Siento una dulce envidia
De quien ya no está,
De sus almas libres,
De su deambular.
De su esencia incierta,
Su incorruptibilidad.
Ser figura eterna,
Un recuerdo inmortal.
Una dulce envidia,
De su ser perenne,
De su omnipresencia,
Y, aún así, lejandad.
De este mundo mediocre,
De la mezquindad.
De tanto egoísmo,
De nuestra orfandad.
Ajenos ya al dolor,
A la vanidad.
Amados por siempre,
Por siempre estarán.
GASTOHN