Scarlett
Cerré mi libro con delicadeza y alce la mirada. La decepción llego a mis ojos demasiado rápido. El tipo frente a mí no tenía nada destacable más que la oscuridad intensa de sus ojos, un tono muy peculiar, pero perdía propósito al mantener una postura despreocupada.
¿Este es el tipo nefasto a quien Fabián manda a arreglar sus problemas?
—Fabián te tiene un recado.
Una sonrisa apareció en mi rostro, la burla acariciando mis ojos.
—¿Tu eres algo así como su sirviente personal?
—Muy graciosa. —Una mueca ensució su rostro, aunque el enojo aún era demasiado ligero como notarlo en sus facciones, sin embargo, estaba ahí, escondida en la forma de como arrugaba el papel—. Ve a Dirección —ordenó y dejó el retazo sobre mi carpeta—, te esta esperando.
Mi ceja se alzó mientras observaba el retazo, lo más probable es que tuviera alguna ubicación o un fallido intento amenaza. Para el caso, no eran cosas que me interesaran. Así que sin darle mayor atención, tome el papel entre mis dedos, lo arrugue y lo tire al tacho de una sola lanzada.
Sonreí satisfecha, era bueno saber que aún conservaba mi puntería.
El tipo, bueno, era la viva imagen de la incredulidad.
¿Qué? Pensó que obedecería como un perrita entrenada.
—Te esta dando una oportunidad —aclaró como si aquella fuera la hazaña del ciclo.
—Jamás se la pedí.
El tipo alzo sus cejas con la mano en la frente, me lazó una mirada como quien pide una explicación, pero mi rostro se mantuvo limpio, intacto, mis labios sellados en una fina línea, casi desquiciante.
—Mira —comenzó con ese tono cansado que solían utilizar las personas cada vez que no reaccionaba como ellos querían—, eres simpática así que te daré un consejo, más vale que vayas antes que el director tenga que llamar a su padre, la cosa puede volverse bastante fea.
—Para él —agregué.
El rostro del tipo se contrajo, pero de nuevo, no podía percibir enojo de su parte, era una mezcla entre desconcierto y sorpresa, como si creyera que desvariaba.
—¿Quién crees que pagara los platos rotos?
—Él —volví a responder, con la voz más cínica que pude entonar.
—A menos que tengas algo con que tirarlo de las cuerdas, te tratará como su saco de boxeo personal. Lo ha hecho varias veces.
Esa información era interesante. Desde luego era algo que pude haber inferido, sin embargo, dicho de forma tan explicita era muy conveniente para la situación.
Antes de responder, estuve tentada a terminar la conversación y salir hacia cualquier otro lado. Al fin y al cabo presumir antes de tiempo podría arruinarlo. Mi mirada volvió hacía él por unos segundos, no me gusto lo que vi en esos ojos oscuros, subestimación, era casi tan insultante como una cachetada.
—Justamente —terminé diciendo, solo para ver como cambiaban aquellos ojos.
—¿Qué? —Su cabeza se inclinó, como si estuviera hablando en un idioma diferente.
—Tengo con que tirarlo de las cuerdas —expliqué ofendida, sensación que solo aumentó cuando vi su expresión.
Introduje mi mano en mi bolsillo y presione con cuidado, asegurándome que el nuevo material no se perdiera ante mi imprudente presentación.
«Vas a conocer el infierno. A partir de ahora no tendrás ni un misero día de...»
A medida que el audio se reproducía, pude notar como algo más invadían aquellos ojos oscuros, empezó a moverse de un lugar a otro, buscando el origen de aquella voz, tan desorientado y fuera de balance.
—¿De donde salió eso?
Una sonrisa maliciosa baño mi rostro, apoyando el rostro sobre mi mano derecha.
—Eso no es información que debas manejar. —Estaba muy orgullosa de la inocente que había sonado mi voz—. En tal caso si su padre es tan estricto como mencionas, no tendré nada de que preocuparme, estaré a salvo.
El joven se alejo, fue hasta el basurero y saco el retazo de papel. No se detuvo hasta dejarlo, de nuevo, sobre mi carpeta. Una expresión sería esta vez.
—Creo que aún no lo entiendes del todo. —Colocó ambas manos sobre el escritorio, mirándome fijamente—. Fabian es demasiado impredecible para dejarse manejar con ese audio, puede golpearte y quitártelo. Él no se detendrá solo porque eres una chica, lo ha hecho antes, nada le impedirá que fueras la siguiente. ¿Has pensado en eso?
Él no dijo nada por unos segundos. ¿Era una pregunta genuina? Bueno, sea como fuere, no estaría nada satisfecho con mi respuesta y hasta cierto punto ya empezaba a cansarme la pantomima de Fabián. Era un tipo desequilibrado con problemas de ira, no era algo que no hubiera visto en el pasado.
—Solo bórralo y ve a dirección. —Se alejó de la carpeta dirigiéndose a la puerta, puede que no fuera el único cansado de esta charla sin sentido—. Acabara pronto.
—No —pronuncié por instinto, yo podría haber mentido, pero maldición no le tenía miedo y no moldearía sus palabras para salir una discusión.
—¿No? —El tipo detuvo sus pasos.
—Lo haré a mi modo.
—Es suicida.
Harta me levante de mi sitio, ¿acaso era tan difícil de entender que no iba a ser otra de sus victimas? En serio. ¿Qué tenía que hacer para que entendiera?
—Bueno —comencé resignada, ahora yo caminando en su dirección—. Tendré que hacer que lo entiendas. —Él se volteó, la intriga bailando en sus ojos—. Ya que te gusta hacer recados, no tendrás problemas con enviar el mío. —Sus ojos se afilaron, cierta desconfianza destellando en sus pupilas—. Dile a tu amiguito que iré a dirección dentro de veinte minutos, tiempo suficiente para que preparé una disculpa adecuada si es que no quiere que eso sea escuchado por su padre.
La cara del tipo fue de piedra, antes de recobrar el color.
—Él jamás pide disculpas.
—Entonces su padre se enterara la de las actividades de su hijito y por lo que acabas de contarme, son mucho mas belicosas de las que imaginaba.
—Estas jugando con fuego.
#6963 en Joven Adulto
#3278 en Detective
#1977 en Novela negra
amor odio, misterio comedia verdades y mentiras, manipulacion mental
Editado: 01.11.2025