—De nada —respondí aun incomoda por el reciente abrupto de Adelaida.
Me abrazó en agradecimiento. Que linda. Deberé informarle que detesto los abrazos. En cualquier otra circunstancia la habría apartado de mí sin más reparos. Pera verla con ojos llorosos y balbuceando un sin fin de agradecimientos. No me atreví. Estaba empapada con ponche. Con ponche que debió haber sido derramado sobre mí. Talvez yo sí tenía corazón después de todo.
Después de lo que pareció ser una eternidad por fin me soltó.
—Lo siento, perdón, mil disculpas —volvió a balbucear mientras miraba con espanto la mancha de ponche que se extendía por mi ropa—. Perdón, no quise hacerlo solo...
—Tranquila, no pasa nada —exprese cuando una idea atravesó mi mente.
Bueno, después de todo no fue tan malo, ahora gracias a la castaña tenía la escusa perfecta para salir de ese lugar.
—¿No estas molesta? —preguntó con timidez y la voz ahogada.
—Para nada —Lo que me molestaba era otra cosa.
Ay Adelaida, deberías tener más confianza en ti misma, así no te molestarían tanto, es fácil que te molesten cuando éste solo llora ante la más mínima provocación. Sacudí mi cabeza en negativa. ¿Algún día lo entendería?
En fin cuando estuve a punto de sacar mi haz bajo la manga para irme, Catalina lo impidió rotundamente. ¿Acaso la pelinegra tendría algo contra mí? Un resoplido salió de mis labios. Lo que pareció ser mi salvación en menos de 10 minutos se convirtió en un boleto para pasar más tiempo con ellas.
A regañadientes las seguí. Sería fácil perderme entre tantos adolescentes. Talvez debería hacerlo. Miré en la dirección de ambas cacatúas que no dejaban de parlotear. Lo más probable es que a la castaña le diera un ataque de nervios y que Catalina no dejará de buscarme hasta dar conmigo. Bufe con aburrimiento. ¿Cómo fui a meterme en esto? ¿Desde cuando me importaba herir sus sentimientos? Bufe de nuevo. No seria ingrata, me rehusaba a serlo.
Así termine yendo a los baños junto con ellas. Al parecer Adelaida había traído un cambio de ropa. Eso me hizo preguntarme ¿O Adelaida era una persona muy precavida o esto era algo habitual para ella? Bueno si fuera habitual no hubiera roto en lagrimas tras recibir las risas de los demás. Aunque conociendo la personalidad frágil de la castaña no era de extrañar. Quizá era ambas.
Diez minutos me tomo hacer que todo tema de conversación por parte de la pelinegra sea en vano. Talvez se hartará y me dejará ir. No pasó.
Yo era una de las personas que disfrutaba la hermosura del silencio. Pero este silencio no era cómodo ni mucho menos agradable. Talvez por eso la sensación de desagrado se estaba expandiendo por todo mi cuerpo.
Ni siquiera yo me había percatado que me estaba alejando cuando oí una voz detrás mío con un ridículo tono al cual no pude hacer oídos sordos.
—¿A donde vas?
Mi caminar se detuvo. No me gustaba dar informes de lo que hacia. A la única persona que se los daba era a mi padre. Él siempre se preocupo por mí, sacrifico todo lo que tenía por mí, nadie más merecía que diera explicaciones de mis acciones. Así que al oír lo que Catalina me pregunto y en el tono en que lo hizo no pude evitar expresar una mueca de desagrado. Dude en contestar.
—A algún lado —respondí finalmente con las manos en los bolsillos, tratando de ir a alguna parte. SI tan solo supiera a donde.
—¿Te iras? ¿Te aburre...
—Tengo un mal presentimiento —me apresuré a decir volteando la mirada hacia ella para evitar que Catalina sacará conclusiones apresuradas.
La pelinegra frunció el seño.—¿Mal presentimiento? —asentí—. ¿Crees que aún quieran hacerte algo? —negué con la cabeza.
—Talvez —terminé diciendo al recordar lo ocurrido con Adelaida. Ella me lo advirtió varias veces y al final termino pagando los paltos rotos, claro que en comparación con lo que había visto en años anteriores eso no pasaba de un juego de niños, pero para alguien tan sensible como la castaña fue mucho. No quisiera que le vuelva a pasar algo malo por mi culpa—. Solo iré a caminar, volveré, lo juró —exprese a mí pesar retomando mi pasó con dirección a algún lugar desconocido.
Fabián
¿Quién diablos se imagina que es esa estúpida? No aguanto las ganas de que llegué mañana y que todos se burlen en su cara. Conmigo no se juega. Ya es hora que lo entienda.
Caminaba echando humo por el lugar. Tenía unas ganas increíbles de golpear a alguien, con preferencia a una mujer con cabello marrón y unos asquerosos ojos color zafiro.
Así que cuando Lincy se acercó en mi dirección para según ella calmarme. Reí mentalmente por su idiotez. Esos insípidos besos no generaban nada en mí en estos momentos. Solo quería algo que golpear. Odiaba como me ponía esa estúpida chiquilla. Yo no era de las personas que podían contenerse, el hecho de no haberme involucrado ya en una pelea era raro. Solo conseguía frustrarme más.
—Deja eso —pidió harta de mis desplantes—. Solo necesitaremos más tiempo.
—¿Crees que soy una persona paciente? No me jodas Lincy, inventa lago, pero esa estúpida no puede salir ilesa.
—Como sino me conocieras. ¿Crees que arme todo esto por nada? Para mañana esa chiquilla tendrá lo que merece, de mi cuenta corre que así sea.
—Más te vale. No esperaré más tiempo —hable con la mirada fija en mi puño.
—Yo tampoco planeó esperar más —aviso cruzando lo brazos cuando un pitido sono de su móvil.
—¿Qué sucede? —pregunté al ver la sonrisa enmarcada en sus labios.
—Alguien entro a ese baño —avisó mirando la pantalla del móvil.
—¿Fue esa estúpida?—me apresuré a preguntar con un remolino de emociones que se apagaron cuando la rubia negó con la cabeza—. ¿Entonces quien mierda entro? —interrogue furioso.
—La empollona —la miré por unos segundos. Habían varios empollones en esa escuela—, a la que mojaron con ponche —recordó mientras no dejaba de teclear cosas en el móvil—. Lo publicaremos mañana —la escuche decir.