Complicado

Capítulo 18: Restaurante

Scarlett

—¿Hoy a las dos? —pregunté desconcertada casi atorándome con el vaso de agua que acaba de ingerir.

—Sí —respondió levantándose de la mesa—, tengo una junta de ultimo momento.

—¿Una junta? —pregunté alarmada—. Pero eso siempre te lo avisa con antelación —le recordé imitándolo y siguiéndolo hacia la cocina.

No. Mi cabeza debía dejar de relacionar las cosas. Según yo recuerdo su reunión era ayer. Eso era ayer. Además que la hora exacta eran las tres. ¿Por qué iría una hora adelantado? Yo sabía lo puntual que era, pero esto era ridículo. No. Seguro yo estaba exagerando. Seguro solo era eso. Exageraciones y falsa coincidencias. Claro porque que una empresa labore los domingos en la tarde es lo más normal del mundo. Basta. En definitivo no pude confundir las fechas. Esto solo se resolvía revisando mi móvil y comprobándolo. Nada más extraordinario que aquello. La reservación decía... ¿domingo? Mis ojos se abrieron de par en par. No. Esto era una mala jugarreta del destino. Yo lo revise bien, no pude ser tan descuidada. Claro, apenas y lo leíste por la rabia. Eso no es revisar bien.

Refunfuñe por lo bajo escondiendo mi móvil en mi bolsillo. ¿Desde cuando mi conciencia era molesta? Esto estaba mal. Muy mal.

—Lo sé —hablo dejando su plato en el lavabo mientras se dirigía a la salida.

Se veía incomodo. Sus pasos no eran los mismos de siempre. Desde ayer estuvo así. Un tanto tenso y nervioso. No. De seguro no tenía ninguna relación con la mujer que dijo Clyde que mi padre vería.

Después de todo, siempre podía resultar ser alguna compañera de trabajo con la que se asociaría para resolver algún caso. Lo había echo. Claro, que sí. Pero antes me la habría presentado para que no explotará en celos y obsesión. Justo como lo estaba haciendo ahora.

—¿Puedo acompañarte? —interrogue cuando lo vi abrir la puerta.

—Lo más probable es que te aburras —menciono antes de cerrar la puerta con delicadeza.

Claro porque ver a personas planteando jugarretas para destruir a otros es aburrido. Ja. Como si mi padre no me conociera. Mi mano se fue a mi móvil.

Hasta donde yo sabía solo había una salida razonable y lógica a esto.

—Buenas tardes —saludé una vez que una mujer contesto la llamada—. Quiero hacer una reservación para dentro de una hora —pedí tratando de brindar mi tono más suave y amable que pude, aunque en estos instantes era una verdadera tortura.

—Lo sentimos, pero nuestras mesas ya están asignadas.

Reprimí el impulso de gritar. No conseguiría nada con ello, al menos no más que me colgaran la llamada.

—¿Todas? —pregunté con alguna esperanza.

De no poder entrar por la puerta principal no me quedaría de otra que ir por la del servicio. De alguna forma tendría que cerciorarme de lo que estaba pasando. No haber escuchado esa conversación me perjudicó. Al menos ahora sabría más cosas.

—Hay una —mencionó con un tono vergonzosos—. Pero esta cerca de los baños, ninguno de los...

—No importa —avise a todas prisas—. La quiero.

Una sonrisa enmarco mis labios. Esto terminaba hoy. Si mi padre estaba saliendo o no con alguien. Lo sabría hoy mismo. No había más vuelta que darle.

 

***

 

Ya había logrado entrar. Ya estaba sentada en mi lugar respectivo. Si bien la vida no era cómoda la ver varias personas caminando constantemente, al menos era lo mejor que conseguí. Si esto seguía así, mis ahorros desaparecerían en pocos días.

El real problema es que no lograba ubicarlos. Tal como había dicho la mujer el lugar estaba repleto y lleno. Encontrar a un hombre con un abrigo de color crema y uno cabello correctamente peinado de un color café oscuro.

Mi vista tendría que esforzarse más de la cuenta. Mi vista sufriría pues ya había encontrado a tres sujetos con rasgos parecidos a los que buscaba. Todos estaban tenían una acompañante, pero muy difícil desde esta distancia ver si alguno era el que yo estaba buscando. Maldición. ¿Qué tendría que hacer gatear hasta esas mesas? No. No sería tan ridícula. Debía pensar algo mejor. Algo más decente y menos vergonzoso.

Por suerte la carta cubría grana parte de mi rostro. Podía espiar con total naturalidad sin que nadie me...

—¿Qué haces aquí? —preguntó una voz desquiciante que me puso los pelos de punta.

—Desaparece —ordené tan pronto como de di cuanta que ese cavernícola en realidad estaba ahí y no era producto de una pesadilla.

—¿A quien acosas? —preguntó con burla constante.

¿Qué le sucedía? ¿Dónde estaba aquella rabia abismal que siempre percibía? No. No me distraería de mi objetivo. No de nuevo.

—Sino quieres que te de un patada entre las piernas más te vale que me dejes en paz y tú sabes que yo no amenazo en vano —termine con la vista uno de los hombres de cabello café.

Unas pisadas molestas se alejaron. Bien. Ahora que ya a volvía a tener paz. Nada me detendría. Mi mirada en ese sujeto se alejo de pronto. Dudaba que fuera él, no se veía tan formal y por la forma en la que comía más parecía como si estuviera con algún familiar. Hasta donde yo tenía entendido mi papá no tenía ni primos, ni hermanos, ni tíos. Así que opción descartada. Ahora solo debía concentrarme en dos objetivos.

Mi vista de poso en el de la izquierda. Objetivamente se parecía. Su altura era adecuada y su contextura era lo suficientemente similar. Solo había un problema. Mi padre no tenía las parejas horadadas y este sí.

Bien. Solo nos quedaba el candidato de la derecha. Debía ser él. Tenía que ser él, a menos que mi padre se haya cambiado de atuendo y ahí perdería todo nivel de referencia. No. No podía tener tan mala suerte.

Ahora su acompañante era... ni siquiera podía verla. Ella movía contantemente la cabeza. A las justas y veía su cabello pelirrojo y un vestido de lentejuelas. ¿Sería ella? Hasta donde yo sabía a mi padre no le atraían las pelirrojas. Hasta donde yo sabía a mi padre no le atraía darme una madrastra pero heme aquí. Así que, ya no podía estar segura de nada.



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 21.03.2024

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