Completa Extraña

Capítulo 21

Debe ser una maldita broma.

Fue lo primero que pasó por mi mente cuando durante la noche recibí un mensaje.

Ya me había resignado a que jamás volvería tener noticias sobre él, y que preferiría que hubiese muerto a qué simplemente hubiera desaparecido de mi vida.

Pero en ese momento, mientras un dolor en mi pecho se instalaba, arrasando todo con una tristeza e impotencia abrumadora. Me cuestioné todo tipo de cosas.

En primera, que era una maldita débil.

¿Cómo era posible que no me hubiera aguantado la tentación de contestarle?

En cuanto me llegó la notificación de su mensaje exploté en un deseo incontrolable, así que respondí de inmediato.

Me reprendí después, me había jurado que si llegase a pasar esa situación le aplicaría la ley del hielo como él lo hizo conmigo por bastantes meses.

Pero como la tonta que era, no aguanté ni cinco minutos antes de responderle el mensaje.

Me alegré al saber que seguía bien, con vida, igual de depresivo, pero peleando con una carrera.

Supuestamente, eso lo mantenía bastante ocupado, y le creí, porque quería justificarlo a toda costa. Quería que sus acciones tuvieran una justificación para no odiarlo, y aunque no la tuvieran no tenía el corazón para ello.

De cierto modo lo amaba, de manera posesiva y retorcida. Aunque ni siquiera supiera lo que realmente significaba amar.

Muchas veces me impresionaba la capacidad de las personas para poder decir que lo que sentía era amor.

¿Cómo lo sabían? ¿Cómo se sentía? Probablemente, porque no había crecido bajo una familia promedio.

Mis padres se habían separado desde hacía mucho y aunque por un tiempo estuvo viviendo mi padre con nosotras, era como si en realidad nos estuviera preparando para el día en que no estuviera, puesto que casi no le veíamos.

Después descubrimos que era porque tenía otra familia, aunque mi madre le siguió queriendo por bastante tiempo, simplemente llegó el día en que ese amor se marchitó, pues al final las personas se cansan.

Entonces, entendía perfectamente que el amor no era para siempre, el amor podía cambiar, el amor eterno solo existía en los cuentos, solo funcionaba si ambas partes se encargaban de hacer que funcionara.

Ambas partes.

Por lo cual el amor unilateral tendía siempre a fracasar.

Yo fracasé, pero aunque me pasó a mí no podía evitar creer que afuera podía existir gente a la cual si le funciono.

Mientras que yo, sin esperar nada de él, viví durante mucho tiempo con un amor no correspondido de lo más patético, deseosa porque alguien me amara y curará mi maltrecho corazón.

Por qué el amor todo lo cura, ¿No?

Miré de nuevo la pantalla, que se iluminó al recibir otro mensaje de él:

Ansel: ¿Dónde queda tu escuela?

Mi corazón latía con fuerza, sintiendo que podía morir de un ataque cardíaco.

A pesar de que ya me había hecho a la idea de que jamás vería de nuevo él escribiendo de ese chat, no después de varios mensajes en visto.

«¡Dioses, qué humillación!»

Amaris: ¿Para qué quieres saber?

Ansel: Tengo días libres y me gustaría ir a verte.

Sentí que era posible haber muerto mientras dormía y lo que estaba viendo, leyendo y haciendo era solo producto de mi imaginación en el más allá.

Ansel jamás diría eso, él no se ofrecería, él simplemente me había abandonado por meses.

«¿Y pretendía aparecer como si nada hubiera pasado y ya?»

Hice lo que cualquiera en mi lugar hubiese hecho.

Le pasé la dirección.

Porque era estúpida y estaba estúpidamente obsesionada con él. Era claro que no habría poder humano en la tierra que me hiciera no quererlo y no perdonarle todo lo que me hiciera.

Ahora veo lo ridículo que era todo eso.

Durante la mañana del día siguiente, mis nervios estaban comenzando a hacer estragos en mi estómago. Me debatía entre comer algo y mejor pasar de ello porque podía vomitar.

Si es que tan solo a mi cuerpo le apetecía.

Clara me dedicó una sonrisa antes de acercarse a mí con complicidad. Se sentó en la banca de junto mientras pinchaba la fruta con un tenedor.

De verdad quería devorar eso.

—¿Sucede algo? Te noto algo... rara —dijo señalando mi patético intento por tomar el trozo de papaya que se escurría por todo el recipiente.

—No... Bueno, sí. —me giré en su dirección, con el corazón acelerado—. No sé. No debería estar nerviosa Pero estoy nerviosa.

—¿Por qué estás nerviosa? —preguntó mientras me quitaba el tenedor y metía ese trozo en su boca.

—¿Recuerdas del chico del que les hablé?

Clara degustó la fruta y luego picó otra para llevarla a sus labios.

—¿El chico con el que ibas a la secundaria?

Asentí.

—Ese mismo. Dijo que vendría... hoy.

—¿Pero qué no se hablaban?

Ladee la cabeza. Tomé mi tenedor de vuelta y mastique el trozo que beso Clara.

—Pues resulta que apareció. ¡Yey! Sigue vivo y todo, y dijo que vendría hoy... pero no me confirmó nada y ahora no sé si va a venir o no. —Deje caer el tenedor en la mesa del pupitre—. ¿Qué pasa si lo espero y no viene? O ¿Si no lo espero y si viene? ¿Si llega tarde y no lo veo? ¿Qué tal si ambos tomamos caminos diferentes y nunca nos vemos?

Metí mis dedos en la maraña de mis rizos, siendo consumida por todos esos miedos, provocando un dolor en la boca de mi estómago, sintiendo como la fruta quería subir por mi garganta.

La risa de Clara me devolvió a la realidad de nuevo.

—Tranquila —soltó dando unas palmaditas con ternura en mi cabeza.

—Se dice fácil — argumenté.

—Lo sé, pero creo que sí vendrá. Por lo que me has contado es un chico de palabra.

—¡Eso era hace un año! —dije exasperada—. ¡Las personas pueden cambiar en un año!

La frustración volvió a hacerse presente. Quería arrancarme el cabello de un tirón.

—Sí pero no él. Digo, si al final él no tuviera ni la mínima intención de venir ni siquiera lo habría propuesto, ¿No crees?




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