Como siempre y como la primera vez

CAP 7

Y sí, hoy tenía cita con el médico otra vez. Lo sucedido la semana pasada fue chocante y me mantuvo con la mente dividida a cada segundo, mientras tanto mis amigas habían comenzado su misión de espías sin éxito en realidad. Alessia no pudo sacarle información a mi mamá y eso era frustrante, pues ella era la persona más persuasiva que conocía. Estábamos a ciegas y yo no podía ignorar lo que pasaba si veía diario mi reflejo en el espejo.

Estaba en la puerta de la escuela, era hora de salida para mi curso así que estaba distraída recogiendo mi cabello azul oscuro, más oscuro que en la primera ocasión en realidad, se había oscurecido con los días y se me seguía haciendo raro, interesante y preocupante. Mi madre me vendría a recoger para ir al médico y con esa idea en mi cabeza no pude evitar recordar la reacción de mi progenitora al ver mi aspecto. La señora casi me mata al ver mi cabello, estaba a punto de meterme de cabeza a la ducha cuando tuve que idea una mentira agarrándole a lo sentimental, luego le dije que era por diversión y que quería experimentar con las cosas que no he podido lograr durante estos siete años. Indudablemente me creyó toda la treta.

Terminé la ardua tarea de amarrar mi cabello con los brazos cansados pues la cantidad de pelo que me crecía de la cabeza era alucinante. Alucinante, largo, abundante y pesado, muy pesado.

Giré sobre mi eje al sentir un toque suave en el hombro descubriendo a Mathias con el rostro iluminado por su típica sonrisa de niño. Era agradable ver que aun existían cosas que no había cambiado ni en estos cinco años.

— ¿Quieres ir a tomar algo? Un helado o no sé, lo que tu prefieras —me dijo pasando su mano por su nuca tras darme un empujón con su cadera.

Cadera que me dio en lo bajo de mis costillas por la diferencia de altura que nos llevábamos.

Llevaba esa sonrisa de niño que me atrajo desde la acera de enfrente cuando su balón me dio contra los pies la primera vez que nos vimos. ¿Cómo decirle que no mientras me miraba tan tierno? Me olvidé de mi cita con el médico por completo, o al menos la ignoré guardándola en un hoyo en mi cerebro que servía cuando los ojos azules de Mathias me distraían.

— Claro que sí —la sonrisa que imité de su rostro me estiró las comisuras mientras me metía bajo su brazo—, entonces, ¿me parece que me prometiste un helado?

— Lo que pida la señorita —afirmó estrechándome contra sí.

Así empezamos a caminar hacia la heladería más cercana, la cual en realidad no estaba muy lejos. La sentí menos lejos incluso cuando noté la mano de Mathias, esa que me rodeaba, entrelazarse con la mía. Un cosquilleo se extendió por toda mi piel al apreciar su mirada sobre mi rostro y el apretón que aplicó en nuestras palmas unidas. Era una acción que habíamos experimentado antes, pero con el alboroto de mis nuevos sentimientos –o más bien aceptados sentimientos–  ahora todo parecía hacerse por primera vez.

Llegamos a la heladería y nos sentamos en una mesa mientras intentaba ocultar el calor que sentía desplazarse por mis mejillas. Nos tomaron la orden permitiéndonos unos segundos para respirar y bajar el color del rostro y luego nos dejaron solos, de nuevo. Mathias no dejaba de mirarme y eso me ponía nerviosa, no incomoda, sino nerviosa. Sentía su mirada acariciar mis poros con suavidad, el choque de nuestros ojos brillosos me hacía alucinar una corriente eléctrica que los unía. Aun así, y con esas sensaciones distintas correr por nuestras venas, el tiempo pasó mientras conversábamos, fluían entre bromas y risas sobre él, quien me contaba los últimos chismes de los que no me había enterado, porque sí, Mathias y yo chismeábamos juntos.

Estaba recalcándole lo cotilla que era cuando a la mesa se acercó a una rubia preciosa de ojos verdes, altísima, enfundada con un top que terminaba debajo de sus pechos y un short que me daba frío de verlo. Entonces sentía algo extraño en el estómago, era la sensación de tener una viscosidad verde subirme por la garganta al igual que los colores a la cara solo al ver su cuerpo direccionarse a Mathias, no entendía de dónde venía eso, pero estaba segura que no era bueno, así que desvié la mirada más allá de su cuerpo hasta embutirla en el chico enfrente mío.

Luego toda la sensación de que no tenía derecho a sentir aquello se borró cuando ella me miro de arriba a abajo con asco y superioridad destilando desde sus extensiones hasta las uñas acrílicas, yo solo la miré arqueando una ceja.

Llevaba poco rímel, algo de delineador y los labios pintados de un tinte casi borgoña, honestamente aun no aprendía a maquillarme como una artista, tenía sobre la cabeza un gorrito negro de lana y un polo que le robé a Thomas que me llegaba hasta poco más abajo de la mitad del muslo de color negro estilo, no sé, ¿fútbol americano? Tenía un estilo extraño de quien no se equivocó con su guardarropa durante la pubertad, pero ni que estuviera tan mal.

Mathias, miedoso tal y como había aprendido resulta que eran todos los hombres que me rodeaban, trataba de no elevar la mirada.

— Mathi —le dijo con una voz chillona, elevada a unos decibeles que me rechinó en el oído—. Te quería preguntar si me podrías ayudar a estudiar para la prueba de mates, o sea, ¿tú me entiendes no?, eres súper nice y hiper —sentí el cáncer de oído sangrar al oír ese y hiper— estudioso. ¿Podrías? Please, o sea considéralo, lindo. Estarías ayudando a un alma vulnerable —no me pasó desapercibido ese aleteo de pestañas postizas que casi genera un tifón en la heladería.




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