Como si fuera Cenicienta

2. Llámame Tom

—No creo que a tu amigo le agrade —di unos pasos hacia atrás mientras Adam le echaba un vistazo a su camiseta llena de salsa de tomate y fideos.

Mal día para ir de blanco.

Él les dio una señal a los chicos que estaban detrás de él. Sus incondicionales amigos: Nathan y James. Sí, James, mi hermanastro.

Traté de buscar alguna salida pero todo estaba acabado. Los dos secuaces de Adam me tomaron de los brazos y me arrastraron hasta el baño de hombres más cercano.

No podía quejarme o la pasaría aún peor. Ha habido casos en los que personas no retornaban a la escuela. Era la única solución para seguir siendo uno de los ignorados del año, al menos así no se ensañarían conmigo.

Hubieras forcejeado un poco al menos.

¿Y por qué no lo hiciste tú?

—No es divertido cuando no se quejan —comentó Nathan ya en el baño fingiendo una sonrisa.

Para ese rato yo solo esperaba que las cosas acabaran de una maldita vez.

—Se quejará después de lo que le vamos a hacer —dijo James antes de que obligaran a arrodillarme frente al retrete y surgieran mi cabeza en el agua. ¡Totalmente asqueroso!

Sentía como casi me ahogaba, no podía contra la fuerza que ejercían James y Nathan sobre mi cabeza, por más que quisiera. Maldita preparatoria, maldita seudo-superioridad.

—¿Pueden dejar de hacer eso? —escuché que levemente una voz decía.

Los otros dos muchachos pararon pero dejaron mi rostro a pocos centímetros del agua con la que pocos segundos atrás había sido empapado.

—Son órdenes de Adam —le explicó Nathan haciendo más fuerte el agarre de mi cabello y halándolo bruscamente hacia fuera del retrete.

—No le tienen que hacer caso en todo. ¡Mejor salgan antes de que los reporten en la dirección! —les ordenó la chica levantando la voz en la última oración

¿Qué? ¿Una chica?

Tenías que ser Dylan, es obvio quién es...

Los dos tan conocidos jugadores de fútbol de la escuela me dejaron y salieron quejándose por no haber terminado su trabajo. ¡Por dios! ¿No era suficiente con eso? Sentía que me moría. Era una tortura.

Escupí el agua que todavía estaba en mi boca y sacudí mi cabello dejando caer algo de agua. Yo apestaba a muerto.

¡No me digas!

¡Sí te digo!

—¿Estás bien? —preguntó la chica mientras yo trataba de sacar todo el agua de mis oídos y terminar de exprimir mi cabello.

Me giré para verla una vez sentí una de sus manos sobre mi hombro. ¡Tenía que ser Brooke!

¡Vaya, pero qué sorpresa! ¡No me lo esperaba!

Simplemente guarda silencio.

Me distraje con tan solo verla. Era tan perfecta. Estaba atontado.

¡Hora de golpear a Dylan! Pásenme la chancla.

¡Oye!

Debías haberte visto, alguien tenía que golpearte en ese instante. Por poco babeas o se te par...

¿El corazón?

Sí, claro...

—Oye, ¿estás mejor ahora? —Brooke se agachó hasta mi altura—. Tal vez tienes una contusión. Vayamos a la enfermería —llegó a esa conclusión luego de ver mi cara de tonto al quedarme viéndola como si fuera un ser divino que fue a mi rescate.

—¡Estoy bien! —volví en mí y me paré inmediatamente—. No hace falta ir —tartamudeé.

Mierda.

—¿Estás seguro? Hace rato...

—No te preocupes, estoy bien —le recalqué sin poder pronunciar bien las palabras.

Me puse de pie y salí del baño confundido por lo que acababa de pasar. En tan solo cinco minutos habían ocurrido más cosas que en mis tres previos años de preparatoria. Me dirigí a mi casillero en busca de otra camiseta. La que llevaba puesta olía a retrete. Ya sé a qué huele cuando no los limpian. Retretes... ¡Mierda! ¡La primera impresión que Brooke había tenido de mí fue con mi cabeza dentro de un retrete! ¿Por qué la vida me tenía que tratar así? Y... ¿qué hacía ella ahí?

La vida puede ser muy cruel.

Llegué tarde a mi siguiente y última clase. Mi casillero quedaba al otro lado del aula, no había forma de que me teletransportara y debía tomar hacer algo con mi cabello o apestaría peor que desagüe.

Mis compañeros de clase me miraron extrañados al verme entrar a la clase de álgebra. ¿Qué? ¿Esperaban que no regresara nunca más? Yo solo escondía mi cara de Brooke. Deseaba ser invisible, al menos solo para ella por un tiempo.

Pero no podías ser invisible si todo el mundo te miraba.

Vale, gracias por recalcar lo obvio.

Tomé asiento junto a Kyle quien me devolvió mi teléfono en cuanto tuvo la oportunidad y dejó un texto diciendo que lo sentía. Además, pude ver la expresión de culpa en su rostro al entregarme el móvil.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.