Complicado

Capítulo 27: Yo gané

Fabián

¿Dónde mierda estaba? ¿Dónde mierda lo habría puesto? Ese topo no era de los que llevaban su billetera consigo. No tenía caso. Casi nunca salía de la casa cuando venía. Claro excepto ayer.

¿Qué mierda había pasado ayer? Casi ni podía recordar. De lo que estaba seguro es que estaba a punto de llevarme a una linda mujercita a mi cama y luego un imbécil comenzó a molestar, pero después todo era borroso. Jodidamente borroso. Mi memoria no pudo haber desaparecido mágicamente. Ni siquiera sé como diablos llegué a mi cama. No fue así como planeé pasar mi fin de semana, y menos con el parasito alrededor de mi hermano. Al menos ya no estaba esa costrosa molestia ya no estaba ya no me estorbaba el paso. Era lo único que alegró mi día.

Maldición.

¿Dónde estaba esa estúpida billetera?

No pudo haber desaparecido mágicamente como mis recuerdos. ¿Qué mierda estaba pasando? ¿Por qué todo estaba desapareciendo? Ayer lo dejó aquí. Debí sacarlo todo cuando pude.

Maldita sea.

No. Justin no pudo notarlo. Ya me hubiera dicho algo.

Con lo que me importa. Mi hermano no ve más allá de sus narices y sus hojas polvorientas.

Maldita sea. ¿Dónde esta? Ahora que mi padre no esta en casa debo aprovechar e irme a divertir. Necesito el dinero. ¿Dónde diablos puso la maldita billetera?

—Miera. Mierda. ¿Dónde esta? Esa billetera no pudo haber desaprecido.

El topo siempre lo dejaba en su cabecera. Justo debajo de su almohada. Misteriosamente ese lugar estuvo removido.

—Debía estar aquí —farfullé mientras pateé una estúpida silla.

 

Scarlett

Mis oídos canturrearon de alegría. ¿Yo había escuchado bien? ¿Aquel cavernícola había dicho billetera? Mis ojos se posaron en aquel objete de cuero que estaba sobre mis dedos. Que hermosa coincidencia. 

La malicia inundo mis ojos.

Tenía que salir en el momento oportuno. ¿Ahora? No. Fabián aún no estaba del todo desesperado. Dentro de unos minutos sería perfecto.

Un minuto. Dos minutos. 

Un ruido desquiciante del otro lado me advirtió que era el momento adecuado para actuar.

—¿Buscabas esto? —pregunté ya sabiendo la respuesta mientras ponía frente a él la billetera.

Fabián quedo perplejo por unos segundos, como si estuviera viendo a un fantasma.

—¿Qué mierda hacías ahí? —ladró con el espanto reflejado en los ojos.

Bien. Eso estaba saliendo justo como quería.

—Yo pregunté primero —avise con calma mientras él clavaba la vista en el objeto que tenía en mi mano.

—Púdrete —pronunció antes de salir con los puños cerrados como rocas.

Eso sería suficiente. En cualquier otro momento lo hubiera dejado irse, me hubiera complacido tan solo con verlo enfadado. Pero hoy...

Él me había dado un susto, consiente o no lo había echo. Además arruinó mi oportunidad de llevarme esas pastillas conmigo. 

Sí. Yo podría entrar de nuevo, no. No me mentiría. Yo me conocía lo suficiente como para saber que no me atrevería a entrar de nuevo. No me expondría otra vez. Además en caso lo dejaba ir. Nadie me garantizaba que él no abriera su bocotá. Refunfuñe por lo bajo. 

El resto de mi día sería en definitiva frustrante, y este bien o no, yo tenía que buscar una forma de divertirme. 

Sí. Objetivamente talvez no era su culpa. Pero mi boca no entendía eso. Y si era franca tampoco es que hiciera un gran esfuerzo por entenderlo.

—Si sales por esa puerta, Justin sabrá que su hermanito es un ladrón —espeté completamente segura que obedecería.

Lo sabía. Okey. Estaba completamente consiente de lo poco razonable que era. Yo me estaba arriesgando. No tenía pruebas, solo leves indicios de que talvez era cierto, pero de cualquier modo yo no tenía nada que perder. Siempre podría decir que solo quería hacerlo enojar. No sería una mentira del todo.

—¿Qué mierda estas diciendo? —espetó a todo el pulmón el ojiverde.

Bien. Esto iba viento en popa. 

Una persona normal, no, eso no aplicaba con él. Una persona sin nada de culpa simplemente se habría reído de mis palabras. Después de todo él que nada debe nada teme.

Fabián por el contrario, era la viva imagen del temor, demasiado exaltado como para desmentir mis palabras. Demasiado molesto como para pensar con claridad.

—Es curioso —admití con una voz relajada mientras acariciaba mi mentón—. Justin me conto que siempre que viene misteriosamente su billetera desaparece.

—Eso no es... No sabes de lo que lo hablas —corrigió demasiado eufórico y demasiado tarde como para ser creíble. La mirada desviada y un nervio latiendo en la mejilla eran la perfecta prueba de ello.

Yo estaba en lo correcto. Que dicha la mía.

—Claro que lo sé. —Mis labios tirando hacía arriba.

—¡No lo sabes! ¡No sabes ni una maldita cosa! —vociferó volviendo su mirada hacia mí. Una mirada asesina. El ceño fruncido y los puños tan cerrados que solo debía ser cuestión de tiempo para que impactaran contra algo.

La sonrisa no se desvaneció de mi rostro. Lo cual solo contribuyó a que ese nervió en su mejilla palpitará más y más. A este paso podría darle un desparrame. Sería agradable de ver. Tan satisfactoriamente agradable. 

Bien. Era casi gracioso lo que el cavernícola se esforzaba por hacer. Si lo que buscaba con esa actitud era causar miedo, ni de lejos estaba haciendo un buen trabajo. Un payaso de circo daría más miedo que un cavernícola con media neurona funcional.

—¿Y tú si? —pregunté con altanería dando un paso al frente—. ¿Qué es lo que se supone que no sé? —Otro paso hacia adelante—. ¿Qué es lo que sabes? 

—Púdrete —mordió al instante mientras se encaminaba hacia la puerta—. No tengo porque responder a una loca como tú.

Mis dientes chirriaron. Mis tripas se contrajeron. ¿Loca? ¿Loca? ¿Loca yo?

Debía calmarme. No ganaría enfadándome. Nada. Absolutamente nada. 



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 21.03.2024

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