Scarlett
—Solo intercámbialos —sugerí dándole la memoria donde se encontraba toda la información.
—Pero ellos tendrán problemas.
—No los tendrán —asegure aún con el chip en mis dedos. Bueno era mentira, pero si poníamos las cosas en una balanza yo tenía la razón—. Además solo será un pequeño sacrificio.
—No esta bien Scarlett —alego la castaña con una voz débil y frágil.
—¿Pero si esta bien que ella se aproveche de ustedes?
Ninguna de las dos respondió. Perfecto. Ni una de ellas querían hacer algo por revertir la situación. ¿Por qué conformarse cuando puedes hacer pagar al que te agredió? No entendía como no lo podían ver. Estaba tan claro. Cristalino como el agua.
—Esta bien —refunfuñe alejándome—. Entonces lo haré yo.
Hacerlo resultaría fácil. Era por una buena causa después de todo. Me detuve cuando vi a cuatro individuos alrededor de un monitor, parecían muy concentrados. Por una parte podría engañarlos y... No. Sacudí mi cabeza para sacarme esas ideas. Si quería demostrar a ese par de gallinas asustadizas que yo no estaba haciendo nada malo tendría que hablar con franqueza. Bien. No sería algo que no hubiera echo antes.
—¿Ustedes odian a Lincy? —pregunté tan pronto como estuve junto a ellos.
Ellos ni siquiera contestaron. Solo se limitaron a mirarse entre si como si tuvieran miedo o vergüenza a hablar. Okey. Talvez no sería tan sencillo como creí.
—¿No hablaran? —pregunté tratando de ocultar lo exasperado de mi tono.
Por lo visto padecían del mismo mal que la castaña. Demasiada timidez y poca confianza. ¿Acaso sería una epidemia o algo así?
Uno de ellos trató de hacerlo, pero no salió nada de su boca por más que intentaba. ¿Acaso Lincy les daba tanto miedo como para quitarles el habla?
—¿De que va su presentación? —volví a intentar con menos paciencia que antes.
De nuevo, nada. Resople frustrada. Esto no estaba saliendo como quería. Mi mirada se intercalo entre ellos y Adelaida. Algo me decía que talvez la castaña no era la persona más miedosa y asustadiza del lugar.
—¿Alguno de ustedes es amigo de Catalina?
Talvez me podía afianzar de eso. Talvez así entraran en confianza. Ellos intercambiaron miradas curiosas y algo... preocupados. Un largo e incomodo silenció nos acompaño. Genial. Simplemente genial. Algo me decía que talvez podían ser mudos. No era normal tener tanto miedo a hablar.
Esperen... Y si no tenía miedo a hablar. Y si me tenían miedo a mí. Reprimí el impulso de reír. No. Era absurdo. ¿Por qué me tendrían miedo a mí? Es más estaba segura que ni siquiera me conocían.
—Soy Scarlett.
Talvez conociendo mi nombre comenzaran a cooperar. O talvez debía comenzar a idear otra cosa. No. No me había pasado más de una hora sentada frente a un monitor para plasmar la más humillante presentación solo para que por unas personas con muy poco afecto propio y baja autoestima lo arruinaran. La palabra vencida no estaba en mi vocabulario. Y no la aprendería ahora.
—Miren —comencé con una voz calmada y clara, tal como quería—. Yo estaba pensando que talvez ustedes podían presentar esto. —Les mostré la memoria—. En vez de lo que tienen ahí.
Por un momento ingenuamente esperé que dijeran algo. Que verbalizaran algo que quizá no entendieron o que al menos asintieran sus cabezas e hicieran lo que yo digo. Nada. De nuevo. Nada más que intercambiar miradas difíciles de leer. Quizá habían alcanzado la telepatía o quizá no les importaba lo que estaba diciendo. En cualquier caso, me obligué a seguir con mi encantadora actuación y encarné una sonrisa que rogaba que se viera sincera y no como un gesto de amenaza.
—Seguro tendrán preguntas y será un placer aclarárselas —continué—. ¿Ustedes le temen a Lincy? —pregunté con una voz suave y accesible o lo que yo creía que era accesible—. Al menos podrían mover la cabeza —pedí al borde de la paciencia.
Para mi sorpresa ellos asintieron. Al menos era un progreso. A pasos de tortuga pero era algo. Sin embargo eso no vasto para que en mis ojos se encendieran dos antorchas incandescentes. ¿Por qué debían tenerle miedo? Bien. En este punto, me gustaría saber como funcionaba la cabeza de aquella rubia oxigenada.
—¿Por qué le tienen miedo? —pregunte con una voz amarga—. Ella es igual que ustedes. No les puede hacer nada si ustedes no se lo permiten. No tienen porque permitirlo —alegué caminando de un lugar a otro—. El miedo no es una salida. No porque dejen de hablar o agachen la cabeza significa que le situación mejorará. Si quieren que mejore, tienen que hacer algo ustedes mismo, luchar para hacerla pagar por lo que hizo. ¿Comprenden eso? —pregunté con los ojos brillando en determinación y suplicando que al menos uno de ellos compartiera mi opinión.
Una de ellos, una de cabello caramelo con mechas claras en las puntas levanto la mano con temor.
—Dime —pedí con entusiasmo, al menos si ella escuchaba, al menos significaría que no todos en este lugar estaban cegados por el miedo. Sería reconfortante. Muy reconfortante—. Dime por favor.
—¿Pero... —Nunca pensé que habría una voz más aguda que la de Adelaida, pero heme aquí. Sin duda este lugar no dejaba de sorprenderme—. ¿No son amigas?
—¡¿Qué?! —exclame con los ojos tan abiertos como podía—. Por supuesto que no —hable con vehemencia aún sin creer lo que ella había dicho. Amiga de Lincy. ¿Yo? Ja. ¿Quién podría inventar algo así?—. Yo no soy su amiga. ¿De donde sacaron eso? —interrogue dando un paso hacia ella.
Quien sea que haya inventado ese rumor tenía serio problemas mentales. Muy serios en verdad.
—Es lo que... lo que se comenta —volvió a hablar con la mirada en el suelo mientras jugueteaba con sus dedos—. Ellas dicen que... solo... fueron malentendidos y que... son muy cercanas —continuó con su voz cada vez más asemejándose con un leve susurró.