-Leo… ¿tú sabías de todo esto?- me pregunta sorprendida Camila y señala a todas las mujeres que han llegado a la mesa a felicitar a la No Cumpleañera.
-Sí, es nuestro 3312- respondo orgulloso, sonriendo y mirando a Mateo, el cual me levanta el pulgar en señal de aprobación.
-¡Awww Chiquito!- Cami, palmea mi mejilla negando con la cabeza -que ilusos-
-¿Ilusos?... ¿de qué hablas?- la miro con intriga, pero de sus ojos brota malicia.
-Pues de eso- señala al grupo de mujeres felicitando a Amanda y dándole presentes.
-¡No puede ser!-
“Se supone que sería al revés, ellas echándole en cara a Paul de sus andanzas y no eso, parece que fuera amigas de Manda”, pienso con la boca abierta, al ver lo que sucede.
-Claro que puede ser. Denigraron el 3312 con un muy mal trabajo, les puede caer una maldición si no lo toman en serio- declara solemnemente.
-Ahh por cierto si no quieres que los demande, dejen de usar el 3312- menciona ladeando una sonrisa y brindando con los demás.
-Espera, ¿qué?, ¿cómo que nos puedes demandar?-
-¡Oh! Es que 3312 es una marca registrada desde hace 2 años, así para la próxima dejen a los expertos hacer su trabajo, porque si la idea era arruina la noche, creo que la mejoraron, porque míralos- ambos miramos en dirección a las recién llegadas, que continúan con sus copas brindando, como comadres.
-¡Por Dios! tienes razón- respondo peinando con una mano mi cabello -no servimos para esto-
-Exacto, por eso hay que dejarlos a los expertos- se señala con evidente petulancia.
-Humildad, ante todo- resoplo.
-Si… la verdad, aunque duela será verdad-
Después de un rato, una declaración poco convencional, un pastel de muerte y muchas risas, deciden seguir la celebración en el club de Paul.
-Oh, me encantaría acompañarlos, pero debo irme, tengo que ocuparme de algo- se excusa Camila mirándome.
-Mmm, ¿puedes llevarme?- pregunta guiñándome su ojo derecho.
-Claro, claro… chicos sigan pasándola bien- respondo rápidamente. Me levanto, tomo la mano de Cami y llegamos al auto.
“Dios que pase, lo que tenga que pasar, pero que no se entere Gerardito, Amen”
-Bien, ¿a donde te llevo?- Cami envía una dirección al GPS del auto.
-Vamos a esa dirección- dice sonriendo y mordiendo su labio inferior y creo que me morí un poco.
Después de 30 minutos, entre comentarios del porque los amateur no deben hacer 3312, llegamos a una de las zonas más exclusivas y privada de la ciudad, Cami me indica que entre a lo que parece estacionamiento subterráneo de un edificio de lujo.
-¡Wow!- exclamo, todo se maneja con códigos a través de una app desde el teléfono de Cami, por favor, no existen cerraduras, mucho menos llaves.
Cami me señala, donde dejo colocar el auto, y es en una plataforma, ella teclea un código en su teléfono y el auto comienza a subir, en un elevador.
-Sí, todos los que vienen tienen tu misma impresión- sonríe ante de expresión “Y ¿Quiénes son todos? ¿Cómo que todos?” me pregunto internamente mientras subimos y ella tararea la canción que esta por los parlantes de auto.
El ascensor se detiene, abriendo las puertas visualizando un muy lujosos estacionamiento de dos plazas.
-Estaciona de ese lado- señala a la derecha -es mi lado-
-¿Tú lado?- inquiero. bajando del auto.
-A sí es- coloca su huella en un panel y este se abre, dando a la sala de estar
-Bienvenido a la casa en el cielo de Lana, así la bautizo Maggie, así que, así se quedó, ven te hago un tour- me toma de la mano.
Camina mirando a su alrededor y cada vez que, caminan luces se encienden y apagan a medida que se pasan. Parezco idiota, pero es que esto es muy tecnológico y amo la tecnología.
-¿Y dónde está Lana?-
-Tuvo que atender a alguien de manera urgente, algo relacionado con el trabajo familiar o algo, pero me huele a que ese trabajo tiene nombre, apellido y es del sexo masculino- menciona entre risas y negando con la cabeza.
-La mayoría de la tecnología no está disponible en este país- explica como si leyera mi mente o tal vez, mi cara de tarado lo dice todo -Lana se ha encargado personalmente- dice, pero de repente se detiene mirándome seriamente.
-Y está, es mi habitación- menciona frente a una gran puerta, que milagrosamente no es rosa.
-Leo, se que esto no es muy convencional, pero, te voy a mostrar mi lugar sagrado, donde me refugio y me relajo cuando tengo mucho estrés-
Cami continúa explicándome el significado de esta habitación, pero en mi mente solo pasan imágenes de un cuarto rojo, fustas y una cruz de San Andrés, “Dios mío, yo casi nunca te pido nada, pero por favor, que sea un cuarto rojo, que sea un cuarto rojo” sigo orando en silencio cuando Cami agita sus manos frente a mis ojos.
-Leonardo, ¿me estas escuchando?- me pregunta enojada.
-Si, ama- respondo agachando mi cabeza.
-¿Ama?- pregunta haciendo una mueca en el rostro que veo al elevar un poco la vista -Leonardo ¿de qué habla?- comienza a golpear el piso con su zapatos, cruzándose de brazos. -Mejor entremos, porque me esta dando sueño- abre la puerta y me hace pasar, me quedo en shock viendo todo alrededor.
-Leo, LEONARDO- grita llamando mi atención -te estoy explicando algo, que es muy importante para mí, mi lugar, donde me relajo y donde…- se detiene abruptamente, me toma por ambos hombros haciendo que la mire a los ojos -Leo, ¿en que estabas pensando?, responde-
-Bueno, en tú habitación… y todo lo que explicabas- “Ahh no, mis ilusiones murieron al ver que estalla en risa, Mmm, como dice Cata Ahh si risa de foca epiléptica”
-Leo, jajajaja, pensabas que era un cuarto rojo ¿cierto?, jajajaja, Leoncito, ni tú eres Eric Zimmerman, ni yo Judith Flores- menciona señalándonos, pero no entiendo la referencia.