Scarlett
No. Si ayer creí que todo mejoraría al amanecer, sin duda estaba equivocada.
Ahora lo único que quería hacer era salir y poder olvidar.
Lamentablemente no parecía tan fácil y menos cuando veía la puerta de la oficina de mi padre en la misma posición que la noche del día anterior.
No.
No me molestaría.
No lo haría.
<Ya me fui>
Sí. Eso era más que suficiente. Una nota pegada en refrigerador es todo lo que mi papá se merecía.
Después de todo yo conocía la rutina de mi padre. Si él a estas horas no se encontraba ya en el comedor. Solo podían haber dos razones. O no había vuelto de la noche anterior o simplemente me estaba evitando. Para cualquiera de las dos una nota adhesiva era más que suficiente. Hasta demasiado en mi opinión.
Con la ira contenida golpeé la puerta al salir de la casa. Quizá si estuviera despierto lo escucharía. Quizá me diría algo. Una advertencia. O... algo. Lo que fuera.
Nada.
Bien. Seguir esperando por una señal de vida parada tras la puerta no tenía sentido.
Quizá a él simplemente no le importó. Después de todo, ¿Por que le importaría que su única hijita tuviera la misma furia que un volcán? ¿Por qué?
No había motivo. Era ridículo.
Tan ridículo que mi mente se negaba a procesarlo. Tan ridículo que mis pies aún se negaban a avanzar.
Un resoplido escapó de los labios.
Esto no estaba funcionando.
Mirando las suelas de mis zapatos me obligué a retomar mi camino.
Esto no iba a estar tan mal.
Yo debía ser optimista. Era una nueva mañana. Un nuevo día. Una nueva semana.
Una nueva oportunidad para pelear con mi padre.
Okey.
Esto seguí iba a ser difícil.
Respiré profundo antes de seguir avanzando.
Todo se encontraba en la mente. Si yo me lo mentalizaba, todo mejoraría. Iba a mejorar. A partir de ahora todo estaría bien.
Claro que va a estar bien. Muy bien. Después de todo no es como si hubieras discutido con la única persona que creíste que siempre estaría a tu lado.
Demonios.
No. No me iba a alterar. Nadie dijo que retirarlo de mi mente sería tarea fácil.
Pero tampoco que sería terriblemente estresante.
Con las justas logre retornar un grito interno.
Si alguna vez había considerado a mi conciencia como una gran aliada, justo ahora, solo quería patearla lejos. Muy lejos.
Esto era un fiasco. No tenía caso intentar callar a algo que simplemente no lo haría. Y yo... Bueno... ¿Qué de malo tendría pensarlo un poco?
Aunque ni siquiera en mi mente tenía sentido. Desde luego, no es como si fuera la primera vez que peleábamos. Ni de lejos eso sería cierto. Pero... Pero antes nuestras peleas nunca se sintieron como esto. Antes uno de los hubiera alzado la voz, uno de los dos hubiera cedido y eventualmente terminaríamos en un abrazó y él diciéndome: "Solo quiero tu bienestar. Te quiero. No lo olvides".
Y sí. No es que simplemente lo hubiera olvidado por un par de gritos, pero... era demasiado difícil recordarlo cuando él ya no parecía el mismo.
Yo... yo ni siquiera sabía como sentirme al respecto. Esto... esto era nuevo y... extraño. Me disgustaba demasiado como para darle un nombre a ese sentimiento.
Si tan solo todo volviera a ser como antes. Antes de las mentiras y...
Un lento suspiró escapó de mis labios.
Incluso tuve la corazonada que de decírselo todo se solucionaría, no quería que fuese un tonto malentendido, pero... su respuesta no pareció ser sincera. No se sintió de esa forma, aunque por una parte tuvo razón.
Un beso no significa nada.
Estaba totalmente de acuerdo con eso, hasta podría jurarlo. Después de todo, no por un tonto intercambio de saliva significaba que ya iban a compartir un vinculo inquebrantable. Para nada. Lo máximo que se podrían compartir sería una enfermedad venérea.
Y no. No dejaría que ni una mujerzuela compartiera saliva con mi padre.
Pero... lo peor era que esa no era peor parte. Si no era algo importante. ¿Por qué me lo oculto? Sino significaba nada y solo estaba jugando con los sentimientos de aquella mujer. ¿Por que no decírmelo? No es como si lo fuera a juzgar por ello.
Lo sé. Lo sé.
Podía sonar horrible no decirle nada por algo tan poco moral y ético, pero... Se supone que nunca se debe mezclar lo laboral con lo sentimental. Y si esa mujer no era lo suficientemente inteligente como para recordarlo, no era la culpa de mi padre y mucho menos la mía como para estar sermoneándolo.
A pesar de todo, una parte de mí en verdad quiso creerle. En verdad traté de hacerlo. Sería conveniente. Significaría que mi padre no tenía una amanté y solo estuvo demasiado estresado por un cliente. Era una respuesta aceptable. Mucho más que aceptable, era justo lo que yo necesitaba escuchar para callar a mi demonio interno. Pero... ¿Cómo podría aceptarla si esa pobre escusa se desbarataba por si sola? Por mucho que quisiera no estaba dispuesta a auto-engañarme.
Después de todo yo que ganaba pensando como una tonta que mi padre trabaja arduamente cuando la realidad se podía tratar de una astuta mujerzuela que quería envolverlo en sus redes.
Sí. Mi padre no era ningún tonto. Él podría darse cuenta por si solo, pero... Pero la tan sola idea de una mujer tratando de seducir a mi padre me enfermaba lo suficiente como para no salir de mi cama en días.
No. No era un riesgo que estaba dispuesta a tomar.
Pero al final, al final no sirvió de nada. Solo lo empeoré más. Si antes mi padre ya no me contaba mucho de su trabajo, ahora ni siquiera podía estar segura que podamos tener una conversación sincera.
Resoplé con pesimismo.
Ahora... ¿Ahora? Ahora ya ni siquiera sabía cual era mi lugar en su vida. Antes yo era lo más importante. Era su hija, su hijita, su única hija. Por quien lo daría todo. Por quien varias veces manipulo a los directores para que me dejaran acompañarlo a sus viajes. Claro que el hecho de ser una alumna intachable ayudaba mucho, pero ese no era el punto. El punto era que mi padre estuvo dispuesto a hacer todo por pasar más tiempo conmigo. Por muy insignificante que fueran sus viajes me llevaba con él, los dos. Solo nosotros contra el mundo. Nosotros riendo y charlando mientras mirábamos la nubes. Nosotros jugando mientras pasábamos por el Central Park, pasando por el puente del rio Támesis o simplemente conversando en los aeropuertos. Lo importante era que nos teníamos el uno a otro.