No otra vez.
Estaba comenzando a cansarme de esa estúpida situación, ir y venir, solo esperaba como una tonta a qué él me contestara los mensajes, con pánico cada día que tardaba en responder. Hasta ese día.
No había leído mis mensajes y ya no respondía los siguientes que mandé. Comencé a sentirme agotada ante esa situación. No era tan difícil solo decir que no estaría disponible por un tiempo, que tenía cosas que hacer, pero el ghosting era su pasión y yo su pendeja que sufría por su devoción.
«Tonta, tonta»
Mi mente comenzó a desmoronar todo lo que me había costado construir. Deseando con fuerza nunca haberme enamorado de Ansel. Quería solo poder olvidarlo como él parecía olvidarse de mí. Quería gritarle que le odiaba, pero solo me mentiría a mí.
Odiaba sentirme tan miserable, tan inútil, tan poca cosa. Realmente prefería morir a seguir soportando ese dolor abrumador en mi pecho. Deseaba desaparecer, olvidar por un momento que existíamos.
Ir a la escuela comenzó a ser pesado, dormía durante la mayor parte de las clases, bajando mi rendimiento. Comencé a aburrirme de leer y al llegar a casa solo eran siestas interminables. Había bajado de peso, aunque no se notara por todas las capas de ropa que me ponía. Posiblemente, nadie notó mi cambio, aunque dijeran ser mis amistades.
Estaba segura de que ni con dos dedos de frente podrían notar que algo andaba muy jodido en mí.
Con la excusa de relajarnos, Adrián propuso ir de nuevo a un parque, uno diferente, uno más alejado, en esta ocasión solo acudimos Mina con Verónica, Bryan con Clara, quienes en las últimas semanas se habían acercado más, él totalmente decidido a ganarse su corazón. Y por último, la insufrible Tamara.
«¿Por qué estaba ahí?» No tenía ni idea.
Recordando mis famosas clases con Aiden, comencé a fumar cuál camionero. Metiendo más humo de tabaco a mis pulmones que aire fresco. Estaba ansiosa y al borde de un colapso, así que el cigarrillo parecía aclarar un poco ese nudo que se apretaba en mi pecho.
Aunque quizá solo buscaba a quien echarle la culpa, y que mejor que posiblemente contraer cáncer de pulmón.
Adrián soltó una carcajada mientras me arrebataba el cigarro de entre los dedos.
—Venga, ya párale Amaris—dijo dándole una calada al cigarro que me había quitado, mientras con su mano libre colocaba un rizo rebelde tras mi oreja.
Su suave tacto en la concha de mi oreja me calentó de maneras distintas. Fue entonces que capté la situación.
Parpadeé ante la escena, un tanto cómica si lo pensaba bien. Mina y Verónica estaban sentadas a una banca de distancia en la palapa de aquel parque, este era mucho más pequeño y con mayor movimiento, una de las razones por las cual Adrián había decidido fumar cigarrillo a la clásica hierba.
Las chicas estaban enredadas en sus extremidades, una punzada de envidia me atravesó. Mina tenía entrelazada a Verónica entre sus piernas, mientras disimuladamente metía su mano bajo su falda.
Oh dioses, sabía lo que estaba haciendo y a juzgar por las caras de Mina, sabía que lo estaba disfrutando.
Junto a ellas, Tamara estaba bebiendo un refresco, mientras se abanicaba el rostro con un cuaderno. Parecía estar disfrutando del show de las parejitas ahí presentes y, aunque se veía que moría por hablarme, se mantuvo en silencio o haciendo comentarios mientras escuchaba la succión de labios llenos de saliva de los de a su alrededor.
Al final, volviendo hacia mi dirección, estaba Clara y Bryan. Podía ver el rostro de ensoñación del chico, mientras que el de Clara era de diversión.
Le había advertido y él había decidido por eso, así que no quedaba otra opción que aceptar su decisión.
Irritada, volví a recuperar el cigarrillo de entre los dedos de Adrián.
—¿Por qué debería? No hay otra cosa interesante que hacer.
Le di una calada profunda al cigarrillo, dejando que entrara completamente a mis pulmones, haciéndolos arder de una manera satisfactoria. Exhale el humo por mi nariz, sintiendo el leve desprendimiento de este de mi cuerpo para desaparecer en el aire.
—Eso es porque tú no quieres—añadió Adrián.
Me giré para observarlo con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir?
—¿Te lo digo o te lo muestro?
Parpadeé perpleja ante su posible insinuación, y aunque debí decir que no, simplemente me quedé quieta a la espera.
Adrián se acercó más a mi rostro, rozando su nariz con la mía, haciendo que un frío escalofrío me recorriera. Apreté mi abdomen ante la anticipación, sin embargo, nunca llegó nada más. En su lugar, me rodeó con los brazos por la cintura y me atrajo hacia su cuerpo, ligeramente más robusto que el mío.
Me dejé consolar en sus brazos. Inhalando su fragancia en su camisa, olía tan jodidamente bien. Odiaba eso. Odiaba a los chicos que olían bien porque me recordaban a Ansel.
—No haré nada que no quieras—susurro en mi oído.
Casi dejo escapar una carcajada, sabía que no era una buena opción eso, sería como burlarme de él cuando era todo lo contrario. Estaba tan agradecida por sus palabras, hubiera deseado que muchos otros las hubiesen dicho.
Girando la cabeza, observé como todos estaban dándose placer de una u otra forma y una envidia me sacudió. Yo también quería eso, sentir placer, olvidar por un momento lo jodida que estaba, dejar de pensar en él, siempre él. Así que me enderece para colocar mi cara a breves centímetros del rostro de Adrián.
—Quiero—dije. Solo eso fue suficiente para sentir la aproximación de su cuerpo, rozando mi mejilla con su suave mano, me sujetó por la nuca para atraerme hacia él, su habilidad, su tacto me adormeció los sentidos, estremeciéndome en sus brazos.
Acercó su boca por mi mandíbula, respirando sobre mi piel con delicadeza, como si en el camino estuviera disfrutando de manera silenciosa de mi aroma. Podía sentir cómo su cuerpo temblaba en anticipación.¿Me deseaba?Aunque sabía que le gustaba, gracias a que las chicas me lo habían dicho. Nuestra amistad no cambió o fue diferente por ese aspecto, creo que simplemente hicimos como si eso nunca hubiese pasado y aparentemente estábamos bien, por lo menos yo lo estaba.