a tierra firme a conseguir suministros después de la tormenta. Turistas evacuando. Familias visitando. Y yo, con mi secreto guardado como bomba de tiempo en el pecho.
No le había dicho a Martillo sobre mi ventana fértil. Sobre mi misión original. Sobre el hecho de que todo este proyecto de comedor había empezado como operación de caza de esposo-que-pudiera-darme-un-hijo.
Porque ¿cómo le dices a alguien: "Oye, me gustas mucho, pero también tengo fecha de caducidad biológica y básicamente estaba evaluando tu capacidad reproductiva junto con tu personalidad"?
Spoiler: no se lo dices. Nunca.
La clínica de la Doctora Méndez estaba en un edificio moderno del centro. Aire acondicionado brutal. Revistas de celebridades en la sala de espera. Y una enfermera que me miraba con lástima profesional.
—Señora Sandoval, la doctora la verá en cinco minutos.
—Gracias.
Doña Fina me agarró la mano.
—Respira.
—Estoy respirando.
—Estás hiperventilando otra vez.
—Es mi mecanismo de defensa.
Cinco minutos que se sintieron como cinco horas. La doctora Méndez apareció con carpeta y expresión que intentaba ser neutral pero no lo lograba completamente.
—Maritza, pasa por favor. ¿Tu amiga...?
—Viene conmigo. Es mi apoyo emocional.
—Por supuesto.
Entramos a su oficina. Pósters de anatomía reproductiva en las paredes. Modelo de útero en el escritorio. Y la doctora con sus resultados de laboratorio.
—Bueno, Maritza, tengo noticias mixtas.
Mi estómago se hundió.
—Defina "mixtas".
—La buena noticia es que tu respuesta al tratamiento sigue siendo positiva. Tus niveles hormonales son buenos. Estás ovulando regularmente. Todo funciona como debería.
—¿Y la mala noticia?
—Tu ventana es más corta de lo que calculamos inicialmente.
—¿Cuánto más corta?
—Dos meses. Dos meses y medio a lo sumo.
El mundo se detuvo.
—¿Dos meses? Pero usted dijo tres. TRES MESES.
—Lo sé. Y lo siento. Pero los últimos análisis muestran que tu respuesta ovárica está disminuyendo más rápido de lo esperado. No es tu culpa. Es solo... biología. Tu cuerpo está agotando reservas.
—¿Entonces qué? ¿Tengo hasta... hasta cuándo exactamente?
—Mediados de enero. Febrero si tenemos suerte. Después de eso, las probabilidades caen drásticamente.
Dos meses.
DOS MESES.
—¿Y si... y si intentamos algo más? ¿Otro tratamiento? ¿Algo?
—Maritza, ya agotamos las opciones no invasivas. Lo siguiente sería fertilización in vitro. Y eso requiere tiempo, dinero, y sinceramente, con tu historia clínica, las probabilidades no son mucho mejores.
—¿Entonces me está diciendo que si no quedo embarazada en los próximos dos meses, es básicamente... se acabó?
—No se acabó. Pero se vuelve significativamente más difícil. Estoy siendo honesta contigo porque me lo pediste. Puedes intentar naturalmente después de febrero. Pero las probabilidades...
—Son terribles. Lo entiendo.
Silencio.
La doctora Méndez suspiró.
—Maritza, sé que no es lo que querías escuchar. Pero quiero que sepas algo: la maternidad tiene muchas formas. Adopción, fertilización asistida más adelante con óvulos donados, incluso...
—Gracias, doctora. Entiendo. ¿Eso es todo?
—Eso es todo. Excepto... —me miró con preocupación genuina— ¿Estás bien?
—Estoy perfecta. Genial. Maravillosa. Nunca mejor.
—Maritza...
—En serio. Gracias por la honestidad. Nos vemos en un mes para seguimiento.
Salí de esa oficina con Doña Fina detrás. Caminamos en silencio hasta el ferry. Compramos boletos. Nos sentamos en cubierta. Y entonces, en medio del océano, entre isla y continente, tuve mi colapso.
—No puedo —dije.
—¿No puedes qué?
—No puedo hacer esto. No puedo con Martillo. No puedo con la presión. No puedo con nada.
—Maritza...
—¡TENGO DOS MESES! Dos meses para quedar embarazada o perder mi única oportunidad. Y acabo de empezar algo con un hombre que apenas conozco. ¿Cómo le digo? "Oye, sé que acabamos de tener nuestra primera cita, pero ¿qué tal si nos apuramos y procreamos antes de enero?" ¡ES UNA LOCURA!
—Respira.
—¡NO QUIERO RESPIRAR!
Las personas en el ferry nos miraban. Doña Fina les hizo señas de "todo está bajo control" (mentira evidente).
—Maritza, mírame.
—No quiero.
—MÍRAME.
La miré. Y me dio una bofetada. Suave, pero bofetada al fin.
—¿QUÉ FUE ESO?
—Amor duro. Ahora escúchame bien porque solo voy a decir esto una vez.
Editado: 25.11.2025