Complicado

Capítulo 24: Experimento sociologico

Fabián

Rayos. Después de todo ella si jodería mi plan de ir de fiesta. Ya había transcurrido una hora y aún no lo lograba convencer que saliera del maldito lugar. Una hora. Ni siquiera yo había pasado tanto tiempo seguido en un lugar como este.

Si al menos mi hermano no estuviera tan entretenido hablando de alguna tontería de la mente. Y si al menos ella se comportará como la real molestia pedante que era. Pero no. Ambos se había propuesto arruinar mi noche con su maldita platica. 

Pasos y más pasos. Ya eran poco más de las nueve de la noche. Mi mirada se poso en ambos rostros contentos conversando. Gran día para que el topo de mi hermano dejara de ser antisocial. Maldita sea. Esto no me gustaba. Para nada. Ahora como mierda saldría de aquí.

 

Scarlett

—¿Por qué narcóticos? —pregunté luego de unos minutos de dar varias vueltas al asunto.

—Me interesa más la Psicología Clínica —explicó con aquellos ojos verdes recorriendo unas líneas del libro que había cogido—. Además —su mirada viajo a los feroces pasos de su hermano que salían como un huracán de la biblioteca—, creo que tendré alguien con quien experimentar si él no aprende a controlarse.

Una risa salió de mí sin previó aviso. Sería exquisito ver como al cavernícola lo atan a una silla y prueban medicamento tras medicamento. Como una rata de laboratorio. Era irónico en un modo espeluznante, pero divertido. 

Muy divertido.

—Concuerdo con eso —logré decir después de detener mi risa—. Aunque... 

Lo mire por unos minutos. Debía tener cuidado con lo que diría. Ellos no parecían el par de hermanos que se llevaban mal, de hecho físicamente se parecían bastante y Dios quiera y hasta ahí terminen sus semejanzas.

Por primera vez en mucho tiempo había encontrado a alguien que le gustaba usar su cerebro. No podía permitirme el hacerlo enojar. Claro, que eso no sería motivo para guardar mis pensamientos, solo los expresaría de otra forma. Después de todo, las cosas se enfocaban en la manera correcta de decirlas.

—¿No crees que tu hermano necesita un alto? Puede llegar a ser...

—Un completo imbécil sin respeto por los demás —completo con una sonrisa—. Lo es, pero... 

—¿Puedo hablar con libertad? —pregunté conteniéndome de soltar la barbaridad que pensaba de su querido hermanito.

Justin asintió. Perfecto. Era justo lo que necesitaba.

—No solo es un imbécil sin respeto a los demás. Es un idiota que no conoce lo que significa el control. Es un troglodita, un cavernícola. Un ser abusivo que no es capaz de lidiar con las consecuencia de sus actos, un discriminador de la peor calaña, una persona vengativa. Créeme que si te contará lo que...

—No siempre fue de ese modo —interrumpió—, no siempre —hablo con un gesto nostálgico que me puso los pelos de punta.

Lo miré con atención por un momento. Sus ojo perdidos en algún lugar muy lejos del libro que sostenía entre las manos, los labios ligeramente torcidos hacia arriba, su rostro con un aura ligeramente más sensible que antes. Algo... Algo me decía que me iba a contar una historia triste y devastadora que intentaría justificar el comportamiento abusivo de su hermano. La idea no era nada tentadora. Mis ojos se posaron en mis manos. Sería grosero no querer escuchar. Suspiré con resignación al no encontrar nada que me librará de esto. Pues, si Justin pensó que con eso ablandaría la postura que tenía contra su hermano, le faltaba mucho que aprender de mí.

—Mamá murió cuando él tenía seis años. Ambos discutieron antes que pasará. Fabián nunca tuvo tolerancia con que no se hiciera las cosas como quería —había un poco de cariño en la forma que lo dijo—. Así que decidió escapar. Fue una actitud infantil de su parte, lo sé —admitió antes que yo pudiera decirlo—, pero era un niño. ¿Qué otra cosa se podía esperar de un niño? —No estaba para nada conforme con eso. Callar y escuchar. Al menos por un momento fue a lo que me limite—. Ni yo, ni mi padre lo salimos a buscar, ojala lo hubiéramos hecho. Mamá sí lo hizo —avisó con los ojos centellando por un segundo antes de oscurecerse por completo—, un auto la atropelló cuando cruzó la calle.

—¿Y se culpa por eso? —pregunté con una vos ridículamente suave, ya percibiendo por donde iba el asunto.

—Él cree nosotros lo culpamos —aclaró con cierta vergüenza.

Mi ceño se frunció por un momento. No me gustaba dar mi brazo a torcer en un asunto. Sí, okey, lo admito, quizá, solo quizá no sea algo tan ridículamente fácil de superar, pero tampoco era la mejor escusa para solapar sus problemas.

—Esa no es razón suficiente para que este enojado todo el tiempo —avise con la mandíbula apretada tratando de no mostrar remordimiento, porque no había ningún tonto, bobo, idiota remordimiento de por medio.

Resople frustrada al no convencerme  de ello. Okey. Sí. Su madre murió, no lo negaría, era muy triste y todo, pero la gente se iba todo el tiempo, si nos poníamos a llorar cada vez que alguien que queremos nos abandona, estaríamos llorando todo el tiempo. No era escusa. No lo era.

Pensará lo que pensará Justin a través de esa expresión dolida, no era motivo suficiente para tolerar aquel comportamiento explosivo y desequilibrado. Todos tenemos problemas, si todos reaccionáramos como ese cavernícola, esta vida sería un infierno.

—Solo digo que es difícil para él —mencionó apretando fuerte las paginas de aquel libro.

—Todos tenemos problemas —me obligué a decir—. No por eso parecemos bestias salvajes a punto de explotar.

Talvez era ser dura. Pero era lo que pensaba. La mayor parte de mí lo pensaba. Que muera alguien que quieres no es el fin del mundo y menos tirar tu vida a la basura por ello. 

¿En verdad? ¿Tú estas diciendo eso? ¿Tú? La misma persona que sigue deprimida porque su padre haya conseguido una mujer. ¿A quien crees que engañas? No lo crees, no en verdad.



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 21.03.2024

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