Como si fuera Cenicienta

3. Dylan, el princeso

Toda la atención estaba puesta sobre mí y mis pantalones. Acaba de cometer suicidio en la escuela. ¿Cómo no me había dado cuenta? Fue por eso que sentía más el viento en mis piernas cuando iba en bicicleta.

¡Mierda, Dylan! ¿En qué estabas pensando? 

—¡Al fin me hiciste caso sobre el cambio de look que siempre te decía! —apareció Kyle junto a mí y los demás alumnos dejaron de mirarme.

Ese chico usaba ropa más rara que yo y era común verlo así, por lo que el resto de muchachos en la escuela pudo haber pensado que  yo era otro loco más del club. 

Y no están equivocados.

Parecía como si un unicornio multicolor le hubiera vomitado encima a Kyle. Sabes que si sales un día con él nunca lo perderás de vista, solo tienes que seguir el arcoiris. Él era todo lo contrario a Zoe que solo llevaba ropa oscura, los colores vivos habían muerto para ella. No éramos un grupo normal.

Si eres parte de ese grupo, claro que no es normal. 

Fred...

Dyl...

—No es un cambio —le exliqué a Kyle mientras nos alejábamos de la salida—. Olvidé cambiarme los pantalones.

—¡Lindos pantalones, mariquita! —gritó Adam mientras pasaba con su grupo.

¿Tenían que llegar en manada? Oficialmente eran la manada de los populares.

—¿De dónde robaste esos? ¿De la guardería? —le siguió Olive, la tan deseada capitana de porristas, aquella con fama de haberse tirado al grupo completo de fútbol, y de básquet, y de lacrosse...

—¡Dile a tu mamá que te deje de vestir! —exclamó James—. Ah, cierto. Está muerta.

Quise responderle pero era inútil, me dolió pero gritarle o pegarle solo iba a hacer que me metiera en problemas con la escuela y con Amanda. Heather hizo a un lado a su hermano para que no siguiera hablando. No sabía por qué mis "hermanos" tenían que ser así conmigo. No les había hecho nada. Bueno, al menos Heather comprendía que no debía tocar ciertos temas pero James era de lo peor. Era como si se quisieran vengar de algo.

Poco después de eso vi pasar a Brooke, llegaba corriendo y detrás de todo el grupo que acaba de pasar. Pensé que ella solo pasaría de mí como antes pero al contrario, ella se me quedó mirando. Sonreí y ella hizo lo mismo. Idiota era la perfecta palabra para describir mi situación. A los segundos recordé... ¡Los osos! ¡Mierda, me había visto con ellos!

¿Pensaste que te veía por otra cosa? 

Pues sí. 

—No les hagas caso. Vamos a conseguirte algo más decente —oí que dijo Zoe. Tan silenciosa como... como... No se me ocurre nada. Solo era muy silenciosa.

Mejor no hubieras dicho nada.

—Joder, Zoe, ¿qué te hiciste en la cara? —preguntó Kyle y volteé a ver a mi amiga. ¡Parecía Morticia Addams con un toque zombie!

—¡¿Qué?! ¿Demasiado negro? —Zoe sacó un espejo pero para ella todo era normal. 

Su cabello desordenado y largo, los ojos negros y bueno, todo negro hacía que la mayoría de personas le temieran a la antes llamada Sunshine, además de que ya había atormentado a unos chicos de primer año y pues, habían creado una leyenda sobre ella. 

—No te tomes tan en serio lo de "Soy tan dark que cago murciélagos" —bromeó Jeremy quien acaba de unírsenos.

Zoe, al escuchar la palabras de Jeremy, levantó una de sus mano y lo retó para que repitiese su frase. Él lo hizo sin recordar los duros golpes y recibió su merecido. Mientras que Kyle y yo obtuvimos una buena escena de la cual disfrutar. 

¿En todos los años de escuela no había comprendido que molestar a Zoe solo iba a traer dolor? Si quieres vivir tranquilo sin hematomas solo no fastidies a Sunshine.

—Oigan, dejando la violencia de lado... ¿Podemos ir a buscar algo que me pueda servir? —hice referencia a mis pantalones.

Pasaron unos minutos para que mis amigos pararan su pelea y me hicieran caso. Fue entonces que caminamos hacia al departamento de cosas perdidas. Algo bueno debía haber, ¿no? 

—¿No quieres mis pantalones de Star Wars? Son geniales —me los ofreció Jeremy durante el camino.

—Eh. No, gracias —respondí. En él no lucían mal pero en mí... Bueno, no me imagino con ropa que implique electricidad.

Sí, claro, bien que aguantaste las ganas de usarlo.

—Pero si son súper sexy —argumentó generándome escalofríos.

Sexy no es la palabra que debió usar. Es como si dijera que mis pantalones de ositos eran sexy. ¡No! A no ser que... ¡Oye, nena, tú, yo, y mis pantalones de ositos, no sé, piénsalo! ¡No! ¿Qué estás haciendo, Dylan?

Sí, ¿qué estás haciendo, Dylan?

—No sé por qué sigo juntándome con ustedes —Zoe expresó lo que sentía por nosotros. ¡Pero qué tierna!




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