Scarlett:
—Señor Brown. —Salté hacia él tan rápido que no era de extrañar lo abiertos que estaban sus ojos, aunque el hecho que su rostro haya perdido el color era un tanto excesivo, ¿verdad?—. Por favor, tiene que ayudarme.
—Miré. —Respiré hondo antes de retroceder un paso, tampoco planeaba invadir su espacio personal por un largo tiempo—. Sé que mi madre esta aquí. Necesito verla. Quiero... —Mordí mi labio para no decir algo equivocado—. Necesito saber que ocurrió entre ellos y porque mi padre se opone tanto. Él me tuvo...
—Sé lo que hizo —interrumpió con la mirada baja, como si reprobara su conducta—. Joaquín tiene sus motivos. Sería mejor que no interfieras.
—Usted me dio aquella dirección. Si hubiera querido que no interfiriera no me habría ayudado en primer lugar.
Mantuve mis brazos cruzados mientras esperaba que el señor Brown retomará la palabra. No permitiría que esta conversación muriera.
—¿Viste a la mujer? —preguntó luego de unos minutos.
Mi ceño se frunció ligeramente por la poca relevancia de aquella pregunta. Él sabía que la había visto, después de todo, de no haberlo hecho no estaría aquí.
Asentí de mala gana—. Fue inevitable. Aunque no entiendo como eso es importante.
El señor Brown no parecía enfadado con mi repuesta, aunque tampoco es que le agradara la indiferencia en mi tono, lo note por aquella arruga en su frente, aunque si me dejaban mencionarlo, él se veía como si hubiera esperado ese tipo de respuesta, un pequeño destello de resignación, supongo que ya habría visto este tipo de comportamiento en mi padre.
—¿Viste como la dejo?
Rodé los ojos algo incomoda. No es que me molestará describir un echo, pero no percibía su utilidad.
El señor Brown posó su mirada sobre mí, esperando una respuesta.
—Mi padre suele ser...
—Cruel —interrumpió con cierto sentimiento que no pudo ocultar.
Guarde silencio. El gusto por escuchar lo que tenía que decir fue mayor a mis deseos de defender a mi padre, aunque, no es como que el señor Brown lo hubiera insultado, solo señaló un hecho verídico. Uno que conocía muy bien.
—No conviene meterse en sus asuntos —continúo con un tono más plano y controlado, aunque el hecho que masajeara su cien lo hacía menos convincente—. Sé que puedes pensar que es solo su método de trabajo —había un tono extraño en aquello ultimo, como si lo hubiera escuchado tantas veces que sabía el tono de inflexión adecuado para sonar como mi padre—. Hay partes de él que no has visto, por eso estás aquí. Es difícil de entender, pero es mejor que no lo sepas.
Mis labios se fruncieron.
—Briggitte quiere hacerle algo. Quiero ayudarlo. Ella lo esta cambiando. No sé que es lo que este haciendo, pero mi padre nunca se había comportado de esa forma.
Había algo extraño en el rostro del señor Brown.
—¿Quieres a tu padre?
—Por supuesto —respondí con determinación y algo insultada, no entendía el motivo de hacer preguntas inútiles—. Es lo único que tengo.
—Entonces, regresa a casa y finge que nada esta ocurriendo.
Resople de frustración. Pensé erróneamente que a estas alturas sabría que esa no era una opción para mí.
—Cuéntame de que se trata y lo haré —mentí sosteniendo su mirada, necesitaba que me creyera al menos hasta que pudiera sacarle todo lo que podía—. Mi padre me esta ocultando algo, por su ridícula insistencia en que no vea a esa señora sé que es algo horrible. Dime que es. Dime lo que ella quiere y regresaré por donde vine —definitivamente no haría eso, puede que él cayera ante esta farsa, pero aún así necesitaba al versión de Briggitte, por muy embustera que fuera, parte de mí quería oír lo que saldría de su boca.
Escuché un suspiro cansado antes de que empezara a avanzar. Seguí sus pasos hasta ponerme frente a él, no lo perdería justo cuando estaba tan cerca.
—Briggitte siempre ha sido un enigma —soltó con una pequeña dosis desprecio, si no tuviera mis sentidos sintonizado con lo que salía de su boca quizá no lo hubiera notado, pero era un sentimiento que acariciaba sus ojos, por mucho que quisiera ocultarlo.
—Usted la conoce —aclaré, no me dejaría llevar por palabrería de que ella era una dama misteriosa e indescifrable, para escuchar eso tenía a mi padre—. Me di cuenta de como lo miro. Debe saberlo, o tener una pequeña noción. ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué busca después de tanto tiempo?
Él hombre miro al suelo y luego a mí, no muy convencido de lo que iba a hacer a continuación. La duda era la emoción predominante en su rostro, casi me daba ganas de gritarle, pero no, no era lo adecuado. Lo había hecho dudar, iba por buen camino.
Poco después coloco las manos en los bolsillos, resignado—. Lo único que Joaquín tiene. Lo único que él ama más que a ella. Tú.
***
Aquella conversación había calada fuerte dentro de mí. Y no solo por confirmar mis sospechas.
Camine sin rumbo por unos largos minutos sobre el mismo lugar.
Luego del arrebato de sinceridad del señor Brown, las cosas se habían tornado ligeramente convenientes. Era extraño que un hombre de la edad de mi padre no pudiera lidiar con los berrinches de una adolescente desequilibrada.
Así que habíamos llegado a un ligero acuerdo. Aunque estoy segura que él mencionaría que fue más una extorción pasiva a un acuerdo, pero eran burdos detalles en los que no iba a reparar.
La cosa es que él traería a Briggitte frente a mí. Yo podría hacer un par de preguntas, al menos es lo que dije, y luego volvería al brazo de mi padre y fingiría que aquella charla jamás ocurrió. Si era franca, era sumamente ingenuo de su parte creer que mi padre no se enteraría y mucho más pensar que yo regresaría con mi padre.
No es que no quisiera hacerlo.
Quería hacerlo. Más que cualquier otra cosa. Pero no volvería con ese ser arisco y taciturno que apenas y miraba en mi dirección para algo que no fuera controlarme.