Complicado

Capítulo 32: Propuesta

 

Scarlett

Okey. 

Okey.

Debía calmarme. 

Todo sería más fácil sin con la mente fría.

Todo sería más fácil si ese idiota troglodita no hubiera abierto su maldita boca en primer lugar.

No. No ganaba nada alterándome. Lincy no podía verme de esa forma. Literalmente mi coartada dependía de que tanto podía aguantar la respiración para no explotar en un bola de llamas ardiendo.

Respiré con calma antes de obligarme a poner una ridícula sonrisa en el rostro.

—¿Amenazándolo? —una voz ridículamente ingenua saliendo de mis labios—. ¿Eso te dijo? —pregunté con rastros de asombro en mi tono antes de echar otra risa que esperaba y sí sonara honesta—. Por favor, lo conoces mejor que yo —avise mientras colocaba las llaves cuidadosamente en mis bolsillos—. Él no parece el tipo de persona que se deja amenazar —solté reprimiendo la risa que rogaba por salir. Dios y mis ojos no me delataran. Tendría que reír pronto o esto dañaría mis entrañas—. ¿Crees que yo podría amenazarlo? En serio me alaga que pienses en mí de esa forma, pero... —Me esforcé en poner la mirada más triste que pude—. Lamento decepcionarte.

Por la expresión nada impresionada de la rubia sabía que no se estaba comprando mi actuación, pero no necesitaba que la comprara por completo. Con solo hacer que dudará ya tenía más del 50% asegurado. La otra mitad... Bueno, ya tenía a alguien en mente quien me hiciera el favor.

—Además —continué—. ¿Con que cosa crees que yo podría amenazarlo? 

Si. Yo podía ser muy cínica cuando me lo proponía. O cuando me convenía. Para el caso era lo mismo.

—Su padre —soltó con los brazos cruzados y una mirada aguda. Quizá sería más difícil de lo creí. Quizá—. Su padre esta...

—¿Eso te dijo? —pregunté caminado a su alrededor como un animalito ingenuo y nada embustero—. Como si obedeciera a su padre. Como si él obedeciera a alguien —me carcajeé segura que con eso algo en su mirada cambiaría.

Lo hizo. En efecto lo hizo.

Pero no del modo que esperé.

Sus labios tiraron levemente hacia arriba. No había nada agradable en esa sonrisa. Parecía odiosa. Parecía... burlesca.

—¿En serio lo consideras tan inalcanzable?

Parpadeé un par de veces sin entender el significado de aquella palabra. ¿Inalcanzable? ¿Acaso yo me había perdido alguna parte de esta conversación? ¿Acaso...

—¿Por qué lo alabas tanto? —Un pasó en mi dirección.

Mi mente se nubló por unos minutos.

—¿Alabarlo? —cuestioné con perplejidad resplandeciendo en mis ojos. ¿Cuándo hice eso? Según yo estaba hablando de algo despreciable y... deplorable... ¿Alabarlo? ¿Yo? ¿A él? ¿Acaso esto era una clase de realidad alterna?—. ¿Yo? Yo solo lo considero un vándalo sin futuro ni aspiraciones —escupí al instante con algo muy parecido al asco—. Si para ti decir que alguien es lo suficientemente idiota como para no poner orden en su vida es alabar. Realmente necesitas ayuda —avisé mirándola de pies a cabeza.

—La que necesita ayuda psiquiátrica es otra —aclaró con burla en su tono—. En serio pensaste que con unas cuantas palabras lograrías hacerme cambiar de parecer. Fabián me dijo la verdad. Le creo. No tendría porque mentirme.

Una risa natural brotó de mis labios.

Confianza y seguridad.

Ja.

Podría usarlo a mi favor. El golpe de una personas que confías duele. 

Sí. 

Lo usaría a mi favor.

—Claro —mustié con una cara divertida—. No es como si él tuviera algún interés oculto.

Antes de que pudiera decir otra cosa miles de perjurios llegaron a mi oídos. ¿Qué tan rápido podía maldecir una persona? ¿Acaso pensaba lo que decía?

—Basta —corte sus quejidos—. Solo lo dijo para meterse entre tus piernas. Lo sabes. ¿O no fue lo que te pidió?

—No te atrevas a...

—¿A qué? —pregunté ya sabiendo la respuesta. ¿Provocarla sería equivocado? Sí. Esto bien podría ser lo menos inteligente que se me podía ocurrir, pero... ya había dejado de importarme. Si unas cuantas palabras no la harían entrar en razón, entonces por mi bien debía buscar... otros métodos—. ¿A decirte lo que todo el mundo ya te dijo? ¿A decir lo que el video muestra? ¿A qué no me puedo atrever?

—Cállate —ordenó salpicando sus palabras por todo el lugar—. No hables. No me hables —siseaba con las manos en los oídos—. Fuiste tú. Fuiste tú. Fuiste tú.

—Si te hace bien creer eso.

—Fuiste tú —repitió con un tonito desquiciante—. Lo estas disfrutando, ¿verdad? Ahora soy la burla de todos. No puedo caminar sin que me insulten. Sin que... Es tu culpa —chillo de nuevo—. Tú lo subiste. Tú lo publicaste. Tú...

—Yo no hice nada —interrumpí ya harta del lloriqueó. Sí, lo que hice estuvo mal, muy mal, pero no era algo que ella no mereciera. Después de todo nadie la obligo a tratar a los demás de menos. Si ella no tuvo remordimiento, ¿por qué yo debería tenerlo?—. De haberlo echo, ¿por qué crees que te hubiera defendido de ese canalla? Crees que una persona así tendría remordimiento. Crece Lincy. No soy la única que tiene algo contra ti. No soy a la única que quisiera verte en el suelo. ¿Vas a negarlo? ¿Vas a negar que media escuela te odia?

Parecía un milagro, pero por fin de aquella boca no salía nada más que silencio.

Por fin. 

Mis oídos no aguantarían...

Diablos.

Maldije interiormente mientras aquellos labios volvían a destilar aquel sonido estridente.

Diablos

¿Qué hacía falta para cerrar esa boca? ¿Una mordaza? ¿Talvez?

Lleve mis dedos a mi cien. Esto tenía que parar. Odiaba los ruidos fuertes, ya ni siquiera podía saber si lo que ella emitía podía ser catalogado como ruido.

—Basta —exigí a viva voz como ultimo recurso—. Te propongo algo.

—No seré uno de tus...

Por Dios. Ella podía ser muy estresante. Y sí, yo conocía personas muy, muy estresantes.



#2633 en Novela contemporánea
#14020 en Otros
#2226 en Humor

En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 21.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.