Complicado

Capítulo 56: Subasta de Arte

Scarlett

Subasta.

Si tenía que describirlo no usaría más de tres palabras. Dinero y mucha estupidez. Bueno, puede que la imagen concebida estuviera siendo influenciada por mi frustración al ver todo tras una pantalla de enojo y desprecio, pero ¿Había otra forma de verlo?

A mi limitado y muy malhumorado entender no, aunque malhumorado era corto para describir el conjunto de nauseas que sentía cada vez que alguien opinaba sobre las delicadas pinceladas proyectadas sobre el lienzo y como ello marcaba la pisque en un plano trascendental, patrañas.

Desvié mi mente de aquello, porque literalmente no tenía porque ponerme a rabiar cuando mi objetivo era encontrar a Briggitte. Claro, solo que realmente, no tenía forma de descubrir quien de las muchas orgullosas mujeres era precisamente.

Ya había sido todo un desafío entrar, al parecer cada invitado poseía una tarjeta especial que habilitaba su pase. Esa información me tomo dos intentos adquirirla. Al parecer no permitían la entrada a nuevos meseros, cada uno estaba muy bien registrado y colocado en posiciones estratégicas como estatuas listas para moverse solo cuando sean llamados por sus amos, o al menos fue lo que el tipo grande seguridad menciono; mi segundo estrepitoso rechazo fue al intentar suplantar la identidad de uno de los invitados, en mi defensa, el inspeccionar la suite de los Bonneville me dio la suficiente información para suplantar a uno de ellos, eso y un vestido lo suficientemente llamativo para no destacar, o fue lo que creí antes de que descubrieran mi falso acento francés y me pidieran una identificación, solo para terminar escondiéndome en lo servicios.

Bueno.

No fue mi mejor momento.

Francamente había dejado de ser mi mejor momento hacía mucho, pero me obligue a regresar. No había alternativa.

Mientras avanzaba con un peinado diferente y esta vez tratando de no ser una copia francesa delicada y amargada, aunque bueno lo de amargada era difícil de ocultar, me acerque al de seguridad, con la completa-falsa seguridad que no me reconociera.

—Acompañante de Briggitte Rinaldi —mencioné

Si era sincera, cuando salí de los servicios este no era el plan que había maquinado, claro que no, pero luego que dos personas afirmaran ser los acompañantes y les dejaran pasar, tenía que intentarlo, después de todo, aun tenía un plan bajo la manga.

Para mi suerte o desgracia, me dio el pase, quizá haya demorado unos minutos más que el resto examinando algo en su teléfono, tenía la leve sensación que se lo había informado a alguien. Aún así repelí el pensamiento, era ahora o nunca.

Así que comprenderán que luego de tres horas llenas de absolutamente nada, mi humor no era el de los más agradables, no es que a menudo lo fuera, pero hoy estaba ridículamente sensible a acciones estúpidas o a gente estúpida.

Ronde por el salón una vez más mientras revolvía perezosamente la bebida en mi mano. Pude darme el lujo de reconocer a algunos de los muchos invitados aquí presentes, sea por sus atuendos lujosos que había visto en sus armarios o por alguna peculiaridad que había almacenado en mi memoria, era una de las pocas que no me hacían sentir como un completo pez fuera del agua. Eso sí, tenía que tener cuidado que ciertos invitados no me reconocerían, en especial aquellos que me vieran como mucama, claro que era tonto pensar que guardarían el rostro de una simple sirvienta, aunque nunca era peligroso caminar con cierta cautela entre ellos.

Mis pies instintivamente detuvieron su caminata cuando notaron algo distinto alrededor. Mis oídos se enfocaron en aquel sonido peligrosamente familiar, aquellas pisadas tranquilas, seguras, determinadas. Mi pulso se aceleró. Pude sentir como si me estuviera mirando en este preciso momento, como si habría estado esperando que entrara, como si todo fuera una trampa muy bien elaborada para encerrarme de nuevo. Enfoque mi vista en otro lugar, mientras con disimulo seguía al sujeto con el rabillo del ojo.

Maldición.

Respiré hondo mientras ingerí el primer bocarada de licor.

Él estaba aquí. Mi padre estaba aquí.

Mis pies comenzaron a caminar de un lugar a otro sin rumbo fijo, el agarre en la copa era débil, mi mano izquierda no dejaba de juguetear-tronar mis dedos y mi semblante no estaba mucho mejor, casi podía jurar que cualquier persona que supiera lo más mínimo de lenguaje corporal sabría que estaba cerca del colapso. Esto estaba mal. Y no solo por el hecho que ya era cerca de media noche y aun no estaba ni cerca de dar con ella. Si agregaba a mi padre a la ecuación, mis posibilidades, si es que algunas vez existieron, acababan de ser escupidas, destruidas y enviadas al mismísimo averno.

Maldición.

Tenía que moverme.

De una forma u otra.

Tengo que concentrarme, mi padre esta aquí. En una subasta. En un lugar donde yo estaba. En un lugar donde había altas probabilidades que Briggitte apareciera.

Mi ceño se frunció.

Era mejor que la mirada nerviosa en mi rostro, aún así, ¿Qué me decía eso exactamente?

Él quiere atraparme y quiere impedir que me encuentre con Briggitte.

Para el caso solo había una forma sencilla de evitarlo.

Respiré hondo luego de tomar la segunda bocarada. Realmente era asqueroso.

Comencé a buscarlo con el rabillo del ojo, no podía darme el lujo de mirarlo directamente, no si es que en mis planes cercanos no estaban el acabar en su auto dentro de media hora. Una pequeña parte suplicaba que estuviera en un error, por muy inútil que fuera. Me tomo alrededor de tres minutos con doce segundos dar con él. Curiosamente fue el mismo tiempo en el que descubrí quien era su acompañante.

Mi mano intensificó el agarré sobre el vaso mientras mis ojos morían por ver su rostro, solo un pequeño vistazo, solo...

—Tu dedo sangra.

Eche un vistazo rápido al propietario de dicha voz, antes de observar como un liquido carmesí escurría por mi dedo indicé. Un ligero dolor llegando a mis sentidos. No tan fuerte, pero lo suficiente para distraerme del show principal.



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En el texto hay: amor odio, despedidas, problemas y amor

Editado: 30.09.2024

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