Ya eran pasadas las seis de la tarde cuando por la puerta entró su vecino que hace mucho no veía, ella trabajaba en una papelería que queda cerca de su casa, era rara la vez que su vecino se acercaba a comprar algo, puesto que él era una persona solitaria que casi no salía de su casa, eso le recordó la vez que intentó ser amiga de él, pero siempre la rechazaba, entonces terminaron en una extraña relación amistosa. Él se le quedó mirando por unos segundos antes de hablar.
—Necesito papel pergamino —dijo con rapidez.
Ella lo miró molesta, “¿no la iba a saludar?” se le quedó viendo sin siquiera responder, él sin saber porqué lo miraba, miró hacía atrás pero no había nadie, entonces Amel se pasó la mano por la frente para secar el sudor, la papelería no tenía ventanas y era un lugar pequeño con muchas cosas, el ventilador se había dañado unas semanas atrás, su única solución era un abanico improvisado con cartulina, entonces ella se abanicó el rostro y cuando estaba a punto de replicar la puerta se volvió a abrir dejando ver a una desgarbada y pequeña anciana, Amel conocía muy bien a la anciana así que ella se movió con tal rapidez que en un instante ella ya tenía una caja de cigarrillos en la mano de la misma marca que la anciana solía comprar, pero ella estaba mirando al joven que tenía al lado, le pasaba dos cabezas y vestía de negro, un color bastante inusual en los días tan calorosos que estaban haciendo, la anciana nunca lo había visto y sus ojos se encontraron con los de él, el chico sintió la pertinaz mirada de la anciana así que se la devolvió y entonces él le sonrió, en ese mismo instante la radio se encendió de forma abrupta y la anciana gritó, el grito fue tan fuerte que a la chica se le cayeron los cigarrillos. Él miró de reojo a la radio antes de recoger los cigarrillos y pasárselos a la anciana.
—¡Dios mío! ¡¿Qué le pasa a esta cosa?! —exclamó Amel, pero lo dejó encendido y se dirigió a la señora que estaba asustada—, no se preocupe, esto pasa a menudo, el radio ya está viejo —agrega con una sonrisa conciliadora.
La anciana sacó el dinero de un pequeño monedero que lleva en uno de sus bolsillos, la chica recibió el dinero y luego se puso a buscar las vueltas del billete, mientras ella contaba las devueltas el locutor de la radio empezó a hablar.
—Nos han informado que el barrio de Santa Barbara han habido unos incidentes con sus gatos, cuiden sus gatos —el locutor se detiene y luego afirma—, en los últimos días han encontrado dos gatos muertos, no sabemos quién fue el que causó estas desgracias, pero hasta el momento la policía se estará haciendo cargo.
Entonces Amel se detuvo cuando escuchó esas palabras, su corazón se contrajo, ella tenía un gato y este siempre se quedaba solo en casa porque ella vivía sola, y ese era el nombre del barrio donde vivía.
—Oh —la sorpresa de la anciana le recordó que tenía que darle el dinero, ella se acercó y se lo dio, la anciana lo recibió y la miró fijamente a los ojos—, hace unos años atrás también pasó lo mismo —murmuró la anciana y luego agregó agarrando el dinero y yéndose al mismo tiempo—, pero nadie encontró al asesino.
Un silencio realmente incómodo reinó en el pequeño espacio, ambos guardaron silencio, entonces ella recordó que él había llegado primero y había pedido una hoja de papel pergamino, lo atendió y cuando él pagó se quedó allí, Amel lo miró y le señaló la puerta.
—Dentro de poco vas a cerrar —no era una pregunta, él afirmó un hecho que estaba por ocurrir, ella no dijo nada—, te voy a acompañar a tu casa.
—Ah
Fue lo único que dijo, pero él tenía razón, iba a cerrar y a esta hora había veces que llegaban estudiantes a comprar materiales para sus trabajos a ultimo minuto, pero incluso así nadie llegó.
Editado: 27.10.2020