Complicado

Capitulo 4: Basura de la misma cloaca

Scarlett

Antes que Beverly pudiera abrirla, una voz conocida apareció tras de mí—. Beverly.

¿Leonel? Claro, lo que me faltaba, el noviecito arrastrado.

Esto de que la gente apareciera de la nada me empezaba a incomodar, por lo general tenía mejores reflejos que esto.

La mirada de Beverly se aparto de mí, colocándose en el intruso.

—¿Qué haces aquí?

—Suéltala —ordenó, la voz fría como un tempano de hielo.

Mi ceño se frunció.

¿A mí? ¿Él había venido a ayudarme? ¿Por qué? ¿Qué se tenía entre manos? ¿Qué quería a cambio?

Para mi suerte, Beverly no bajo la mano. Darle las gracias a, bueno, a cualquier persona no formaba parte de mi código de vida.

El silencio se extendió en el aire. Por culpa de la posición en la que me encontraba no era capaz de apreciar la expresión de Beverly, pero si la tención latente no era producto de mi imaginación. Beverly debía estar deseando que se largara.

—La humillo, te denigro, nos insulto —comenzó Beverly, su tono cargado de sentimiento, uno genuino y agrio—. Si no la educamos, cualquiera de los de su clase —el asco en la ultima palabra, latiendo con fuerza—, pensará que pueden con nosotros.

¿Mi clase? Su clase es la que estaría en problemas si no quitaba su asquerosa mano de mi espalda.

—No me importa.

—Esta en juego nuestra imagen —continuó Beverly, con saña, había una extraña sensación de sorpresa en su voz, como si aún no creyera que Leonel estuviera poniéndose en su contra.

No me sorprendería que fueran cercanos después de todo, era el novio de Lincy, hasta donde yo sabía, eran basura de la misma cloaca.

Leonel camino hacia ella, solo fue un par de pasos, tres de hecho, los suficientes para quedar frente a frente.

—La vas a soltar.

El asco me hizo arrugar la nariz, puede que, en teoría, yo debería estar a favor del tipo que iba a impedir que me metieran dentro, sin embargo, lo ultimo sonó diferente, más imperativo, un ligero tono de superioridad como si supiera que Beverly terminaría haciéndole caso, solo porque él lo decía.

Beverly quito su mano de mi espalda.

¿Vas a ceder?

Ella retrocedió sin apartar la mirada de él por ningún segundo, los ojos de Beverly flameando como dos antorchas, dispuestas a incendiar al tipo de enfrente.

—Espero que pierdas en la siguiente competencia —siseó antes de irse, el sonido de sus tacones resonando como truenos.

¿Cómo? ¿Qué tenía que ver una competencia? ¿Acaso habrían hecho algún tipo de apuesta?

Me volví hacía Leonel. Mis conjeturas llegando a mi mente, cada una más retorcida que la anterior.

—¿Qué es lo que sabes de Beverly? —interrogué por fin, examinando su rostro, buscando alguna pista—. ¿Con que la tienes amenazada?

La curiosidad era algo que nunca podría quitar de mi existencia y menos cuando la respuesta sería una linda adición a mi lindo arsenal. Mis ojos se centraron en Leonel, esperando.

Leonel, en cambio, no respondió, al menos no al instante, se quedó un rato en silencio, con la mirada fija en la entrada del baño.

Okey.

No era un buen momento para ser una fisgona entrometida, para su desgracia eso no era algo que iba a detenerme.

—Con el tiempo te enteraras —interrumpió, como si hubiera adivinado mis palabras.

Y se fue.

Sin más.

Caminando en la misma dirección que Beverly, las manos en los bolsillos.

Mi ceño se arrugó, coloqué la vista sobre lo puerta de los servicios higiénicos.

¿Qué habían preparado? ¿Era tan malo como Beverly creía?

Aún con la pregunta rondando en mi mente, me fui del lugar, en la dirección opuesta, solo por ser contraria. No estaba prestando mucha atención a mis pasos si era sincera, mi foco de atención lo tenían las palabras de Leonel, resonando una y otra vez en mi cabeza.

¿A que se podía referir?

No debía ser algo muy complejo. Quizá estaba equivocada al subestimarlo, pero no podía erradicar un habito milenario solo porque, al parecer, Leonel no era un completo idiota.

Quizá fue por tener la mente demasiada ocupada en tonterías o por el sentimiento de impotencia que ni siquiera me permitió ver al sujeto contra el que acababa de tropezar.

Mordí mi lengua soltando una disculpa dulzona, no me permitiría más distracciones.

—No hay forma.

Mis ojos se enfocaron en él con cuidado, queriendo creer que no había chocado con alguien importante, aunque claro, para pisar este pasillo debías serlo. Era un hombre alto vestido de sastre a medida, no es que fuera una experta, pero podía reconocer cuando la tela era costosa y refinada, esta lo era. La elegancia era una de las pocas cosas que no se podían fingir. O nacías con ella o estabas condenado a ser una paria. Por la mirada extraña que el hombre tenía en el rostro, puede que me creyera lo segundo.

—No hay forma que me hubiera visto —corrigió, recuperando el tono prolijo—. Buenos días.

El señor apresuro el pasó y desapareció en el siguiente pasillo, o quizá fue solo mi perfección tergiversada viendo cosas donde no las había.

Lo que me faltaba. Estoy enloqueciendo.

***

A la oficina de Dirección.

Puede que haya pecado de ingenua, pero cuando entro un hombre de traje al aula, a la cual si había llegado a tiempo esta vez, e indicó que iba llevarse a un alumno a Dirección, lo ultimo que pensé fue que se trataría de mí.

Solté un suspiro antes de avanzar dos pasos tras el hombre de traje, al parecer era el tutor de los alumnos problemáticos o es lo que mencionó luego de presentarse, también recuerdo que dijo su nombre, no me moleste en memorizarlo, después de todo, estaba segura que sería la única vez que nos veríamos.

Alumnos problemáticos, por favor, como si yo calzará en esa definición.

Mientras caminaba por los pasillos fue inevitable pensar en cual sería el motivo exacto. ¿Fabián? ¿Lincy? ¿Beverly? ¿Leonel? Bueno dudaba que él hubiera dicho algo luego de arruinar los planes de Beverly, aunque, lo peor que podría hacer ahora sería dar cosas por sentado.




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