DESCONOCIDO.
Hoy empiezo mi nuevo trabajo de verano en el Starbucks de la calle de Preciados de Madrid. Decir que me encuentro nervioso es poco, dado que Bianca suele venir a este con frecuencia junto a sus amigas. Este es el gran motivo por el que solicité un puesto en este, con el objetivo de poder verla siempre que viniese. No me haría falta preguntarle que querría, dado que ya me lo sé de memoria. Le entregaría su Pike Place Roast adornado con un poco de nata por encima junto con un buen trozo de la New York Cheesecake, su tarta favorita. A continuación, le entregaría una servilleta para que limpiase el rastro de la nata de sus labios. Siempre le quedaba un pequeño atisbo de esta, que terminaba desapareciendo cuando pasaba su lengua sobre sus delicados y carnosos labios. Unos labios con los que soñé tantas veces, labios que besé en mis mejores sueños.
A pesar de que adoro mi nuevo trabajo y las historias que los clientes me narran, deseo impacientemente a que llegue el descanso para poder hablar con ella, mi musa de cabello color fuego. A las 14:05 abro la taquilla que me corresponde y saco el móvil que tenía guardado en esta. Contemplo como tengo varios mensajes de Bianca, los cuales empiezo a leer sentado en uno de los bancos del pequeño vestuario.
-Bianca: La operación ha sido un éxito. Mi madre se encuentra perfectamente. Posiblemente le den el alta mañana.
-Bianca: Ahora mismo estamos las dos fuera disfrutando de los rayos del sol. Cada una lleva puesta una gran sonrisa en su cara.
-Bianca: Mi madre me ha preguntado a quién mensageaba tanto. Le he contado la verdad al final, dado que entre nosotras no existen las mentiras. Me ha dicho que le encantaría conocer al joven que hace reír a su hija. Ya has ganado varios puntos con ella.
-Bianca: No quiero ser pesada, pero me estoy preocupando al ver que no me contestas. Normalmente sueles contestar rápidamente. ¿Ha sucedido algo? ¿Te encuentras bien?
-Bianca: Por favor responde en cuanto veas mis mensajes.
El último mensaje había sido enviado a las 12:47. Decido responderle rápidamente, sintiéndome culpable por haberla preocupado.
-Desconocido: Siento no haber contestado antes. Hoy he empezado un trabajo y hasta ahora no ha empezado el descanso. Me alegra saber que tu madre se está recuperando rápidamente. Te dije que todo saldría bien.
Al poco llega un mensaje de Bianca.
-Bianca: Menos mal que estás bien. Me alegra saber que has empezado un trabajo. ¿De qué se trata?
-Desconocido: No puedo decírtelo, dado que si te lo dijese podrías descubrir quién soy y aún no estoy preparado para ello.
-Bianca: Tenía que intentarlo por lo menos. ¿Crees que algún día me dirás quién eres?
-Desconocido: Si, estoy seguro que más tarde o más temprano te revelaré mi identidad ¿De qué te gustaría trabajar?
-Bianca: Me encantaría trabajar en la obra de El rey León. Desde siempre ha sido mi película favorita. Fue mi primera película en familia en casa antes de visitar un cine. Era la preferida de mi padre también por lo que significa mucho para mí.
-Desconocido: Te he visto bailar y para serte sincero no es lo tuyo. En cambio tu voz es como la de los ángeles.
Veo como me llega una fotografía de Bianca con cara de enfado simulado, por lo que decido enviarle un gif de indiferencia.
-Bianca: Has herido mi corazón con lo del baile, pero lo has repuesto con lo del canto. De todos modos yo no especifiqué que quería actuar en el Rey León, sino que dije que me gustaría en la obra. Eso conlleva a otros trabajos como: diseño de vestuarios, directora, técnica de sonido y luz, maquilladora...
-Desconocido: Tocado y hundido. Siempre has sido tan lista y ávida para volver las cosas a tu favor. Es algo de ti que también me fascina. Eres la perfección hecha realidad.
-Bianca: La perfección no existe, esta depende de la persona que te mire.
Observo el reloj y veo que ya son las 15:20. El tiempo pasa volando cuando hablo con Bianca. Siento un nudo en el estómago ante el hecho de que tengo que dejar la conversación. Mi segundo turno empieza dentro de 10 minutos y todavía no he terminado de comer.
-Desconocido: Tienes razón la perfección no existe. Si esta existiese, ahora podría seguir hablando contigo en vez de tener que dejarte para volver a entrar a trabajar.
-Bianca: ¿A qué hora sales?
-Desconocido: A las 19:30.
-Bianca: Pues a esa hora volveré a escribirte. Contaré cada minuto que falta para poder hablar de nuevo contigo.
Guardo el teléfono en la taquilla de nuevo y salgo del vestuario con una gran alegría que recorre por mi cuerpo. Alegría que transmito a todos los clientes que terminan por darme una gran propina. Propina que guardaré para un futuro regalo.
BIANCA.
Son las 19:30 en punto. Es la hora de volver a hablar con mi admirador. A pesar de que he tratado de hacer numerosas actividades, junto a mi madre, con la esperanza de que el tiempo pasase volando, este de manera caprichosa parecía no querer avanzar. Nunca antes había experimentado esta ansia por hablar con alguien, y aún menos con una persona del que desconozco su identidad.