Cómo te lo digo...

Capítulo 20. Cómo domar una suegra (consejos del especialista).

Sandra.

Me apoyé en el escritorio, tamborileando los dedos contra la superficie mientras miraba la pantalla sin verla realmente. Durante toda la mañana, una sola idea se había instalado en mi cabeza como un huésped no deseado, provocando que mi vena competitiva gritara a todo pulmón: si Arthur podía engañar a todos haciéndose pasar por el novio perfecto, entonces yo no podía ser menos.

Debía conquistar a mi futura suegra y a mi cuñada.

Y lo entendí con la misma claridad con la que comprendí, años atrás, que usar tacones en una calle empedrada era una receta para el desastre.

El problema era que no tenía ni la menor idea de cómo hacerlo.

Pensé en la familia de Boris y me estremecí. Cuando intenté caerles bien, terminé atrapada en cenas interminables donde me bombardeaban con moralejas absurdas sobre el arte de ser una buena esposa.

—Sandra, lo entiendo todo, pero toda mujer debería saber cocinar —decía mi exsuegra con su mejor tono de falsa bondad—. Si sigues pidiendo comida en esos establecimientos dudosos, Boris va a desarrollar una úlcera. Sabes que tiene el estómago sensible.

Al principio la escuchaba y asentía con la paciencia de una santa. Luego dejé de hacerlo, porque en cuanto me vio sosteniendo una sartén, empezó a atacarme con nuevas críticas: que si no sabía planchar, que si no sabía lavar, que si no sabía coser, que si toda mujer debería saber hacerlo.

Lo que mi exsuegra nunca mencionó fue que no todas las mujeres trabajaban más que su hijo y ganaban el doble. Pero claro, ese pequeño detalle nunca le pareció relevante.

Solté un suspiro y me froté las sienes. Necesitaba ayuda.

Pero ¿de quién?

Mi primera opción era Diana, pero últimamente estaba demasiado ensimismada y triste. Algo la preocupaba, y lo último que quería era cargarla con mis problemas, especialmente cuando estos incluían la absurda misión de caerle bien a mi familia política falsa.

Así que, con la determinación de una mujer al borde del colapso y la lucidez propia de quien ha tomado demasiado café, decidí buscar ayuda.

—Marta —llamé, asomándome por la puerta de mi despacho.

Mi secretaria levantó la vista de su pantalla con la eficiencia de alguien capaz de organizar agendas, responder correos y evitar crisis existenciales ajenas sin despeinarse.

—Dime, Sandra.

—Necesito consejo.

Marta parpadeó. La última vez que le pedí consejo fue para decidir si pedía sushi o ensalada en el almuerzo, así que mi declaración debía haberle sonado como una señal del apocalipsis.

—¿Consejo? ¿Sobre qué?

Me crucé de brazos y resoplé.

—Sobre cómo caerle bien a mi futura suegra y a mi cuñada sin perder la dignidad en el intento.

Marta, que había visto de todo en esta oficina, inclinó la cabeza y entrecerró los ojos como si estuviera a punto de recitar un proverbio ancestral.

—¿Y por qué me preguntas a mí?

—Porque eres la persona más organizada y resolutiva que conozco. Además, llevas diez años casada con el mismo hombre y jamás he oído quejarte de su familia.

Marta sonrió con orgullo, pero luego se encogió de hombros.

—Sandra, yo conocí a mis suegros antes que a mi esposo. De hecho, juntarnos fue idea de ellos, así que jamás tuve que ganármelos. Pero si lo que buscas es una estrategia para domar a la familia política… hay alguien que puede ayudarte.

Fruncí el ceño.

—¿Quién?

Marta apoyó el codo sobre el escritorio y me miró con picardía.

—Mateo.

Parpadeé.

—… ¿Mateo? ¿El de los leggings de leopardo?

—Ese mismo. Créeme, nadie entiende mejor cómo ganarse a una suegra que un hombre que ha sobrevivido a tres. Y no solo sigue vivo, sino que mantiene amistad con todas.

Cerré los ojos y me froté la cara.

—Dios mío… estoy tan desesperada que voy a recibir consejos de Mateo, el primer “plumas” del mundo.

Marta se encogió de hombros.

—Bueno, depende. ¿Quieres casarte con un millonario o no?

La miré con sospecha.

—Maldita sea. Llámalo. Que empiece la lección de manipulación social avanzada.

Marta no respondió, pero su sonrisa lo dijo todo.

Mateo llegó a mi despacho a la velocidad de un chisme en grupo de WhatsApp. Lo que me llevaba a dos posibles conclusiones: o no tenía absolutamente nada que hacer (lo cual dudaba, porque Mateo siempre tenía algo que hacer, aunque fuera ajustar su delineado), o Marta le había contado exactamente por qué lo llamé.

Sospeché lo segundo, porque se inclinó hacia adelante con la intensidad de un galán de telenovela turca antes de una declaración de amor dramática.

—Escucha, cariño —dijo con tono conspirativo—, conquistar a la suegra y a la cuñada no es difícil. Es como manejar clientes difíciles en la productora: adulación estratégica y manipulación emocional.

—¿No puedo simplemente caerles bien siendo yo misma? —pregunté con mi mejor sonrisa angelical, pestañeando con genuina ingenuidad.

Mateo me miró con la misma compasión con la que se observa a un cachorrito torpe que acaba de chocar contra un espejo.

—Por supuesto, Sandra. Y también podrías ir al banco y decirles "denme dinero porque soy una buena persona". A ver si funciona.

Puse los ojos en blanco.

—Bien, maestro de la manipulación, ilumíname.

Mateo tomó aire como quien está a punto de recitar un monólogo shakesperiano.

—Primero, la suegra. Ella debe convertirse en tu cómplice, jamás en tu enemiga. Porque, cariño, para las madres, sus hijos son seres divinos que ningún mortal merece. Y si además es millonario… uff. Para ella, tú eres una ladrona de alta categoría.

—Ajá, ¿y cómo evito que me rocíe con agua bendita? ¿Le traigo un certificado de la iglesia confirmando que no soy Satán? —pregunté, levantando una ceja.

—No, querida —dijo con paciencia exagerada, como si estuviera explicándole álgebra a un hámster—. Encuentra algo en lo que Arthur sea un desastre y haz equipo con ella. Si a ella le preocupa que no coma bien, di cosas como: "Ay, doña, me tiene preocupada, solo come comida rápida. ¿Cómo hacía para que de niño comiera verduras?". ¡Bum! Ya no eres la bruja que se llevó a su bebé, eres la salvadora. En dos semanas te estará mandando recetas familiares por WhatsApp.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.