Complicado

Capítulo 45: Maldita seas

 

Fabián

Maldita sea. Maldita sea. Maldita seas.

Ni siquiera tenía una puta escusa.

Maldición.

Esa puta no debió dejarla sola. Le advertí mil veces. Se lo ordene. 

Maldita sea.

Esa prostituta me iba escuchar. Esa puta no se saldría con la suya.

—¡Contesta! —exigió con esa voz estridente que era imposible de ignorar—. ¡¿Por qué rayos me estabas siguiendo?!

Mierda.

Que se suponía que iba contestar. Esa estúpida mirada no hacía más que ponerme nervioso. Como se suponía que me iba dar tiempo a inventar algo.

Todo era culpa de el padre de esta pequeña lunática.

Maldita sea.

No debió haberme ordenado nada. Era jodidamente intimidante, ni siquiera quería saber lo que haría de no obedecerlo. Si quiera ese psicópata sabía lo que había tenido que hacer para mantener a su hijita fuera de lo que sea que estuviera haciendo.

Fue una suerte que aquella cámara aún estuviera en mi poder. Ese video fue suficiente para mantenerla ocupada por unos días. Días. Más hubiera valido que yo lo hubiera publicado.

Algo agrío invadió mi cuerpo. Ni de chiste. Esa lunática me habría tenido en la mira. Quien sabe cual de los dos haría mi vida más miserable. No era algo que quería descubrir.

No. 

Si quería mantenerla ocupada, ese video aún debía ser publicado. La lunática haría cualquier cosa con tal que no dañará a su amiga.  Necesitaba encontrar a alguien. Alguien que no fuera una puta capaz de lloriquear ante la más simple amenaza. ¿Cómo carajos se lo pude entregar? Esa prostituta no era confiable, era una completa inútil. Ni siquiera abrirse de piernas la ayudaría esta vez. 

Maldita sea.

Quien mando al idiota a proteger a esa llorona. No importa. No importaba. Ese imbécil no tendría forma de saber que yo estaría tras esto.

 

Scarlett

A este ritmo no acabaría nunca. Que le costaba largarse o por lo menos responder. ¿Acaso era tan idiota como para no poder hablar? Por Dios. Era exasperante. Nunca había conocido a alguien que me sacará tanto de las cacillas.

—Estoy muy ocupada, Fabián —aclaré fulminándolo con mis ojos—. No tengo tiempo que perder. Así que si te valoras como persona abrirás la boca y soltarás todo lo que tienes que decir —escupí sonando lo más mordaz que pude.

Ojala diera resultado. Ojala y él no pareciera un palo viviente. Rodé los ojos por lo inútil que podía ser. 

Calmada Scarlett. No pierdas la calma. Mantén la compostura. La mente fría es lo más importante en esto.

Era increíblemente difícil tener la mente fría cuando un espécimen retardado se negaba a cooperar.

—¿Por qué diablos perdería mi tiempo siguiéndote? —cuestionó demasiado tarde para ser creíble.

—No creí que pudieras sorprenderme —comenté con sorna dando un paso adelante. Había una forma fácil de acabar con esto. Una forma que le impediría seguirme o caminar—, pero no cabe duda que siempre se puede ser más idiota.

—¡¿A quien llamas idiota?! —rugió mientras se acercaba como si fuera una bestia alistándose para pelear.

Por favor. Si tan solo diera una pizca de miedo hasta podría ser más divertido, pero a estas alturas se veía patético. Yo sabía que estar decepcionada por el hecho que no aprendiera era tonto, pero era tan descabellado que entendiera que pelear conmigo era lo menos inteligente.

—A ti —respondí no tan enojada, a pesa de ser predecible, no era del todo desagradable hacerlo enojar—. Idiota —repetí recobrando en gusto en decirlo cuando de pronto mi mirada recayó sobre aquel débil agarré. Ni siquiera intenté evitar la risa. Se veía a leguas como salían llamas por los ojos de este soquete. ¿Por qué se estaba conteniendo? ¿Por qué se estaba esforzando si quiera? Una sonrisa maliciosa tiro de mis labios, sería muy placentero descubrirlo. No me culpen. Llevar al limite a las personas era mi segundo pasatiempo favorito—. Desde que me libre de Lincy sentí como si algo me siguiera. Jamás me habría imaginado que fueras tú —agregué con un tono despectivo—. Habla de una vez —ordené sin forcejear sobre el agarré—. ¿Qué esperas con esto? 

—Maldita loca —siseó entre dientes—. Tú sí que eres egocéntrica. Yo puedo caminar por donde se me ocurra. 

Soltó el insignificante agarré antes de alejarse un par de pasos. Algo confundido y molesto. Bueno. No creo que esto me demorará tanto. No sería una perdida del todo.

—¿Por qué alguien como tú caminaría por este tipo de lugares?

—¿Por qué no lo haría? No olvides quien contrató a ese hombre para que te violará —fanfarroneó como si el tan solo hecho me hiciera avergonzar. Lo máximo que obtuvo fue una mirada nada impresionada. Por Dios. ¿Quién alardeaba de algo que ni siquiera había podido lograr?—. ¿Cómo crees que encontré a ese sujeto? Se moverme por este tipo de lugares. Conozco gente. 

No pude evitar sonreír.

Conozco gente. 

 —Si en verdad conocieras gente ya te hubieras librado de mí —aclaré con burla—. ¿O ahora me dirás que tus muchos contactos no pueden acabar con alguien como yo?

—Si sigues estorbando no dudaré en mandarlos contra ti —amenazó intentando usar un tono espeluznante 

Una estrepitosa risa salió del fondo de mi garganta.

—¿Crees que eso da miedo? —pregunté aún atragantándome con mi risa—. Ni siquiera sabes lo mínimo para intimidar a alguien. Con razón lo único que encontraste fue a ese ladrón de pacotilla. Fue ridículamente fácil hacer que saliera corriendo con el rabo entre las patas. Tal como tú lo terminarás haciendo —predije sin dejar de mirarlo.

—Cállate y piérdete. No estoy aquí por ti. 

—¿Crees que sería tan tonta como para acusarte sin pruebas? No soy tú, Fabián. Solo me metí al mercado para ver quien era el que me estaba siguiendo. ¿Adivina a que idiota encontré dando vueltas como si hubiera perdido algo de vista?



#2630 en Novela contemporánea
#14010 en Otros
#2223 en Humor

En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 21.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.