Capítulo 8: Fiesta I

Aún no me logro explicar como se lo dio, pero al parecer Catalina consiguió mi numero de teléfono con el director. Al parecer ellas tambien irán y no se como Catalina me convenció para ir, pero estoy aquí. Si soy sincera no se bien porque acepté, talvez para que cerrará el pico de una vez o porque de quedarme en casa no hubiera hecho más que llenarme la cabeza con conjeturas absurdas acerca de mi padre.

En fin. ¿Qué tan malo puede ser? En el peor de los casos las saludaré, daré una escusa boba y regresaré a mi casa de una vez por todas. No me culpen por no querer socializar y no hacer lo que cualquier adolescente normal haría; alcohol, drogas y sexo no es mi idea de diversión en lo absoluto.

—Llegaste, estoy segura que a Adi le dará un infarto en cuanto te vea aquí —bromeó a lo que yo solo le di una de las sonrisas más falsas que pude dar. No tenía intención de que notara mi incomodidad, mientras más rápido se hartaran de mí más rápido volvería a ser la Scarlett de siempre.

Diez minutos. Solo estaría aquí por diez. Independientemente si llegaba la castaña o no no me quedaría más tiempo.

Media hora. Ni siquiera sé como he durado tanto con ellas. Por un momento creí que tras la llegada de Adelaida, Catalina dejaría de centrar su atención en mí y la pondría en su asustadiza amiga. Pero no, una parte de mí, me decía que Catalina intuía mis planes. ¿Por qué? Porque misteriosamente cada vez que yo decía que iba ir a los servicios higiénicos ellas iban conmigo, sugerí ir a coger algún bocadillo tambien iban conmigo, dije que iría a tomara aire, tambien fueron conmigo. ¿Qué acaso no conocen el espacio personal? O sea por favor. Ni que fuéramos trillizas. Alguien debería enseñarles lo que se llama la independencia.

—Menos mal —suspiré cuando por fin logré librarme de ellas. No me llamen insensible solo por no querer estar pegadas a ellas como chicle.

Bueno. Estaba cerca de la salida. Un par de pasos y el resto sería historia. 

—Scarlett —mencionó una voz amigable, por un instante me asuste ¿Y si era alguna de ellas? No. No, en definitiva no era una voz femenina. Diablos. Solo se me venía un nombre a la cabeza. ¿Pero por que él estaría aquí? Después de todo hasta donde tenía entendido, la fiesta era organizada por aquella rubia plástica. ¿Tan rápido se le olvido lo que le hizo? Quizá sí. ¿Quién sabe como funcionan la mente de los hombre? En fin, ese no era mi asunto. Comencé a aumentar el ritmo de mis pasos. A lo mejor de esta manera lo perdería.

—No pensé que vendrías —comentó colocándose delante mío.

Maldición. Debí ser mucho más rápida.

—Yo tampoco pensé que vendría —acoté sin desviar la mirada de aquellas rejas que cubrían la salida. ¿Seria grosero dejarlo hablando solo? Ahí por favor. A mí nunca me importo ser grosera con alguien.

—Que bueno que cambiaste de opinión

¿Cambiar de opinión? Yo no soy de las personas que cambien de opinión y menos de cosas tan triviales como una fiesta.

—De hecho ya me iba —agregué retomando mi camino

—¿Por qué? —cuestionó acercándose—. La fiesta recién comienza. Te perderás lo mejor.

—Por eso jus...

—Mira —me interrumpió mientras señaló con la cabeza a un par de muchachas que se acercaban a nosotros—, ahí vienes tus amigas.

Genial. Si tuve alguna oportunidad de salir con Leonel hablando, ahora de seguro no la tendría. Ahora pasaría las siguientes escuchando parlotear a la castaña. No era mi idea de diversión, pero de nuevo, en esta fiesta nada lo sería. Un resoplido escapo de mis labios cuando finalmente se unieron a nuestra agradable conversación. ¿Acaso esto podía empeorar? Esperaba que no. Oficialmente algo se estaba empecinando en que yo no saliera de esta fiesta. ¿Acaso hice lago mal? Por lo general todo sale como yo quiero. Siempre.

***

POV Fabián:

—¿Esta listo ya? —pregunté con impaciencia del otro lado de la puerta del baño. No podía esperar para ver ese estúpido rostro lleno de humillación. Nadie se metía conmigo y salía ileso. Demoró mucho más de lo que imaginé, pero valdrá la pena. Para la mañana siguiente esa estúpida será la burla de todo el colegio. Al diablo si mi padre piensa que fui yo, no tendrá pruebas contra mí. Lincy ya se encargó de eso.

—¡Ya esta! —aviso Lincy desde el otro lado. Ella estaba colocando la cámaras que compré. Y si lo preguntan, no. Mi padre no sabrá que robe dinero de su gaveta. Tiene demasiado como para que se de cuanta que algún fajo falta. O que algunos fajos faltan. Al diablo, siempre puedo inventar cualquier cosa o culpar a Lincy. No es mi deber preocuparme.

La puerta del baño se abrió y ella salió con una malvada sonrisa en los labios.—¿La estúpida ya llego? —fue lo primero que pregunto.

—¿Quién diablos crees que soy? ¿Su niñero? —pregunte con el ceño fruncido—. Soy tu cómplice, no tu sirviente.

—No te enfades —pidió dejando un beso en mis labios—. Para mañana será el hazme reír de la escuela —avisó—. No habrá nadie que no la haya visto desnuda, será humillada, no tendrá otra que irse ¿Creyó poder con nosotros? No tiene idea —expresó con un brillo en sus ojos que rara vez se dejaba ver. Muchos la encontraban despampanantemente atractiva, y sí, Lincy no era fea, pero yo no usaría el termino despampanantemente atractiva. Talvez porque nunca necesite de eso para llevarla a la cama.

—Necesitaré algo más que eso para calmarme —advertí apretándola hacia mí y volviendo a atraer esos labios a mi boca.

—Después de que acabemos con esto tendremos mucho tiempo —susurró en mi oído. Una sonrisa malvada apareció en mi boca. Ella no tenía idea.

—Lincy, ya llego —interrumpió una voz desquiciante que nos obligo a separarnos, quizá fue la de Lilian o quizá la de Viviana, no importaba. No me importaba.

—¿Dónde esta? —preguntó la rubia apartándose de mí y acercándose a su amiga con mucho interés.