Compañeros Destinados: El Alpha.

IV

Dos días después.

Han pasado exactamente 48 horas desde que me colocaron el yeso y ya me lo quiero quitar, pica como la sarna y pesa como un conejo. Además, está el hecho de que tengo que esperar por lo menos cuatro días para poder movilizarme con las muletas. El dolor en el cuerpo se me ha calmado con lo que el médico me recetó, pero la comezón del pie no la calma ni un peine.

Quiero quitarmelo ya.

Jonas ha sido mi esclavo desde entonces, pues mi madre se hace la que no me escucha y mi padre está en los asuntos de la manada. He recibido mensajes de los hermanos Till, Brett ha quedado en visitarme mañana y Britt me ha mandado una nota de voz —de 50 minutos—  disculpándose por su grosería. Por mas que me molestó lo que dijo no puedo enojarme con ella.

Amo a esa loca.

Con respecto a Cole — el futuro alpha— ha venido ayer a ver como me encontraba. Incluso trajo un ramo de margaritas de colores, lo cual fue un gesto tierno de su parte. 

—. HERMANITO, HERMANITO —grito desde la cama.

Me falta una de esas campanitas que tienen los hoteles.

Ja.

Se abre la puerta mostrando una cara de culo que le pertenece a mi hermano mayor. Está sin camisa y con unos pantalones cortos color blanco. Me mira con mala cara, como si quisiera ahogarme con la almohada.

Que lo veo venir.

Le sonrío con toda la inocencia posible y le extiendo los brazos.

—. Necesito ir al baño —hago un puchero con los labios. 

El moreno bufa y me alza en brazos.

—. Ojala y te cures pronto. Estoy cansado de cargarte como novia de pueblo —camina hasta el baño, me sienta en el retrete y se voltea. Bajo mis bragas y el sonido del líquido amarillo hace contraste con los del retrete.

Me estaba orinando.

—. Pues mira, que para mi no es muy cómodo que me escuches orinar —comento con ironía. Cojo el papel higiénico y limpio mi parte. Subo las bragas y bajo la sudadera de Bob esponja que traigo puesto  —. Listo.

Mi hermano vuelve a cogerme en brazos y me lleva a la habitación. Me deja en la orilla de la cama y aprovecho de colocarme gel anti-bacterial.

Jonas empieza a acomodar las almohadas para mi.

O eso creía yo.

El muy canino se acomodó entre las almohadas ocupando todo el espacio. Me cruzo de brazos y entrecierro los ojos.

—. ¿Que? —señalo el lugar que está ocupando, luego me señalo a mi misma.

—. Pensé que era yo la del yeso —esponjo la nariz como si oliera mal.

Y si. Que huele a sudor y a perro.

Ja.

—. A veces merezco un descanso ¿Sabias? —se acomoda mejor en la pequeña cama y deja un espacio para que me recueste a su lado.

Estamos un rato en silencio mirando el techo como si fuera la televisión. 

Valla, creo que necesita limpiarse

Me gustaría saber que ha pensado Jonas con respecto a lo del puesto de Omega, pues el hijo del alpha ha regresado y pronto se hará la sucesión. Pero luego me detengo al saber que no le agrada que le toquen el tema.

Pero la curiosidad mató al ratón.

—. Ahora que el hijo de Tyron volvió... Y que en cualquier momento se hará la sucesión —comienzo por lo bajo   —¿Que has pensado sobre el puesto de omega?

Ya está. Que lo dije.

Ja.

Deja salir un suspiro y tras unos segundos voltea a mirarme.

—. Ayer papá y yo fuimos al bosque — el sólo mencionar la palabra bosque y a papá juntos, hace que empiece a escuchar huesos rompiéndose. Esa imagen se me ha quedado —. Platicamos un rato del tema, y tengo que aceptar el puesto, Cass.

—. ¿Por qué? —arrugo el entrecejo.

—. Es descendencia de nuestros antepasados —explica —. Desde que la manada ha existido nuestro apellido ha servido como un soldado del Alpha, y no puedo romper con ese paradigma por un simple capricho mio.

—. ¿Un simple capricho? —me incorporó un poco para poder mirarle —Jonas, es tu vida de la que estamos hablando.

—. Cassie, por mas que yo quiera rechazar el puto puesto, no puedo —vuelvo a apoya la cabeza en la almohada —. Si no acepto el puesto nos exiliarían de la manada.

Anda la osa.

—. ¿Por no encargarse de un puestecillo? —«el alpha Tyron le está pegando la edad», pienso.

—. Ese simple puestecillo juega un papel importante para la manada —habla ofendido —no es bipolaridad, si es lo que estás pensando.

¿Entonces es la regla que te ha bajado?

—. ¿Entonces? —ya me fastidia el tema.

—. El bienestar de la manada está primero —me atrae a su pecho y empieza a acariciar mi espalda —. A veces tienes que sacrificar pequeñas cosas, para proteger otras grandes.

—. No es justo —suelto un suspiro chocando mi aliento con su pecho —. Tienes una vida antes de una obligación.

—. De que vale tener una vida cuándo tu consciencia te pesa a cántaras —responde.

Me siento mal por él y por los demás, dejarán su vida llevadera por una obligación certera.




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