Mi día empezaba temprano, incluso cuando las clases no eran a primera hora. La alarma sonaba, la apagaba sin pensarlo demasiado y me levantaba con la sensación de que siempre iba un poco atrasado. Estudiaba en la facultad y trabajaba como repartidor por las tardes. No era lo ideal, pero podía pagar la facultad y sacarle un peso a mis padres.
Después de clases, volvía a casa, comía algo rápido y agarraba la mochila. La bicicleta siempre me esperaba en el garaje. El restaurante Mendoza era uno de los locales con más pedidos, así que pasaba seguido por ahí.
Ese día entré con el cansancio todavía encima.
-Hola- dije acercándome al mostrador- Vengo a retirar un pedido.
La chica de la caja levantó la vista.
Tenía el pelo marrón recogido de forma desordenada, algunos mechones sueltos alrededor del rostro. Los ojos verdes, atentos a la pantalla. Un pequeño piercing en la ceja que brillaba bajo la luz del local. No era una belleza llamativa, pero había algo en ella que hacía difícil apartar la mirada.
¿Nombre del repartidor?- preguntó.
-Alan-.Anotó algo y asintió.
-Ya sale. Es el pedido de la calle Rivadavia ¿verdad?
-Sí, ese.- ¿Que me pasaba? No podía formular palabras.
-Soy Liana -dijo, mirándome por primera vez con atención. Sus ojos verdes solo me miraban a mí.
-Encantado- dije algo sonrojado
Mientras esperaba, dejé la mochila sobre el mostrador y observé el lugar. El olor a comida era constante. Fue entonces cuando noté a una chica sentada cerca de la ventana, con una taza de café o té delante. No miraba el teléfono. Miraba a Liana.
-¿Es tu compañera?- pregunté en voz baja.
Liana siguió mi mirada.
-No, Cecilia es mí compañera de piso. Es mi mejor amiga desde hace años
-¿Te espera?-
-Siempre, sale de la facultad y viene, son 20 minutos de espera. Pero ella insiste en que no vuelva sola de noche al departamento-Respondió, como si fuera rutina del día a día.
Cecilia levantó la vista cuando escuchó su nombre. Me miró apenas.
-Hola -dije.
-Hola -respondió ella.
Después volvió a mirar a Liana, quien regresaba con la bolsa del pedido. Ni siquiera supe en qué momento se había ido, era como un gato.
-Revisá que esté todo -me dijo.
Miré la etiqueta.
-Está bien.
-Menos mal. Hoy fue un día largo.-
-Se nota -comenté-. ¿Siempre trabajás en este turno?-
-Casi siempre. Es lo que hay-
-Yo reparto después de salir de la facultad, entiendo que pueda ser agobiante-
-¿Qué estudiás?-
-Periodismo.Todavía no estoy seguro de haber elegido bien-
Sonrió, tocándose el piercing de la ceja.
-Eso nos pasa a muchos.-
Antes de irme, me entregó el recibo.
-Si hay algún problema con el pedido, avisame-dijo.
-¿Por qué?-
-Para evitar errores...o para verte-
-Nos vemos, Liana.- Tomé el pedido y mí mochila. No supe que decir ¿Habré sonando cortante?
-Que tengas buen turno, Alan.-
Salí del restaurante y subí a la bicicleta. Mientras pedaleaba, pensé en su pelo marrón, en sus ojos negros, en la forma en que se tocaba la ceja cuando sonreía ¿Por qué pensaba en ella? Apenas la conocía.
Editado: 21.12.2025