Esta regla es muy sencilla de comprender; consiste en una acción, que conlleva una reacción.
Por ejemplo:
Causa: una chica no voltea a ver la luz del semáforo, que estaba en rojo.
Efecto: Un auto va a toda velocidad, el conductor revisa sus mensajes de texto y no se da cuenta de que una chica, ¡esa chica!, va cruzando la calle.
Otro ejemplo:
Causa: Al fin, te atreves a escribir esa historia que te zumba en la cabeza desde hace años.
Efecto: Al trabajar en tus sueños y metas, logras ser uno de los más vendidos en todo el país y quizás en el mundo.
Y, aunque piensas, que esto es algo básico, te puedo decir que hay escritores que no lo respetan, hay causas en sus historias que no tienen reacciones, y, por lo tanto, no hay lógica en la novela, las reacciones son tan importantes como las causas o viceversa.
Esta ley puede ampliarse o hacer que tarde más tiempo en revolucionarse el problema, hasta tener una trama más compleja y amplia, aunque la mayoría de las causas tienen un efecto o solución casi inmediata, como lo escribí en los párrafos anteriores.
Veamos ahora, es el momento de intentarlo tú mismo. Mira a tu alrededor, haz una lista de cinco a diez palabras y escribe la historia que maquine tu mente utilizando la ley causa-efecto. Disfruta del proceso y siente lo que tu personaje está viviendo; a través de tu pluma, teclas o lápiz.
Recuerda:
Causa: ¿qué está haciendo?
Efecto: ¿qué sucedió como consecuencia a esa acción?
En el siguiente capítulo, se habla sobre los distintos tipos de narradores, que hay dentro de los libros, son aquellos que cuentan la historia desde su punto de vista.