Compañeros Destinados: El Alpha.

V

Hola gentecilla bella!
.

Sé que he tardado en escribir el romance de Cole y Cassie, pero no todo en una historia pasa tan de repente. ¿Os imagináis que en el segundo capítulo ya tenga sus escenas de conejo? No, sería ilógico.

Os adoro mocos🌼

🐺🐺🐺

Como lo prometido es deuda —Palabras de Brett Till—, él me ha venido a visitar. 

Nos encontramos lanzandonos una pelota de tenis el uno al otro mientras conversamos un rato. No me he quejado pues se han preocupado mucho por mi, tanto los hermanos Till como el nuevo círculo de amigos caninos

Y sobre todo del futuro alpha.

Eh, recordadme que tengo que dejar de suspirar como tonta cada vez que le nombro.

Ja.

—. Será divertido, Cass  —Brett lanza la pelota que se eleva por los aires.

La cojo con ambas manos soltando un suspiro exasperado, pues desde que ha llegado no deja de insistir en el temita de la fiesta.

Y juro que he intentado lanzarle la pelota directo a la cara, pero el muy capullo siempre la coge.

—. ¡Que no, hombre!  —exclamo con fastidio. Lanzo la pelota y él la coge con una mano. «como si fuera tan fácil hacerlo» —. No pienso ir a una fiesta con un yeso en el pie.

Ni con la regla tampoco.

Je.

—. Un yeso no es impedimento de salir —vuelve a lanzarme la pelota.

Claro, como tu no eres él que tiene un concreto en el pie.

Me acomodo en las almohadas observando la pelota entre mis manos. No soy amante de las fiestas ni del alcohol, así que me da igual si voy o no. 

Además, no es que valla a ir con una pared en el pie.
Ni con la regla.

—. No pienso ir a esa fiesta —arqueo una ceja—. No voy a quedarme en un sofá viendo como los demás se emborrachan, se tiran entre si, y hasta inhalan el polvo del suelo.

Que ya lo he visto hacer.

Y menos iré, si la fiesta es por el regreso de Cole a la manada.

—. No te voy a dejar sola — dice. Le miro con ambas cejas alzadas.

Si, hombre. En las demás fiestas estabas conmigo en todo momento

—. Lo dice el tío que apenas y ve unas piernas temblando, se les mete entre el medio —ironizo.

Rueda los ojos con fastidio. 

Sabes que es así, folla-todo.

—. Tenemos una cita pendiente —arquea una ceja. Cierro los ojos recordando el puto trato. «no voy a ver mas revistas xxx, lo apunto»—. Además la fiesta es el sábado, y habíamos quedado para ese día.

Y este es el momento en que decido dejar de ver a dos hombres, dándose como perros.

Ja.

—. Si pensabas que en la “cita” —hago comillas con los dedos en la última palabra —, iba a darte algo mas que palabritas, te has equivocado de sombrero.

Y de pelirroja.

—. Touche —murmura con fingido dramatismo, suelto una risilla cual él acompaña. Agarra la cajita que me ha dado Renne y la abre —. Eh, ¿Para que es este silbatico?

Para limpiarte el culo cuando vallas al baño.

Je.

Poso los ojos en el objeto que tiene en la mano y visualizo el silbato que me dió Renne el jueves en la noche. Brett lo ve con detenimiento, como si fuera una joya muy bien diseñada.

Me encojo de hombros sin importancia.

—. Me lo ha dado uno de los futuros omegas de la manada —respondo con simpleza.

El chico asiente sin quitar la mirada del objetico.

—. ¿Y para qué sirve? —sigue inspeccionando el objetico. 

Para llamar a pie grande.

—. Me ha dicho que si necesito ayuda, sólo lo utilizo y un lobo viene a auxiliarme —empiezo a jugar con la pelota, lanzándola hacia arriba y atajándole. 

 Distrayendome en el pequeño jueguito escucho el sonido del silbato, por lo que dirijo la vista hacia Brett y me reprimo de darle una buena hostia.

Dios mio ¿Tendrá neuronas acaso?

—. ¡No es un juego, Brett! —exclamo alertada, rogándole a Jesús que el lobo esté haciendo sus necesidades y no oiga el silbido.

Que lo espero.

—. Pero si es tan bonito que no me resistí —se encoge de hombros. Mi rostro empieza a hacer las muequitas de siempre, queriendo lanzarme encima de este crío sin cerebro  —. ¿A qué lobo se supone que he llamado?

A Derek, el de The Wolf.

—. Al omega que me lo ha regalado —hablo entre dientes. 

Brett abre los ojos como caricatura y veo en su rostro, que ya el silbatico no le parece tan bonito.

Y es que a mi tampoco que se diga.

De repente, escucho pasos galopando por las escaleras y una que otra maldición para nada disimulada. Segundos después, la puerta de la habitación es azotada dejandome ver a dos chicos con las respiraciones aceleradas. 

Me inspeccionan y sueltan un suspiro de alivio al ver que estoy bien.

Me matarán por jugarles esta bromilla inocente.

Ja.

Empiezan a observar la habitación, buscando el detalle de por qué les he llamado. Detienen la vista en Brett y se miran entre sí con los ojos abiertos de par en par.




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