Capítulo 19: Fin de la abeja reina

Scarlett

—Scarlett —llamó una voz al entrar por la puerta.

Era definitivo. Este libro estaba maldito. Nadie me dejaría acabarlo. Adiós querido señor Darcy, al parecer jamás podré leerte con tranquilidad en este lugar. Ni bien lo guarde en mi carpeta, una melena negra se poso delante mía mientras trataba de sacarme de aquella carpeta a toda costa.

Okey. Alguien tenía que contarle a Catalina que yo no funcionaba de esa manera.

—Tienes que venir. Levántate.

—¿Para qué? —pregunté con el ceño fruncido.

Después de lo Lincy creí que tendría un poco de paz en este lugar, pero con Catalina el concepto de paz no encajaba. Tenía suerte que me cayera bien.

—Tienes que verlo —aseguro a viva voz—. No puedo contarlo. Solo ven.

—Tengo...

—Tienes que venir —volvió a insistir jalándome del brazo.

¿Ahora que le sucedía? ¿Por qué no se lo contaba a la castaña o al alguien que sí le interesara? Por decoro no podía decírselo en la cara. Por respeto solo hice una mueca intentando zafarme sin ser demasiado brusca.

—¿Me soltarás si lo hago? —pregunté cuando supe que no se daría por vencida.

Sus ojos centellaron por un segundo antes de sacudir su cabeza con vehemencia.—Sí. Lo prometo.

A regañadientes me levante. ¿Qué sería tan interesante para que la pelinegra mostrará tanto interés?

Moviendo mi cabeza la seguí con pasos lentos. Mientras ella daba pasos largos, se quedaba parada cada tantos con una mueca al ver que no me movía tan rápido como ella. ¿Lo hacía a propósito? Que no haiga duda de ello.

Después de más de cinco minutos por fin llegamos, aunque ni siquiera sabía que era lo que tenía que ver exactamente. Había una gran tumulto alrededor de alguien.

—¿Para que me trajiste aquí? —pregunté sin tener el más mínimo interés en saber.

Pero mientras más pronto lo mostrará más pronto podría volver a mi carpeta. Era mejor que estar aquí aspirando sudor y oyendo griteríos por doquier.

—Ven... —me sujeto de mi muñeca y me arrastró hasta el centro del tumulto.

No fue tan difícil en realidad. Ellos se alejaron a medida que caminábamos. Algunas miradas curiosas se posaron en nosotras. 

—Por favor —suplicaba una chica rubia con la ropa echa girones—. Yo soy su amiga...

Las tres chicas a las que suplicaba solo hicieron una mueca de asco y se alejaron como sino la conocieran. 

Por un segundo sentí lastima de como el tumulto la piropeaban y la insultaba. Pero toda lastima se esfumo al reconocerla.

—Es tu culpa —arremetió contra mí una melena rubia con los ojos rojos y un par de ojeras.

Mi ceño se frunció. ¿Esta era la misma Lincy de hace unos días? ¿Tantos problemas le habían traído ese video? Una sonrisa se formo en mis labios. Huao...  Esto salió justo como lo pensé.

—¡Tu maldita culpa! —grito mientras escuchaba insulto tras insulto. La cara roja de vergüenza y lagrimas que parecían genuinas resbalando por sus mejillas.

Poco falto para salir corriendo del lugar, pero eso solo alimento las carcajadas.

—¿Qué se suponía que tenía que ver? —pregunté volviendo mi vista a la pelinegra.

No me lo iba a tomar bien si solo me había sacado de mi lectura para ver algo que ya sabía que pasaría.

—Eso, la destruiste —aclaró Catalina con un tonito divertido—. Después de esto, créeme, nadie la se le volverá a acercar. Incluso sus amigas la repudiaron.

—Entonces no eran sus amigas —corregí con algo parecido al mal humor—. Solo la usaran hasta que les convino, cuando vieron que no había nada más de valor que exprimir la dejaron.

Después de todo yo tenía razón. No convenía tener amigas. Catalina se veía radiante hoy, más feliz que otros días. Era extraño. Talvez ayudar a la gente no era una total perdida de tiempo.

***

—¿Qué hiciste esta vez, Scarlett? —preguntó mie padre tras entrar a mi habitación—. El director me llamó.

Algo parecido a una sonrisa apenada invadió mi rostro. No lo negaría. Extrañe esto. Aunque,  ¿el director? ¿Cómo lo supo tan rápido? ¿Cómo supo que fui yo? Técnicamente un alumno del taller de informática fue quien lo hizo. Yo solo abastecí de materia prima. ¿Acaso habría hablado? ¿Me habría delatado?

—Técnicamente no hay pruebas que me acusen —avise antes de escuchar el típico monologo de no usar la justicia por mi propia mano. Si yo podía hacer algo para reparar un error lo haría. Lo hice. Lincy era eso después de todo. Un error que fue reparado—. Yo fui muy cuidadosa, de hecho él que...

—No necesito pruebas para saber que fuiste tú —hablo sentándose al borde de la cama—. Cualquier persona que te conozca sabrá que fuiste tú —agregó con los brazos cruzados y una postura severa.

—¿Entonces el director no te dijo nada? —pregunté con un tonito esperanzado.

Si el director sabía que estaba metida en esto mi postura de angelita se vendría abajo. Eso no podía permitirlo.

—Me llamó para disculparse por un video que ronda por el colegio, dijo que tomará medidas —explicó.

—Ah... —di un suspiro de alivio volviéndome a recostar sobre mi almohada—. Entonces no tengo nada de que preocuparme. Deberías estar orgulloso, ni siquiera saben que fui yo.

Mi papá movió la cabeza.

—No estoy orgulloso Scarlett. Fue una reunión de padres, el director estaba avergonzado ni imaginas como lo estaba yo. ¿Sabes las consecuencias que esto puede traer? La madre de esa alumna estaba devastada y...

—Ni siquiera sabes porque lo hice —me excuse—. ¿Puedo presentar mi alegato abogado Paterson? —pregunté con un tono serio mientras me sentaba con la espalda recta.

—Bien, te escucho señorita Paterson.

Me limite en contarle lo sucedido. Cada detalle, cada palabra, cada acción que se decía y que había visto de aquella rubio lo dije. Mi padre tendría que ser imparcial en esto. Sé que el preferiría que fuera una persona más tolerante, pero no era mi culpa no poder quedarme callada. Yo actuaba de forma racional la mayor parte del tiempo. Pocas veces me dejaba llevar por alguna emoción. Pero las veces que lo hacia solía extralimitarme.