Cómo te lo digo...

Capítulo 60. Las ruinas del después

Sandra.

Cuando Arthur cerró la puerta tras de sí, no supe si quería derrumbarme o gritar. Pero no hice ninguna de las dos cosas. Solo me quedé quieta. Muy quieta. Como si cualquier movimiento pudiera romper el frágil equilibrio que me sostenía.

La habitación volvió a llenarse de silencio. Ese silencio denso que había dejado su cuerpo al irse. No era paz. Era el eco de lo que había dicho. De lo que aún no sabía si podía creer.

Me dejé caer en el sofá como una marioneta sin hilos. Crucé los brazos sobre las piernas y apreté con fuerza, como si pudiera así contener las dudas que me temblaban por dentro.

Quería creerle. Dios, cómo quería.

Quería pensar que ese beso no significó nada. Que fue una emboscada. Que él había sido sincero cuando me dijo que era yo, que yo era su verdad, su presente, su elección. Que ya no era esclavo de Lorena ni de lo que ella representaba.

Pero...

La imagen volvía. Se repetía en mi cabeza como una escena de cámara lenta editada por mi peor enemigo. Su boca manchada del carmín de ella. Su mano demasiado cerca de ella. Su rostro demasiado… concentrado. Como si no se hubiera resistido. Como si, por un instante, se hubiera olvidado de mí.

Y aunque él gritó que no devolvió ese beso, aunque juró que me ama… esa imagen se aferraba a mis ojos como una astilla en la piel. No dolía más cuanto más la miraba. Solo dolía distinto. Más profundo.

Cerré los ojos, queriendo borrar la escena, pero ahí estaba. Como un tatuaje involuntario.

Me abracé las rodillas. Otra vez. Otra vez como esa versión mía que no quería volver a ser: la que duda. La que no confía. La que se pregunta si merece algo que no duela.

No era sólo por mí. Era por lo que llevo dentro. Por esa pequeña vida que aún no he revelado. Ese hijo —mi hijo, nuestro hijo— que crece dentro de mí como una promesa... o una bomba de relojería.

¿Cómo criar a alguien con un hombre que ni siquiera ha terminado de cerrar sus puertas al pasado? ¿Cómo apostar todo por un "te amo" que aún tiene sabor a confusión?

No sé cuánto tiempo estuve así. El reloj no hizo ruido. El mundo parecía suspendido. Solo yo respiraba con dificultad entre mis propios pensamientos.

Así que apagué las luces, me arrastré hasta la cama sin cambiarme, sin pensar. Y me acosté de lado, con la mano sobre el vientre, como si pudiera proteger algo más que el cuerpo. Como si pudiera protegerme de mí misma. De lo que siento. De lo que aún no estoy lista para perdonar.

Y antes de cerrar los ojos, una sola frase cruzó mi mente, como un susurro que dolía más que el silencio:

"Si fuera mentira, ¿por qué me dolería tanto querer creerla?"

El día siguiente me recibió sin tregua.

Dormí mal. O apenas dormí. El cuerpo se rindió a ratos, pero la cabeza siguió en vigilia, repitiendo escenas, frases, miradas, silencios. Me sentía exhausta, pero había algo peor que el cansancio físico: esa mezcla entre confusión y esperanza que no me dejaba respirar con claridad.

Llegué a la oficina más temprano de lo habitual. No porque tuviera algo urgente, sino porque necesitaba sentirme en control de algo, aunque fuera del horario. Apreté los labios al entrar y me puse la chaqueta como si fuera una armadura.

Mi asistente ya estaba allí, diligente como siempre, con un montón de carpetas sobre la mesa auxiliar. Me miró apenas, pero esa mirada fue suficiente para que supiera que algo la incomodaba.

—Buenos días, Sandra —dijo con voz cautelosa.

—Buenos días —respondí sin detenerme, rumbo a mi despacho.

Pero no logré cerrar la puerta del todo.

—Disculpa —añadió él, asomándose con un sobre blanco en la mano—. Esto… apareció entre los documentos de archivo que me pediste revisar ayer. No tiene membrete, ni remitente, ni título. No sabía dónde meterlo.

Me detuve en seco al verla.
Era ella. La carta. Ese sobre blanco que había buscado con desesperación durante horas, como si en su interior se escondiera la pieza faltante de un rompecabezas demasiado complejo. La misma carta que, en un momento de orgullo mal disimulado, juré que ya no me importaba. Pero era mentira. Y no una mentira pequeña: me mentí a mí misma. Y lo sabía en cuanto mis dedos rozaron el papel.

No dije nada. Solo la tomé con una lentitud casi ceremonial, como si ese gesto tuviera un peso que no podía compartir con nadie. Mi asistente entendió que ese momento no admitía testigos ni interrupciones. Cerró la puerta con una delicadeza que agradecí.

Me quedé sola de pie, con el sobre entre los dedos. Lo sostuve durante un buen rato sin atreverme a abrirlo, como si temiera que el contenido fuera más fuerte que yo. Lo observé, lo giré entre mis manos, lo dejé sobre el escritorio. No era más que papel, tinta y palabras… y aun así, pesaba como si llevara dentro todas las cosas que Arthur nunca fue capaz de decirme en voz alta.

Me senté, observándola en silencio, como si pudiera adivinar su contenido sin necesidad de romper el sobre. Me pregunté si tenía sentido leerlo ahora, después de todo lo que había pasado, después de todo lo que vi, después de lo que dijo ayer. ¿Podían unas palabras escritas antes de que todo estallara cambiar el curso de lo que vino después?

Tal vez no.
Pero había llegado hasta aquí. Y ya no podía hacerme la indiferente.
Tenía que saber.

Con un suspiro largo y tembloroso, rasgué con cuidado el borde del sobre, como quien abre una herida que ya cicatrizó mal. Deslicé la hoja y la desplegué con manos más frías de lo que recordaba tener. Y entonces empecé a leer.

La primera línea me detuvo. El corazón me dio un vuelco, uno seco y profundo, de esos que duelen sin avisar. Era su voz, sin filtros, sin pretextos, sin armadura. No esperaba eso. No así. No tan honesto. No tan desnudo. Aunque ayer se me abrió bastante.

Leí cada frase despacio, no porque no pudiera ir más rápido, sino porque no quería dejar escapar ni una palabra. Porque todo lo que decía allí tenía la cadencia exacta de lo que me había gritado la noche anterior con los ojos desesperados y la voz rota. Y yo no le creí. O no quise hacerlo. Y ahora... lo tenía por escrito. Negro sobre blanco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.