Amel al entrar a su casa fue recibida por su querido gato, acarició sus orejas ya que a su gato le gustaba mucho que lo tocara allí, entonces guardó la comida del gato y la arena, porque aún tenía. Ella fue directamente a su habitación, la casa en la que vivía era pequeña de un solo piso, pero lo suficientemente para ella y su gato, vivía sola en compañía de su mascota, con sus padres hace mucho que había perdido conexión alguna con ellos, así que no tenía nada más que preocuparse por ella y por su gato, miró al gato gris con rayas y recordó el otro gato gris que vio anteriormente, un escalofrío cubrió su espalda y se abrazó a sí misma, se dirigió al baño y lavo su cara, tenía muchas cosas que hacer pero las haría mañana, tenía el día libre y quería aprovechar la noche para dormir y descansar complacidamente sin molestias, se quitó la ropa y rápidamente se colocó su pijama, entonces sintió que alguien la estaba mirando, ese sentimiento que la hacía sentir incómoda los primeros meses que se había mudado a vivir allí, la ventana de su habitación quedaba directamente hacia la calle, pensó que se había acostumbrado pero no fue así, ella se giró y tras la ventana no vio a nadie, se acerco y tras el velo observó la calle, esta se encontraba vacía sin nada por ningún lado, sus ojos se dirigieron a la casa del frente, donde vivía Tamiel, pero las luces del primer pisó estaban apagas, en el momento que miró hacia el segundo piso la única luz que estaba prendida se apagó de repente. Y después la luz de su habitación se apagó a los segundos, el corazón saltó de su pecho, y se apartó de la ventana, se colocó una mano en el rostro y suspiró con impaciencia.
—De pronto se fue la luz —le habló a su gato cuando lo escuchó maullar.
Pero no fue así, lo vecinos tenían las luces prendidas, entonces ella se volvió a retirar de la ventana y fue a prender la luz pero esta no encendió, era la primera vez que le pasaba algo así, Amel estaba bastante segura que había pagado la luz y que obviamente no se la podían cortar así, salió de la habitación y prendió las luces de la pequeña sala, estas si encendieron, entonces ella se fue y prendió las luces de su habitación y estas también se encendieron, asustada se fue a dormir.
Al otro día se sentía con más energía y estaba dispuesta a hacerse más cercana a Tamiel, quería que fueran amigos, ese era el objetivo que se había marcado en su cabeza, ahora se encontraba afuera de su casa tocando la puerta, esperó unos segundos y volvió a tocar. Entonces escuchó que estaban quitando el pasador de la puerta y luego vio el cabello negro despeinado de Tamiel.
—Buenos días —saludó Amel con una cálida sonrisa.
Él abrió la puerta, y ella se sorprendió de lo rápido que la dejó pasar a su casa, estaba vestido de negro e iba descalzo, ella nunca había entrado a la casa de Tamiel y se sorprendió al ver lo organizado que era. Él la llevó a la sala y la dejó allí y se fue, Amel observó todo a su alrededor y pudo notar una pequeña foto sobre un escaparate que estaba contra la pared, era una foto con dos personas, ambos eran totalmente parecidos, ella no sabía que Tamiel tenía un hermano gemelo y eso le sorprendió.
—¿Tienes un hermano gemelo? —preguntó ella al verlo regresar.
—Sí, pero está muerto —su respuesta la congeló en su lugar, él observó su rostro y miró la foto, era una donde ambos eran niños y no se llevaban tan mal—, ummmm… no te preocupes por eso, él murió hace tantos años que realmente tu pregunta no me incómoda.
Ella abrió la boca dispuesta a disculparse, pero algo rasposo le rozó el brazo y la hizo brincar en su lugar, cuando miró vio el gato, un gato negro con los ojos anaranjados casi rojos, ella se sorprendió, pero luego le sonrió.
—Hola Nium —Amel le habló al gato.
Ella acercó su mano para tocarle la oreja como lo hacía con su propio gato pero este reacio al contacto humano de inmediato la mordió, ella gritó con fuerza porque el gato no la soltó e incluso la mordió con más fuerza, Tamiel que estaba observando todo desde la distancia se acercó y cogió al gato por el cuello y lo apartó con rapidez, Nium maulló por la fuerza que utilizó Tamiel al apartarlo, lo soltó lejos y observó la mano ensangrentada de Amel, ella estaba más sorprendida por la herida que le dejó el gato, nunca había visto que un gato tuviera la fuerza para hacer eso.
—Lo siento —murmuró Tamiel y luego agregó—, creo que Nium tiene hambre, es mejor que te vayas.
Y así fue como la echó de su casa con bastante premura, ella seguía en shock cuando regresó a su casa, nunca se había imaginado que un gato la atacara de esa manera.
Editado: 27.10.2020