Cómo pescar esposo (concurso Rom Com)

CAPÍTULO 16: El Secreto del Dr. Julián

El pez león es una paradoja. Hermoso con sus aletas elaboradas como abanicos victorianos, sus rayas rojas y blancas hipnóticas. Pero cada espina es venenosa. Un roce puede enviarte al hospital. Un toque descuidado puede matarte.

Y sin embargo, preparado correctamente, es delicioso.

Es el invasor. El forastero que llegó a aguas caribeñas y destruyó ecosistemas. Pero también es superviviente. Adaptable. Peligroso solo si no sabes lo que haces.

Como ciertas personas.

Era miércoles. Un día después de mi cena reveladora con Martillo. Y yo estaba flotando en nube de "finalmente algo salió bien" cuando Julián apareció en el comedor con Roxana colgada de su brazo y sonrisa de científico emocionado.

—¡Maritza! Tengo noticias increíbles.

—Buenos días, Julián. Roxana.

—Buenos días, Maritza —saludó Roxana con esa alegría contagiosa que solo los enamorados nuevos tienen—. Julián me estaba contando sobre el arrecife del norte. ¡Es fascinante!

—Sí, y pensaba... —Julián se inclinó sobre el mostrador con entusiasmo— sé que la otra vez declinaste ir a bucear. Pero ahora que encontramos población estable de langosta endémica, el arrecife va a ser zona protegida. Es momento histórico. Y pensé que tal vez querrías venir. Como... no sé, celebración. Roxana va. Martillo podría venir también si quieres. Podríamos hacer grupo.

Era invitación inocente. Genuina. Sin segundas intenciones.

Y aun así, algo en mi radar interno empezó a sonar alarma.

—¿Cuándo?

—Sábado. Temprano. Salimos a las seis de la mañana, volvemos a mediodía.

—Déjame preguntarle a Martillo.

—Perfecto. Y Maritza... gracias. En serio. Tu información sobre los patrones locales fue invaluable para encontrar la población. Eres parte de este descubrimiento aunque no lo creas.

Se fueron. Felices. Juntos. Como pareja que todo el mundo bendice.

Doña Fina apareció a mi lado.

—Algo no está bien con ese.

—¿Con Julián? Es buen hombre. Un poco intenso con su pasión por criaturas marinas, pero...

—No. Es otra cosa. Algo... raro.

—¿Raro cómo?

—No sé. Instinto de vieja. Pero algo no cuadra.

—Tal vez solo estás siendo paranoica.

—O tal vez debiste haberme escuchado sobre tus tres ex esposos antes de casarte con ellos.

Punto válido.

Esa tarde, le mencioné la expedición a Martillo.

—¿Buceo? —preguntó con expresión de "preferiría comer vidrio".

—No tienes que ir si no quieres. Sé que dijiste que el agua y tú tienen acuerdo de no matarse mutuamente.

—Si tú vas, yo voy.

—Martillo, no necesitas...

—Maritza, si vas a meterte al océano, yo voy. Punto. Aunque tenga que flotar en balsa inflable como turista ridículo.

—¿Harías eso por mí?

—Haría eso y más.

—¿Como qué más?

—Como aprender a bailar. Como ver telenovelas contigo. Como comer vegetales que odio solo porque tú los cocinas.

—Eso es... sorprendentemente específico.

—He estado haciendo lista mental de cosas que haría por ti. Es larga.

Mi corazón derritiéndose en tiempo real.

—Está bien. Vamos el sábado. Los cuatro.

—¿Los cuatro?

—Julián, Roxana, tú y yo.

—Suena a doble cita.

—No es cita. Es expedición científica.

—Ajá. Claro. Con el biólogo guapo que claramente estaba interesado en ti antes de que Roxana apareciera.

—¿Estás celoso?

—Completamente. Pero también confío en ti. Entonces voy. Para apoyarte. Y tal vez intimidar un poco al biólogo con mi presencia.

—Eres ridículo.

—Soy tuyo.

Esas dos palabras me desarmaron completamente.

El sábado llegó con cielo perfecto. Azul imposible. Mar calmo. Condiciones ideales para buceo.

Nos encontramos en el muelle a las seis de la mañana. Julián con equipo profesional. Roxana con entusiasmo de niña en Navidad. Martillo con expresión de "voy a morir pero moriré como hombre". Y yo con sensación persistente de que algo estaba por salir mal.

—¡Listos! —anunció Julián—. El arrecife está a veinte minutos en bote. Vamos a ver cosas que muy poca gente ha visto.

Subimos al bote. Motor encendido. Empezamos a alejarnos del muelle.

Y entonces escuchamos el grito.

—¡JULIÁN!

Una mujer corriendo por el muelle. Treinta y tantos. Elegante incluso a las seis de la mañana. Con expresión de pánico y furia mezclados.

—¡JULIÁN PALACIOS!

El bote se detuvo. Julián se puso pálido.

—Mierda —susurró.

—¿Quién es? —preguntó Roxana.

Silencio mortal.

—Julián, ¿QUIÉN ES? —insistió Roxana con voz que empezaba a quebrarse.

La mujer llegó al borde del muelle. Respirando pesado. Mirándonos a todos pero especialmente a Julián.

—¿Así es como funciona tu "pausa"? ¿Sales con niñas jóvenes mientras yo estoy en casa cuidando a TUS hijos?

Oh no.

Oh no no no.

—Andrea... —empezó Julián.

—No me "Andrea". Llevo tres días buscándote. Tu teléfono apagado. Tu oficina cerrada. Tuve que preguntarle a tu jefe dónde estabas para descubrir que decidiste extender tu "investigación" en esta isla sin avisarme.

—Puedo explicar...

—¿Explicar qué? ¿Que estás teniendo aventura mientras yo espero pacientemente a que "proceses" nuestro matrimonio?

Roxana se levantó tan rápido que casi volcó el bote.

—¿Matrimonio? —su voz era pequeña, rota—. Dijiste que estaban separados.

—Estamos... —Julián buscaba palabras— es complicado.

—¡NO ES COMPLICADO! —gritó Andrea—. ¡ESTAMOS CASADOS! ¡VIVIMOS EN LA MISMA CASA! ¡DORMIMOS EN LA MISMA CAMA CUANDO NO ESTÁS "INVESTIGANDO"!

El silencio que siguió fue nuclear.

Roxana empezó a llorar. Silenciosamente. Lágrimas rodando mientras procesaba que todo había sido mentira.

Martillo me agarró la mano. Fuerte.

Y yo... yo sentí furia. Furia pura. No por mí. Sino por Roxana. Por Andrea. Por cualquier mujer que había confiado en este hombre.

—Volvemos al muelle —dije con voz peligrosamente calmada—. Ahora.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 25.11.2025

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