La noche había llegado, se podía escuchar afueras de la casa como los niños del vecindario iban a cada casa a cantar aquellos villancicos que alegraban hogares. Por las ventanas veía los adornos de las demás casas.. era hermoso ver aquellas luces que seguían brillando a pesar del frío clima.
El olor a pavo cocinado comenzó a invadir mis fosas nasales. No quería presumir… pero sí que era una excelente cocinera, en cambio Hanna había quemado las galletas que decidió hornear por la tarde.
La mesa ya estaba decorada y arreglada para servir, Karl y yo nos habíamos encargado de todo. Mi mama y la mamá de Hanna se encontraban sentadas en el sofá, no tenía idea de que decirles… era una buena idea decirles que estaba embarazada?
Me quedé por un momento viéndolas reír… tal vez un nieto no les iría tan mal.
Estábamos a unas horas para que fueran las doce, así que decidimos sentarnos en la mesa. Hanna se encargó de servir la comida junto con su mamá y yo serví el champagne en las copas; menos en la mía.
―Hija no te serviste champagne déjame que te sirva ―dijo mi madre acercándose a mi copa
―No mamá es que no se me antoja, tomar agua ―indique de la forma más normal que podía ser
Mi madre me miró extrañada y es que era raro para ella que no tomara ni un poco, ya que para comenzar siempre me ha gustado ese vino rosado y que lo rechace era algo muy inusual.
La cena marchó normal, reímos y hablamos, no hubo ningún momento donde la mesa se quedó en silencio pero hubo varios instantes donde en mi mente todo marchaba en cámara lenta, mientras miraba a Karl recordaba cada momento que pasamos, esa sonrisa… jamás la podré olvidar; era la que me alegraba cada mañana, sus ojos como la playa y su voz era la melodía perfecta para mis oídos.
No podía negar que una parte de mi quería que se quede, que por una sola vez me escogiera a mí ¿Pero cómo podría ser tan masoquista para querer algo así?
Ya era navidad, nos dimos el abrazo y cuando tocó el turno de Karl se acercó a mí y me arropo en sus brazos, me apretó fuerte, sentía su perfume a canela y madera, no quería que me soltase nunca pero prontamente senti un frio y es que sus brazos ya me habían dejado, él me miró a los ojos, no necesito decir ninguna palabra para yo entender lo que él me quería decir, por último, me dio un beso en la frente.
Supe en ese momento que esto era una despedida. Después de aquella cena, Karl y yo nos sentamos frente al árbol de navidad y nos dedicamos a guardar silencio, sentíamos que era lo mejor, ambos lo sabíamos, este era un adiós.
Cuando desperté a la mañana siguiente, bajé a la sala y todos estaban ahí, menos Karl, su madre tenía una carta en la mano, sus ojos de ella se habían convertido en cristales.
―Lo siento mi Bell ―Hanna me dio un abrazo tan fuerte que e slo unico que necesite
―Estoy bien, y gracias por este regalo, hacer que el me decepcione mucho para odiarlo
―¿Lo odias? ―se separo de mi
―Odio que no me haya escogido a mi, pero no podría odiarlo completamente porque en su momento me hizo la mujer más feliz de este mundo, y por otro lado… no podría odiar intensamente al padre de mi bebe.
―¿Bebé?
Y entonces solo sonreí y recordé lo que había pasado en la madrugada… Karl me había llevado en sus brazos hasta su habitación, me recostó en su cama y me susurro:
―Bell siempre te voy a querer y volveré para ti, no pienses que la elegí a ella, me iré del país y regresaré siendo un mejor hombre para ti y un mejor padre para nuestro bebe.
Fueron las palabras más sinceras que había escuchado venir de él.
Me había elegido a mi… o al menos eso creía creer. Pero la decepción ya estaba causada y yo ya estaba rota por dentro.
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Editado: 27.12.2023