El misterio de los chicos fue aclarándose conforme Clara comenzó a charlar con ellos. Iban a la misma escuela que nosotras, solo que en otra carrera. Por lo cual era difícil vernos.
Aparentemente Neill era igual de asocial, aunque sí tenía las oportunidades de salir lo hacía. Por otra parte, el chico de piel canela se llamaba Leonel. Era tan amistoso y carismático que no tuve problemas para entablar un diálogo con él, porque siempre estaba buscando una forma de dialogar. Esa era su forma de ser.
Siempre alegre, siempre amistoso, carismático y amable. Si hubiera tratado simplemente de no reír con algunas ocurrencias, no lo lograría.
—Ah, ella es Amaris—me presentó cuando por fin tuvo la oportunidad—. Vamos en el mismo grupo.
Me señaló completa con una mano, algo desinteresada.
Leonel me lanzó una de sus encantadoras sonrisas, mientras que Neill me parecía evaluar de pies a cabeza. Sin interés alguno, con el ceño fruncido.
Más cerca podía notar el bonito color de sus ojos. Eran de un color avellana que a las orillas de sus iris se volvía un tono verdoso, similar a las aceitunas. Sus labios, eran como una línea fina. Increíblemente delgados. Pero llamativos.
—Es increíble que todo esté tiempo estuviéramos en la misma escuela—chilló de emoción Clara, mientras posaba amistosamente una mano sobre el hombro del chico.
Él miró su gesto y sin emoción alguna solo dijo“ajá”.
Tenía ganas de reír. Era la primera vez que veía cómo los encantos de esa chica que tanto amaba no sufrían efecto.
Leonel se giró en mi dirección, a la espera de algo, quizá molesto por no tener la atención de la chica bonita. Supongo que ahora no le queda de otra que mirar a la menos bonita y entablar conversación.
—¿Qué han estado haciendo?
—Aun nada, no nos han dado indicaciones—dije nerviosa.
—¿Te molestaría enseñarme el sitio? —levantó sus cejas en un gesto interrogativo.
Abrí los ojos con asombro, estaba a nada de tartamudear una respuesta, así que opté por algo mejor. Asentí mientras le indicaba con una mano que subiera, como si de una azafata o una especie de guía turística se tratara. Subimos lado a lado hasta llegar a la exposición de arte de la planta superior.
Nos dimos de frente con una pintura en óleo de un barco en una especie de puerto. Los colores estaban empastados unos con otros creando un efecto mosaico muy increíble.
Me quedé más tiempo del requerido mirando. Hasta que sentí la presencia de Leonel.
—Perdona. Sígueme. —Lo conduje por el pequeño pasillo de la derecha, donde podíamos ver la exposición de cerámica desde la parte superior. En el fondo se localizaba una pequeña puerta de madera. La cual señalé para agregar—: Ahí imparten unos cursos y preparatoria abierta para gente mayor.
Él asintió mientras me seguía un par de pasos atrás. Llegando al final del pasillo había otro camino a la izquierda, que llevaba al almacén de limpieza. A la derecha continuaba la exposición de arte.
Caminando por esa sala, mirando momentáneamente los cuadros hasta llegar a un pasillo con un ventanal grande que daba a la calle principal. En la parte baja estaba el área de lavado, donde había un par de plantas en una especie de patio pequeño al aire libre. A pesar de que la ventana daba al exterior aún había un gran ventanal que dividía el patio de la calle.
Pasando por el pasillo, finalmente llegamos a la exposición de arqueología, a la izquierda había una vitrina larga con seis cráneos humanos dentro, de todos los tamaños.
Leonel se acercó con asombro mientras se agachaba para analizarlos.
—Que increíble. ¿Serán reales? —dijo con una extraña risa en su voz. Tocó con su dedo índice el cristal sin importarle dejar sus huellas dactilares en este.
Luego se giró para mirarme, instintivamente me encogí de hombros.
—Aparentemente, lo son—retorcí mis manos con nerviosismo.
—Que espeluznante, ¿No crees? —dijo con un ligero temblor en su voz.
Negué.
—No lo veo aterrador. Es asombroso.
Una carcajada resonó por la sala vacía, haciéndome estremecer por su repentino cambio de humor. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y no pude evitar dar una sacudida como para liberar la energía que se había trepado sobre él.
—Claro, digo. Mierda si me quedara atrapado de noche seguro que me cago de miedo—bromeó.
Sonreí.
—Si, bueno, creo que tampoco me gustaría estar aquí muy entrada la noche.
Continuamos el recorrido por las diferentes herramientas que habían sido encontrados con los restos, algunas armas, pipas antiguas, vasijas y jarrones, algunos reconstruidos.
—Amaris, ¿Cierto? —Su voz se coló desprevenidamente en mi cerebro. Logrando asentir sin siquiera saber si realmente me estaba mirando—. La chica de abajo se llama Clara, ¿Verdad?
Volví asentir, aun temerosa de usar mi voz por completo. Sin embargo no dijo nada más.¿Estaría molesto por tener que estar conmigo en lugar de ella?
Una punzada atravesó mi pecho.
Estaba comenzando a acostumbrarme a ser una sombra a un lado de ella. Por lo general los chicos que se le acercaban lo hacían con dobles intenciones, y aunque en un inicio me había dado la tarea de alejarlos por completo, me rendí cuando me di cuenta que era como una flor que atrae abejas a su polen,
Simplemente es difícil evitarlo.
Pero las cosas se habían vuelto un poco abrumadoras desde que conocimos a un chico, un poco alto y de cabellos rizados y rubios. Aunque este no tenía ojos tan bonitos como Neill. Él me había llamado la atención, interés que perdí de inmediato cuando me di cuenta que tenía intenciones con Clara.
Sin embargo, tenía un amigo, uno delgado y alto de cabello negro tan lacio y sedoso. Era bastante callado, pero cuando estábamos los cuatro juntos me llevaba a sentarme a una banca cercana y trataba de iniciar conversación conmigo para no estar tan incómodos.
Bien, si Clara se quedaba con el otro chico, aun podía intentar hacer uso de mis nulos encantos para ver si salía algo con su amigo. Estaría bien, ¿No?