Complicado

Capitulo 50: Jodidamente loco

 

Fabian:

—Retírate —ordenó el viejo luego de ver hacia el maldito objeto vibrando.

No necesitaba oírlo dos veces para estar afuera y evadir esa mentada charla como la plaga. ¿Y que si le faltaban un par de dólares de la billetera? No moriría por eso. Y... había sirvientes maldita sea, no era el único aquí.

Además.

No tenia como probarlo.

Cuando me largue... No. Cuando estuve a punto de largarme un ruido hizo que mis pies se detuvieran. 

Yo en verdad me hubiera largado de aquí, lo habría echo en seguida de no ser por un detalle. Un estúpido detalle.

Estúpida.

Esto no tenia sentido. No es que me importara su vida. Ni jodidamente cerca. Aún así no me moví. No tenia porque seguir parado por... por un estúpido nombre. Ni siquiera estaba seguro si era ella realmente. Por ultimo ni siquiera me importaba.

¿No lo estas? Entonces, ¿por que tienes la oreja pegada a la puerta? ¿Tan poco te importa que no quieres perderte ningún sonido de su voz?

Jodida mierda.

Eso no tenia ningún sentido.

Si yo estaba parado pegado a la puerta no tenia nada que ver con esa asquerosa voz.

¿Es así? ¿O es lo que te gustaría creer? Admítelo. Te importa. No es tan malo. Te importa.

Mierda, mierda, mierda.

¿Qué le pasaba a mi cabeza? ¿Preocuparme por esa estúpida? Si por mi fuera esa maldita estaría ahora tres metros bajo tierra.

No es cierto. No realmente. Te estas mintiendo. Lo haces. Todo el tiempo.

Mierda.

Te importa. Te importa. Te importa.

Maldita sea.

Esa estúpida voz debía callarse de una vez. Esa estúpida no me importaba. Me daba igual lo que pasara con su estúpida vida. Mientras mas lejos estuviera de mí, mejor.

¿En serio? Vamos, esfuérzate, seguro puedes dar una mejor escusa.

Esa maldita voz en mi cabeza era irritante y no solo por el hecho que me recordaba a una estúpida persona. Ese desquiciante dejo de superioridad me iba a volver loco. Si es que ya no lo había echo.

¿Quedarme con la oreja pegada a la puerta aun sabiendo que daría lo que fuera porque esa persona muriera tenia que ser de locos? ¿Verdad? No había otra estúpida razón.

No la había.

Era eso.

Sí.

Eso era lo que estaba pasando.

Estaba loco. Había enloquecido por completo. De hecho estaba bien. Eso explicaba muchas cosas. Muchas cosas en verdad.

De hecho era hasta tranquilizante. Después de todo, había algo que no había podido salir de mi cabeza. No importaba cuanto tratara. Ese maldito momento no desaparecía. Mierda. Si tan solo fuera eso. 

Verla actuar de esa manera, no era el mismo rostro soberbio y altanero, era... se vio... Odiaba reconocerlo. Pero verla a punto de quebrarse hizo cosas en mi. Cosas que me negaba a aceptar. Cosas horribles. Cosas extrañas. Además... estaba el hecho que se enfrentara a... Fue capaz de hacer que ese tipo se encerrara por miedo. Y la verdad sea dicha fue jodidamente asombroso.

Sí. Quise pegarme un tiro la primera vez que lo pensé. De hecho hasta ahora quería golpear mi cabeza contra el piso hasta que entrara en razón.

Ella era una estúpida persona con estúpidos problemas que no significaban nada en mi vida. Fui obligado a estar en medio de esto. No tuve opción. 

Ahora, si la tenia. Ahora. No tenia porque estar tan pendiente de su presencia. Estaba loco. Jodidamente loco. Solo un loco estaría así, solo a un lunático la pseudo-extrañaría de ese modo.

Era eso. Era...

—¿Qué haces todavía aquí? —preguntó una rígida voz después del sonido de la puerta abriéndose.

Hace cinco minutos habría respondido con un insulto. ¿Ahora? Ahora una sonrisa maquiavélica contamino mi rostro. Ni siquiera era capaz de entender lo que decía.

Después de todo. Estaba loco. A nadie le importaba lo que un loco diría. O lo que un loco hiciera. O a quien se lo hiciera.

—No dirás una palabra de esto —ordenó el vegete.

—¿Palabra? ¿De que hablas? Yo no escuché nada. ¿Estabas hablando con alguien? Padre. —Una carcajada salió de lo mas hondo de mi garganta como si fuera un maniático.

Quizá estaba sobreactuando un poco. Pero servía. Servía para callar a esa espantosa voz en mi cabeza. Ente otras cosas.

—Compórtate y no te entrometas. No es nuestro asunto —acoto antes de caminar hacia algún lado.

Una asquerosa mueca desterró aquella carcajada.

No es nuestro asunto.

¿Él que mierda sabia de todos modos?

—Tú lo hiciste —agregué sin poder contener la cosa enferma en mi estomago.

Sus pasos se detuvieron. Algo feo en su rostro.

—Él es mi amigo —remarco como si eso fuera el acontecimiento del ciclo—. Ella no es nada tuyo.

Una horrenda mueca de odio trepando por cada rincón de lo que llamaba cara. ¿Qué demonios estaba insinuando?

Ella no es nada tuyo.

Ella no es nada tuyo.

Algo asqueroso comenzó a subir hasta mi garganta.

Quería creer que era asco. Debía era asco, pero ¿Qué se le podía exigir a un lunático?

Ella no es nada tuyo.

Ella no es nada tuyo.

Maldita sea.

Esto no estaba funcionando.

Ella no es nada tuyo.

Ella no es nada tuyo.

Jodida mierda. ¡Por supuesto que no era nada mío! La mera idea me daba nauseas. 

Yo era libre ahora. Quizá visiblemente trastornado por sus jodidas insinuaciones, pero libre. Si ese demonio estaba en problemas por quien sabe que jodida cosa. Era su problema. Su maldito problema. No metería mi nariz en algo que no me importaba. No importa cuan lo loco estuviera. 

¿En serio? ¿Por eso estas tan molesto? ¿Por eso caminas como si tu sangre hirviera? Admítelo, te importa mas de lo que te gustaría.



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 21.03.2024

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