Complicado

Capítulo 60: Verdades

Scarlett

—Siempre es un gusto oírte, corazón.

Mi mirada fija en el celular de Briggitte, errática por cualquier cosa que dijera la voz del otro lado. Puede que en cualquier otro momento hubiera tratado de ocultarlo, pero, ahora, siendo honesta, no me sentía capaz de poner una mascara en mi rostro.

—Ve al punto Bright —el cansancio reflejado en su tono, cortante.

Una arruga apareció en la frente de aquella mujer, era ligera y pequeña, aún así fue suficiente para registrar su enojo. ¿Qué esperaba? ¿Qué mi padre le devolviera el apodo cariñoso?

—¿Aún no regresa a casa? —el tono meloso de Briggitte persistía, intimo y cercano.

Se escucho algo del otro lado, como si algo hubiera impactado contra el suelo. ¿Un vaso? ¿Unas llaves? ¿Dónde estaba?

—Si solo has llamado para regodearte, puedes...

—Deja esa actitud, corazón —ronroneó Briggitte, ajena al tono frio de mi padre, ¿acaso Briggitte siempre es así?—. Solo quería avisarte que la vi corriendo por los pasillos.

Mi mirada se fijo en ella, abandonando el objeto. Sus ojos no demoraron mucho en conectar con los míos. La pregunta implícita en el aire.

¿Por qué?

Briggitte sonrió, una burla tacita hacia, hacia cualquier persona que la mirara—. Probablemente vino a buscarme —continúo con un tono tranquilo y afectuoso.

—¿Estas con ella ahora? —la voz de mi padre cambio, mis ojos volvieron al objeto, se oía desesperado—. Scarlett —repitió un par de veces, apretando los dientes, me obligue a no responder—. ¿Le dijiste algo? Bright.

Vi que el señor Brown dio un paso adelante, por la dirección de su mano seguro planeaba quitarle el celular de las manos, lo impedí por acto reflejo, sujetando su brazo, no era un agarre que hubiera impedido el avance de un hombre adulto con el doble de mi edad, aún así el señor Brown detuvo sus pasos.

La mirada que tenía Briggitte era como una maldita espina en el costado. Como si hubiera previsto que no lo dejaría interrumpir la llamada. Quizá debí haberlo dejado, solo para borrar esa mirada de seguridad en sus ojos azules.

—Bright —volvió a llamar mi padre, la desesperación cada vez acentuándose más en su tono.

Me inquietaba y lo odiaba, tanto, si él no ocultaba nada no debería escucharse así, debería estar tranquilo, tanto como lo estaba la arpía frente a mí.

—Solo la vi —respondió por fin, disfrutando cada segundo de esto—. Tenemos un trato. ¿Cómo podría romperlo?

Mis sentidos se alertaron. Mis ojos se abrieron. Mis pensamientos viajando de un lugar a otro.

¿Qué? ¿Qué trato? ¿Ella le había prometido algo? ¿Realmente mi padre le había prohibido hablar conmigo? ¿Cuántas veces se había visto? ¿Acaso la historia de Briggitte era cierta? ¿Qué otras cosas mi padre me había escondido?

—Te veré en quince minutos —soltó, se escucharon pasos, probablemente caminando hacia su auto.

¿Eso es todo? ¿Mi padre cortara la llamada? Briggitte no me dirá la verdad sobre el trato, ¿verdad? No, no, aunque responda, no puedo creer en su palabra, no puedo. Pero... ¿Qué hago?

—No le haré daño, Joaquín. —Mis ojos viajaron hacia ella de nuevo. ¿Había alargado la conversación apropósito? ¿O que más quería sacar de esto? ¿Había más?—. Sigo siendo su madre, aunque no te guste.

Se escucho una risa entrecortada del otro lado. Aunque no era una risa en realidad, conocía el gesto, lo hacía antes de colgar, probablemente soltaría alguna palabra vaga y abandonaría el teléfono.

—Claro.

Exacto, justo así.

Solo que, no colgó. Escuche el motor de auto encenderse y arrancar.

¿Qué? Él odia conducir con el móvil encendido.

—¿Vas a negar que me separaste de ella a la fuerza? —pregunto Briggitte, imponiendo un tono melancólico que no le quedaba para nada, puede que esos ojos azules estuvieran perdidos en algún lugar pero era un truco, puede que padre no la estuviera viendo pero reconocería el truco sin la pantomima adecuada—. Los dos sabemos que si me internaste no fue porque te preocuparas por mi.

Tenía que admitir que su capacidad para victimizarse era algo para estudiar. No es que quisiera aprender o algo así. Al fin y al cabo no serviría con mi padre. Estaba segura.

¿Por cuanto tiempo puedes seguir engañándote?

Por lo general mi conciencia solía tener razón, pero esta era una de las raras veces que no la tenía.

Algo latió en el fondo de mi estomago.

Mi padre lo negaría, debía negarlo, llamarla loca o cuando menos lucir sorprendido por lo que Briggitte acababa de decir. Es lo que pasaría, es lo que el diría. Tenía que hacerlo.

—Estabas... —sus palabras se cortaron de golpe—. Bright —su tono duro y tosco—. ¿Estas con ella ahora?

Un nudo se formo en mi garganta.

No. Esto tenía que ser un error.

La sonrisa de Briggitte se extendió, antes de apagar el móvil. Cruzó los brazos, esperando lo que tuviera que decir. Esperando mis ataques.

Mis pies retrocedieron, sin poder evitarlo, apartando la vista de ella y su odioso rostro triunfante.

No había ganado. No había demostrado nada. No era verdad. No, no podía ser verdad. Tenía que ser un error. Papá no puede haber hecho eso, no a mí, seguro se refirió a otra cosa, Briggitte no fue especifica, sí, eso, no fue especifica, pudieron ser mil cosas. Además, si estaba sorprendido, por eso menciono su nombre, estaba sorprendido, aunque sea un poco, tenia que estarlo. Él no pudo haberme mentido por tanto tiempo. Él no pudo. No. Me niego. No.

Odiaba a estar mujer.

La admiras, es tu madre después de todo.

—Eso no prueba nada —aclaré con fuerza, tratando de espantar los pensamientos de mi cabeza.

Esa fastidiosa mirada de superioridad me estaba dando nauseas.

—No lo negó.

—Mi padre sabía que era una trampa —respondí con una seguridad que abandonaba mi cuerpo a cada minuto—, por eso preguntó por mí. Sabía que usarías la llamada para manipularme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.